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Europa puede ser la gran perdedora en la próxima generación

En los próximos 25 años habrá ganadores y perdedores entre países, personas y clases de activos. Actualmente EEUU representa 25% del PIB global, Europa, el 22% y China, el 11%. Pero, de acuerdo a las tendencias actuales y capacidades de las diferentes zonas económicas para crear y aprovechar la innovación y relanzar el crecimiento, el gran ganador será China, con su transición a una economía capitalista, hasta el punto de que puede representar 25% del PIB mundial a lo largo de una generación, los próximos 25 años.

Por su parte EEUU tiene gran capacidad para innovar y crear industrias en torno a innovaciones. Es un país muy pragmático. En diez años, desde comienzos de los 90, creó 25 millones de puestos de trabajo, cantidad equivalente a toda la población activa de Francia, con un crecimiento demográfico del 1,5%, el mayor desde la II Guerra Mundial, muy por encima de su tasa natural de 0,8%, atribuible a la inmigración. Así que su participación del PIB mundial puede estabilizarse en torno al nivel actual de 25%.

Las economías cada vez tienen mayor componente tecnológico y virtual, lo que requiere la adaptación de las personas. Aquellas con una cualificación más alta serán los ganadores, pero las personas con habilidades limitadas serán los perdedores. Es la situación que se produce actualmente en la economía de EEUU donde, a pesar de estar recuperándose, la participación de las personas con escasas habilidades está siendo cada vez menor y tienen mayor desempleo.

Pero los grandes perdedores pueden ser los europeos occidentales, cuya contribución al PIB mundial puede bajar hasta 11%. En Europa puede haber invención, pero falta la capacidad de transformarla y aprovecharla. Para ello hace falta tomar y gestionar riesgos y financiación, lo que precisa de una economía flexible. La clave para la creación de empleo es la nueva capacidad, que depende de nuevos productos, es decir, de la innovación.

A este fin es necesaria una política económica de oferta, trabajo de los gobiernos, que deben aprovechar el tiempo que les ha dado el BCE para implantar las políticas económicas correctas. Es necesario cambiar el estilo de política económica. La historia moderna es muy clara. Una unión monetaria no puede sobrevivir sin unión fiscal. Tiene que haber una política económica común, con presupuesto y política fiscal dedicados al crecimiento y poderes para ello. Existe un potencial enorme, pues la deuda europea es prácticamente cero en relación al PIB en comparación con 100% de EEUU. Ello implica que los países cedan parte de su soberanía.

Hay que tener en cuenta que los formidables avances de los últimos siglos muestran que con grandes choques de innovación hay desarrollo económico. El último ciclo virtuoso de crecimiento tuvo lugar entre 1995 y 2001, con el correspondiente mercado alcista. Se trata de periodos en los que EEUU crece más que el resto, generalmente asociado a un cambio estructural. Entonces fue la revolución de Internet. Así, en las próximas décadas la relación capital/trabajo y producción puede cambiar con la nanotecnología, neurociencia, biotecnología, ordenador cuántico, inteligencia artificial e impresión de objetos en tres dimensiones. Además, en un escenario optimista, petróleo y gas de esquisto pueden hacer de EEUU un exportador neto de energía, con reservas para cientos de años, lejos de las nefastas consecuencias de falta de petróleo. También puede haber choques de innovación en energía solar, geotérmica y redes de distribución eléctrica inteligente. Además puede haber nuevos cambios de estilo de política monetaria y fiscal.

De hecho mediante la combinación de previsiones de regímenes de crecimiento y de inflación es posible establecer escenarios económicos para el próximo decenio. En el primer escenario habrá choque de innovación (tecnológico o de estilo de política monetaria) y el crecimiento económico real pasará a ser sostenido, con inflación estándar y pleno efecto en la última parte de la década. En un escenario alternativo no hay choque de innovación pero si normalización de crecimiento. En el primer escenario las acciones de países desarrollados pueden mostrar rentabilidad anual superior a la histórica de 7% y notablemente superior a la de acciones de mercados emergentes, a pesar del mayor crecimiento en estas últimas regiones. Ello se debe a que la transformación de crecimiento en beneficios es inferior en emergentes, pues las empresas de los países desarrollados tienen exposición internacional y crecimiento doméstico y mundial. Sin embargo los bonos soberanos de países considerados refugio desde 2008 (Alemania y EEUU) ofrecerían tipos de interés muy bajos, con rentabilidad inferior a las acciones. Ocurriría lo mismo con la deuda empresarial de economías desarrolladas, con diferenciales de interés respecto a deuda soberana históricamente bajos.

Christophe Donay, Director de Macroeconomía y Asignación de Activos de Pictet WM.

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