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Más sanciones, más interés en títulos rusos

Cuesta no simpatizar con la idea. Cuanto más malo se vuelva el régimen del presidente ruso Vladimir Putin y más acose a sus vecinos y reprima la disensión interna, mayor es la tentación de imponer sanciones. Con cada nueva provocación, los líderes de Europa y América endurecen la guerra económica contra Rusia.

Pero no está demostrado que las sanciones funcionen. No lo hicieron contra Sudáfrica, ni contra Irak, Irán, Corea del Norte y todos los demás países contra las que se han impuesto. En general, se evitan y cuando provocan escasez no hacen más que afianzar a los gobernantes en el poder. Incluso puede que refuercen la economía porque obligan a las empresas locales a asumir la producción. Para los inversores hay una paradoja.

Cuanto más duras sean las sanciones, más bajará el índice de Moscú y, dado que es improbable que las sanciones afecten a la economía, cada vez es más una ganga. Ya era uno de los mercados más baratos del mundo y las sanciones lo harán aún más atractivo.

EEUU y Europa ya habían impuesto sanciones a Rusia tras la anexión de Crimea. El derribo del vuelo de Malaysian Airlines, con más de 200 personas inocentes abordo, ha motivado otra ronda de restricciones comerciales. Esta semana, la Unión Europa ha empezado a debatir la prohibición de ventas de bonos de los bancos propiedad del estado. Ya hay restricción de movimientos a muchos de los líderes oligarcas y parte de sus grandes empresas. Las próximas medidas incluyen sanciones en los sectores de la defensa, las finanzas y la energía.

Como Putin seguramente no reculará ni dejará de entrometerse en Ucrania, es de esperar que sigan en pie. A nadie le sorprende que los inversores se hayan puesto a vender activos rusos en consecuencia. El fondo bursátil Market Vectors Russia, el mayor en EEUU, ha perdido 12.000 millones de dólares esta semana. Ha habido reembolsos de 90.000 millones de dólares en total en julio. El índice de referencia Micex de Moscú ha caído de 1.500 hace una semana a menos de 1.350 ésta.

En las seis últimas semanas, ha bajado un 8,5 por ciento. Es mucha caída respecto al nivel de 1.800 en el que operaba en 2011, aunque prácticamente todos los índices del mundo han subido mucho desde entonces. Es el parqué menos popular del mundo. El mercado ruso se comercia a un índice de ganancias de precio de poco más de cinco, frente a los diez de China. Empezó este año siendo uno de los mercados más baratos del mundo pero se ha abaratado mucho más.

Las sanciones no funcionan

Vladimir Putin es un energúmeno, de eso no hay duda. Cada año que sigue en el poder, se convierte en un mayor autócrata tradicional ruso y, a pesar de eso, a quien piense que las sanciones le sacarán del Kremlin, le faltan un par de kopeks para llegar al rublo. En realidad, las sanciones casi nunca funcionan. Se impusieron a Sudáfrica en la época del apartheid, a Irak con Saddam, a Irán y a Corea del Norte.

No hay ninguna señal de que hayan cambiado jamás un régimen (es cierto que el apartheid acabó cayendo pero las sanciones tuvieron, como mucho, un papel muy modesto). Y no cuesta entender el por qué: la desobediencia es generalizada. Siempre hay un mercado negro en el que se pueden encaminar los productos y Rusia tiene una frontera demasiado larga como para poderla vigilar con efectividad. Los agentes corruptos del mercado negro se enriquecen y en Rusia no faltan. Consolidan el poder de la elite gobernante en vez de socavarlo.

En Rusia van a afectar menos todavía que en cualquier otro país. Su riqueza en recursos naturales impedirá que se muera de hambre o de frío. Importa sobre todo productos caros de consumo, es decir, prescindibles.

Sus finanzas son estables, con unas reservas de divisas de más de 500.000 millones de dólares, entre las mayores del mundo después de China. No se va a arruinar por que Europa y EEUU prohiban a sus bancos hacer negocios con ella. Tiene pocas deudas y no pide mucho prestado (Rusia tiene un índice de deuda estatal/PIB del 13 por ciento, irrisoriamente bajo frente al estándar dominante en el mundo desarrollado). Con esa clase de fuerza financiera, en el Kremlin se deben de partir de risa cada vez que leen la última lista de sanciones propuestas por la UE.

En realidad, las sanciones podrían incluso reforzar la economía rusa. Su debilidad desde el derrumbe de la Unión Soviética se ha debido a su dependencia de unos recursos naturales inmensos para mantener la economía a flote, exportar energía y minerales, y pagar las importaciones con ese dinero. Ha desarrollado muy poca manufactura nacional.

Rusia, débil más allá del petróleo, gas y minería

¿Cuántas empresas rusas conoce que no sean del sector del petróleo, el gas o la minería? Ninguna. Sigue siendo deplorablemente débil en todos los demás sectores y no va a poder convertirse en una economía desarrollada moderna hasta que se desarrolle en esos nuevos sectores. Si se le impide comprar coches alemanes, aviones estadounidenses o fármacos británicos, podría acabar desarrollando sus propias alternativas y a medio plazo saldría muy fortalecida.

¿El resultado neto? Las sanciones no van a afectar mucho a los rusos. Se encogerán de hombros y seguirán haciendo exactamente lo que quieren. Los agentes que están vendiendo del Micex en respuesta a las últimas restricciones comerciales se equivocan. Es cierto que la economía va a ralentizarse algo este año, aunque ya lo estaba haciendo, pero rebotará enseguida. Sobran las buenas razones para no comprar títulos rusos.

Tal vez sienta náuseas ante la idea de apoyar a un régimen incómodo y es un argumento perfectamente válido pero es un error evitarlo pensando que las sanciones van a perjudicar a la economía porque no lo harán. Cuantas más sanciones se impongan, más barato será el mercado y, para cualquier agente que no sea a corto plazo, más atractivo también.

Matthew Lynn. Director ejecutivo de Strategy Economics.

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