Firmas

El virus 'black'

Lo de las tarjetas 'b' es solo el chocolate del loro de toda la corrupción que existe en el país.

Vivimos un tiempo de virus muy peligrosos, pero para algunos políticos, poquitos para los que lo merecen, la tarjeta black ha resultado letal. El día en que se la dieron a los elegidos seguramente la acogieron con muy buena disposición, tanta que dispusieron de más de 15 millones de euros, cifra que, así en frío, es como si a ese colectivo que no alcanza ni las 90 personas le hubiera caído el gordo de Navidad. Con esos mimbres es fácil condenarlos a todos a la hoguera y asunto resuelto, pero conviene antes hacer algunas reflexiones que tornen lo negro en blanco, y digo antes, porque la condena a la hoguera, por lo menos de papel, es inevitable.

Los políticos y adláteres se ponen sueldos cuando trabajan en la Administración y sus entes subvencionados, en general, modestos para la responsabilidad que suelen asumir. El equivalente en una empresa privada manejando el mismo presupuesto y personal sería seguramente mayor, aunque obviamente muchos de ellos nunca han trabajado ni trabajarán en una empresa privada. Algunos lo hacen de consejero después de haber hecho bien los "deberes" cuando estaban en el cargo o por los méritos ganados en su desempeño. Como no hay tantos consejos en la empresa privada que puedan acoger a tanto beneficiario, se reparten prebendas en las empresas públicas y semipúblicas para que esos "modestos" sueldos sean más magros y para premiar la fidelidad, la obediencia al mando supremo del partido o lo servicios prestados. Por ejemplo, les podían nombrar consejeros de una caja de ahorros, que era una empresa que, como no era de nadie, tomando la definición de lo público que hizo una inefable ministra socialista, usaba el dinero de todos para repartir sustanciosos emolumentos entre los premiados. Según el devenir de muchas cajas, los consejeros aconsejaban bastante mal y desde luego no se hicieron dignos de remuneración de ninguna clase.

Ya hemos dicho hasta la saciedad lo inapropiado de que entidades financieras estuvieran en manos de políticos y bajo su control, porque tenemos la experiencia contrastada de que el político no lleva precisamente en su ADN los genes de la buena administración, acostumbrado como está a tirar con pólvora del rey, sino más bien porta el virus black. En un banco la buena administración es la esencia misma del negocio y la infección de ese virus es mortal de necesidad.

La negrura de las tarjetas, al parecer, se traspasó a su operativa. Si, como se está diciendo, las cantidades que se dispusieron no tributaban y es difícil encuadrarlas en los llamados gastos de representación por la naturaleza de los mismos, esos señores cobraban en negro. ¿Cobrar en negro con una tarjeta de crédito? Eso es una majadería, pero si la caja de ahorros era capaz de cometerla es porque sus gestores pensaban que estaban a salvo de todo, por encima de la ley.

Las crisis son depurativas, ya lo dijo un ministro recientemente. Pero la purga se la han tomado millones de españoles y no todos estos, muchos tan culpables de lo que ha pasado como el que más, pues no sólo vampirizan a la sociedad sino que encima lo hacen saltándose todas las normas que a los demás obligan a cumplir, circunstancia esta última que convierte España en una jungla en la que el respeto a la ley no se logra por el convencimiento, ya que el ejemplo es pésimo desde la cúspide, sino por la mera coacción. De hecho, no hacen sino subir las multas y sanciones de todo tipo ya que sólo por la fuerza convencen a muchos ciudadanos de cumplir con ciertos deberes.

Se rasque donde se rasque siempre sale lo mismo y lo que sale es black.

Las tarjetas son la punta del iceberg de los políticos hipócritas que dicen estar mal pagados, pero que acaban por arte de magia ricos o con sueldos vitalicios abultados; de los partidos y sindicatos llenos de trincones a los que se les descubren dineros ocultos, estafas millonarias, comisiones, fondos en el extranjero sin declarar, que no saben ni como explicar. Lo de las tarjetas es el chocolate del loro de todo lo black y los partidos políticos se ponen dignos y de perfil, exigiendo dimisiones, cuando llevan décadas refocilándose en la corrupción, se han cargado el sistema financiero, han colocado a cientos de miles de afiliados y simpatizantes aquí y allá y se están permanentemente repartiendo una buena parte de la riqueza de España. El virus que más nos está infectando no es el que desgraciadamente ocupa tantos titulares, sino virus black.

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