
Enarbolemos las banderas. Hagamos una celebración y construyamos los monumentos conmemorativos. La crisis de la Eurozona, que desde 2011 amenazó con hacer saltar por los aires la moneda única y posiblemente también la economía mundial, ha terminado. El Banco Central Europeo, los gobiernos de Alemania, Francia, Italia y España, y el Fondo Monetario Internacional ya pueden cantar victoria. Las reuniones de crisis nocturnas en Bruselas y las promesas de un arsenal ilimitado contra los especuladores son ya materia de estudio.
Durante las últimas semanas se han observado diversas señales que indican que lo peor de la crisis ya ha pasado. ¿Como cuáles? Los rendimientos de los bonos italianos y españoles a cinco años han descendido hasta los mismos niveles que los títulos del Tesoro estadounidense, Grecia está cerca de regresar al mercado de obligaciones por primera vez desde la quiebra del país y el euro representa un porcentaje cada vez mayor de las reservas de los bancos centrales. El problema es que, aunque la crisis financiera ha terminado, la crisis económica y política acaba de comenzar. Los mercados no acabarán con la moneda, pero durante un periodo de tiempo muy largo la demoledora recesión hará el mismo trabajo de un modo más doloroso.
Durante gran parte de 2011 y 2012, el futuro del euro parecía estar en la cuerda floja. Los ataques de los mercados a la moneda eran incesantes. Los rendimientos de los bonos griegos se dispararon por encima del 30%. Italia estaba al borde de la insolvencia, y el gobierno de Silvio Berlusconi se vio obligado a abandonar apresuradamente su mandato para que los mercados se calmasen. España estuvo a punto de declararse en bancarrota, como Portugal e Irlanda. El hundimiento de la economía chipriota amenazó con producir estampidas bancarias en toda Europa, y los bancos privados se dedicaron a transferir sus activos a refugios más seguros en Suiza o Londres. Hubo una constante sucesión de cumbres de fin de semana en las que el FMI y los líderes de la UE redactaban nuevos paquetes de rescate, de poca duración. Parecía posible que toda la estructura se viniera abajo de manera caótica bajo los ataques de los mercados.
Desde que Mario Draghi prometiese utilizar todo el arsenal del Banco Central Europeo para salvar la moneda, los mercados han seguido dando marcha atrás de manera paulatina. Los rendimientos de los bonos están descendiendo en todos los países afectados por la crisis, y ya han regresado a sus niveles normales. Los países pueden acceder a los mercados financieros. Irlanda ha salido de cuidados intensivos, e incluso Grecia podría volver a emitir obligaciones en una fecha cercana. La moneda única representa un porcentaje cada vez mayor de las reservas de los bancos centrales. Según un estudio de Citigroup, el porcentaje de reservas de divisas en euros aumentó del 24,1% al 24,5% durante el último trimestre de 2013. El dólar vio cómo su porcentaje descendía del 61,7% al 61,2%: el objetivo a largo plazo de la moneda única de sustituir al dólar vuelve a ir por buen camino, aunque todavía tiene un largo trecho. A la vista de la fortaleza del euro en los mercados de divisas, parece posible que las compras hayan continuado durante el primer trimestre de este año. El euro ya no es una moneda abandonada por el sistema financiero.
Por supuesto, hay un mensaje para los inversores. Si no te encuentras con que la lira y la peseta han regresado de un día para otro, no hay ningún motivo para no comprar acciones europeas. Grandes empresas del continente tienen una buena valoración en comparación con sus competidores en EEUU y Asia, y sin duda mantienen una gran capacidad de subida.
La crisis del desempleo
Sin embargo, el problema es que la victoria sobre los mercados financieros se ha cobrado un precio terrible. En efecto, la Eurozona ha cambiado una crisis financiera por una crisis política y económica. En el conjunto de la Eurozona, el desempleo se sitúa en el 11,9%, lo que equivale a 19 millones de personas. En Italia se encuentra en el 13%, y en España y Grecia por encima del 25%. El caso del desempleo juvenil es mucho peor: el 23,5% en el conjunto de la zona, y por encima del 50% en los países más afectados.
En los últimos dos años, el desempleo ha experimentado una fuerte caída en EEUU y el Reino Unido, tanto que los bancos centrales están considerando volver a subir los tipos de interés. Pero en la Eurozona se siguen manteniendo unos niveles brutales. Estando en la fase de recuperación de este ciclo económico es mejor no pensar lo que les sucederá a estas economías cuando llegue la próxima desaceleración. La economía griega es un 25% más pequeña que al comienzo de la crisis, la producción italiana no es mayor que cuando adoptó la moneda única. Irlanda ha salido del club de los países súper ricos, y puede que ya no vuelva a entrar en él. Todas estas economías han sufrido daños a largo plazo, de los que podrían no recuperarse nunca. Es probable que una generación entera de españoles no encuentre jamás un puesto de trabajo: la mayoría de los estudios demuestran que si no has trabajado a los 25, no lo haces nunca.
La siguiente fase de la recuperación de la Eurozona debe ser un crecimiento real. La expansión debe acelerarse, no hasta el deprimente 0,1% obtenido por Francia en el último trimestre, sino hasta niveles de entre el 3% y el 4% con los que se pueda recuperar el crecimiento perdido y reducir el desempleo hasta unos niveles tolerables. Tal cosa no sucederá. Al igual que la década de 1930 con un patrón oro rígido, Europa ha creado una economía de crecimiento cero. El resultado es una profunda crisis política. Europa se encuentra atrapada en una depresión estructural, con altísimos niveles de desempleo, emigración masiva y unas agotadoras medidas de austeridad. Puede seguir adelante, mientras la población esté dispuesta a soportar el dolor. ¿Durante cuánto tiempo? La crisis financiera ha terminado y el euro ha sobrevivido, pero a medio plazo será la política la que determine su destino, no los mercados.
Matthew Lynn, Director Ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.