Firmas

Francia y Alemania renquean

  • Las políticas de demanda impulsadas por Dragui han resultado ineficaces

La Bolsa no suele ser lugar para las medias tintas. Los osos y los toros confrontan continuamente sus argumentos bajistas o alcistas para dirimir la tendencia en el corto plazo. Sin embargo, el caos de los mercados no entiende de lugares absolutos. Una de cal y otra de arena podría ser una máxima clarificadora del entorno actual. Y ahora toca purgar las malas noticias. Realizando un ejercicio de imaginación difícil en Bolsa, evaluaremos las condiciones macroeconómicas en las que se encuentran Francia y Alemania y su influencia en los mercados financieros.

Ayer conocimos los datos del Producto Interior Bruto (PIB) del segundo trimestre de alemanes y franceses. Paupérrimos -0,2% y 0% respectivamente. Como el chiste, ni frío ni calor. Anualizados, Alemania modera su tasa de crecimiento interanual hasta el 1,2% y Francia hasta el 0,1% (las anteriores extrapolaciones eran del 2,3% y 0,8% respectivamente). Nada nuevo bajo el sol, no obstante.

El índice de expectativas ZEW de agosto, que refleja el optimismo de inversores y analistas alemanes, se desplomaba desde el 27,1 anterior hasta 8,6, muy por debajo de los 17 esperados, en mínimos desde diciembre de 2012. Y ya van ocho meses bajando. Los empresarios alemanes tampoco lo ven claro: el índice de confianza empresarial del instituto Ifo vuelve a bajar en julio por tercer mes consecutivo.

No sorprende que la producción industrial de la zona Euro registrara en junio su segunda caída mensual seguida (-0,3% mensual) que apunta a un eufemístico crecimiento interanual del 0%. El cortocircuito de los gigantes de la economía europea se constata con los últimos datos interanuales de inflación de Alemania (0,8%), en mínimos desde 2010 y Francia (0,5%). Los mercados recogen estas raquíticas previsiones de crecimiento y emiten su veredicto: a media sesión de ayer, la rentabilidad del bono alemán a 10 años caía por debajo del 1% y la del francés hasta 1,39%, marcando en ambos casos nuevos mínimos histórico. Nunca Alemania y Francia se habían financiado tan barato. En el juego de la especulación en los mercados financieros cuando unos ganan, otros pierden. Las primas de riesgo de los países de la periferia europea se sitúan en Grecia en 500, en Portugal en 260, en Italia en 170 y en España, 150 puntos básicos.

Por el lado de la renta variable, la tristeza de la realidad macroeconómica alemana y francesa tiene su reflejo en las pérdidas que desde primeros de años sufren los índices bursátiles nacionales. El DAX de Frankfurt y el CAC-40 de París arrastran al Eurostoxx50 a terreno negativo.

Los descensos en los precios en Bolsa de las empresas europeas podían hacer pensar en que las bolsas se encuentran baratas. Sin embargo, el PER (Price earning ratio), es decir el número de veces que el beneficio neto anual de una empresa está incluido en su cotización, parecen contradecir esta percepción. Para recuperar nuestra inversión en el DAX alemán habría que esperar 15 años. Para el CAC-40, 17. Estos ratios contrastan con los 5 años que exige el índice Micex de la Bolsa rusa o los 19,8 del S&P 500 norteamericano. Las comparativas son odiosas, por supuesto, y tampoco justas (se comparan mercados de características muy diferentes).

Mientras tanto, Europa sigue tratando de apagar los fuegos todavía no extintos (ni mucho menos) de la crisis de la deuda pública de los países periféricos. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) aprobaba esta semana el abono a Grecia de los últimos 1.000 millones de euros comprometidos por los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona en abril. En su conjunto, la broma ha salido finalmente por 141.800 millones de euros.

Los problemas de Europa no son de demanda sino de oferta. Políticas de demanda como las que pretende impulsar el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, convencionales o no, son ineficaces cuando no contradictorios con un crecimiento sano. Otra cosa es el fomento de la productividad, la competitividad, la colaboración o la sostenibilidad. Desde el punto de vista de la oferta, claro.

Juan Royo, economista.

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