La solvencia informativa se quebraría si faltara la referencia de la televisión pública.
La televisión no es un medio de comunicación más: su potencia y su capacidad de penetración le otorgan un papel de servicio público vinculado no sólo a la información sino también a la cultura, a la integración territorial y a la extensión del pluralismo político. Por ello, aunque la iniciativa privada debe desempeñar un papel significativo en el desarrollo del audiovisual, no rechina en absoluto, ni siquiera a los liberales templados, la presencia del Estado en el sector.
En este país, la televisión estatal nació en 1956, en plena dictadura, y, como es natural, fue utilizada para el adoctrinamiento. Más tarde, ya en democracia, fue un instrumento al servicio de la mayoría de turno. Sólo en 2006, la Ley de la Radio y la Televisión Estatal, que creó la actual Corporación RTVE, estableció de forma explícita la neutralidad política del audiovisual público. A partir de entonces, en vez de ser nombrado por el Gobierno, el Presidente-Director General debería ser elegido en el Parlamento por mayoría de dos tercios. Al llegar Rajoy con su mayoría absoluta, no fue posible el acuerdo con la oposición socialista para pactar un nuevo director general, por lo que se reformó la ley 17/2006 para que la designación tan sólo requiriera mayoría absoluta. En cualquier caso, la idea de que RTVE había dejado de ser un instrumento de partido había germinado, tanto en el establishment político cuanto en los profesionales de la Corporación, por lo que se ha mantenido la equidistancia, como lo prueba el hecho de que hoy no haya realmente un debate político real sobre el particular.
La televisión privada, que arrancó en 1990, ha desembocado en un duopolio potente, que, como es natural, se rige por el criterio del máximo beneficio. Hasta la inclinación ideológica de las cadenas es un asunto de mercado, que se administra con chocante liberalidad. El panorama conjunto es, de este modo, plural, pero la solvencia informativa no soportaría sin quebrarse que faltara la referencia de la televisión pública, preocupada por los recursos pero no febrilmente orientada a conseguir la audiencia a cualquier precio.