
Las previsiones económicas apuntan decididamente a una mejora. La recuperación económica es objetiva: ya no se trata de brotes verdes. Desde el segundo trimestre de 2013 las tensiones financieras sobre la economía española han descendido notablemente; el esfuerzo fiscal es ahora menor y el sector exterior sigue funcionando con una sorprendente solidez.
Todo lo cual se apoya en las reformas estructurales acometidas que, si bien, no debieran perder ritmo, han ayudado sin duda a estas mejoras. Mejoras que resultan en una mayor expansión de la actividad económica, sensiblemente mejor de lo esperado a partir de los datos del cuarto trimestre de 2013. Lo que incide positivamente en la demanda doméstica privada y, en conjunto, apunta a la consolidación de la recuperación que, aunque tímida, aparece de forma clara. De ahí las manifestaciones gubernamentales que inciden en un mejor 2015 de lo esperado.
Es cierto que los análisis a corto plazo pueden ofrecer singularidades negativas, como es el caso de que la demanda exterior y, en concreto, la cartera de pedidos de las exportaciones industriales, así como los datos de la balanza comercial, muestren una cierta desaceleración en el primer trimestre de este año. Aunque en contrapartida los servicios, especialmente, el turismo, apuntan a una mejora creciente; al igual que sucede con la demanda doméstica, donde las matriculaciones de turismos, el comercio al por menor e, incluso, los indicadores de confianza de los consumidores, se muestran al alza. Al igual que lo hacen los datos correspondientes a la confianza industrial o de las inversiones en bienes de equipo. Con el añadido de que la capacidad de financiación de la economía española fue, en 2013, del 1,5 por ciento del PIB, superando las necesidades de 2012 debido a una cierta recuperación de la tasa de ahorro y, sobre todo, a una contracción de la tasa de inversión. Esto hace que 2013 sea el año en que se obtuvo el primer dato positivo de las cuentas no financieras de los sectores institucionales desde 1997.
Saltando a la construcción, se ve igualmente que se ha tocado suelo. Por ejemplo, la caída de visados de obra nueva en enero pasado se consolida alrededor de los dos puntos porcentuales, mejor que lo observado en todo el período 2012-2013. Es decir, que la corrección de la inversión en vivienda es mucho más moderada actualmente que en los últimos años, lo que debiera apuntar a una vuelta a la senda del crecimiento durante 2015.
Si se mira el déficit de las administraciones públicas, que cerró en 2013 en el 6,6 por ciento negativo respecto del PIB, tanto las comunidades autónomas como las corporaciones locales han hecho un esfuerzo considerable. Las primeras ajustaron su déficit en el 1,5 por ciento respecto del PIB, y las segundas incrementaron su superávit en torno al 0,4 por ciento, con el permanente problema de la administración central que incrementó su déficit hasta el 4,3 por ciento negativo, incumpliendo el 3,8 por ciento negativo que tenía como objetivo. Un hecho muy marcado por el déficit de la Seguridad Social (1,2 por ciento negativo respecto del PIB), influido por la caída del empleo y las cotizaciones sociales. Siendo este el nudo gordiano de toda la política económica española: el enorme paro, que la EPA del primer trimestre de 2014 sitúa en el 25,93 por ciento, con dos datos contradictorios aparentemente: 2.300 desempleados menos que el último trimestre de 2013 -cosa que no ocurría en un primer trimestre desde hacía nueve años-, si bien con 187.000 cotizantes menos.
Mirada hacia atrás
Mirando algo hacia atrás, se comprueba que el paro se ha reducido en el último año unos 345.000 desempleados menos, lo que supone el mayor descenso anual desde el tercer trimestre de 2005, con el hecho de que la ocupación ha caído en el mismo período a un ritmo del 0,47 por ciento: la tasa menos negativa desde 2008. Los mismo sucede con la afiliación media a la Seguridad Social, que aumentó en 84.000 personas en marzo, lo que supone el mayor incremento del número de afiliados en un mes de marzo desde 2006; y, corrigiendo las variaciones estacionales y el efecto calendario, se encadenan siete meses consecutivos de creación de empleo, tímida creación, pero al fin y al cabo aumento del empleo, muy especialmente en los servicios.
El problema es el suelo desde donde se parte. Desde 2007, con el desempleo más bajo de la historia (8,5 por ciento), hemos visto una dramática evolución: 9,6 por ciento en 2008; 17,36 por ciento en 2009 (incluidos los 13.000 millones de euros del ya olvidado Plan E); 20,1 por ciento en 2010; 21,3 por ciento en 2011; y 24,4 por ciento en 2012, hasta llegar a la cifra actual. Un deterioro tan profundo que los evidentes signos positivos de la economía, de mantenerse, no causarán efecto sino en el largo plazo, aunque, tímidamente, se vayan notando las mejoras. Si crecimiento económico y generación de empleo es un binomio comprobado (sin crecimiento no hay empleo), muy diferente es la velocidad con que el aumento del PIB impulsa la creación de empleo. Ya que, de ser cierta, en nuestro caso, la Ley de Okun -según la cual un dos por ciento de crecimiento mitiga un uno por ciento el desempleo-, queda aún mucho camino por recorrer.
Eduardo Olier. Presidente del Instituto Choiseul España.