Firmas

Ora y labora

  • Hay que luchar porque se creen trabajos dignos que permitan salir de la pobreza
  • La baja tasa de actividad y los contratos parciales dibujan el mercado laboral

Los fervientes seguidores de Benito de Nursia estarán de enhorabuena después de analizar la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre del 2013 y los datos de enero sobre la afiliación a la Seguridad Social. Su mandato principal (ora et labora) podría convertirse en el resumen ejecutivo del análisis.

Dichos datos se podrían sintetizar, esta vez técnicamente, en una caída del paro registrado y la creación de ocupación, en términos desestacionalizados; es decir eliminando los efectos debidos a la estacionalidad y al calendario. Por tanto, buenas noticias. De hecho, el paro disminuyó en 69.000 personas y a cierre del 2013, sólo teníamos 5.896.300 desocupados. ¿Cómo fue eso posible? En la mayoría de mercados, la evolución de las dos fuerzas principales, a saber: oferta y demanda, permiten responder a la pregunta.

Por un lado, la demanda de trabajo (las empresas en este caso particular de mercado) registró un incremento, fruto del aumento de empleo en el sector agrario y en el sector dedicado al turismo extranjero. Ésta vuelve a ser una buena noticia; pero con dos aspectos negativos: el ritmo es bajo (de ahí las comentadas palabras del comisario Olli Rehn al predecir -peligroso verbo en boca de economistas- que "llevará 10 años arreglar la crisis española") y la duda -más que razonable- sobre el mantenimiento de la creación de empleo por parte de dichos sectores y de quién puede recoger el testigo en tiempos venideros. ¿La construcción? San Benito, por favor, no lo permitas. ¿Las exportaciones? Los dioses, o lo que es lo mismo, la evolución de los principales mercados de destino no parece favorable.

Por el otro lado, la oferta de trabajo (los individuos) disminuyó fruto del decremento de la población activa. Esta disminución tiene diversos factores desencadenantes. En primer lugar, la población española presenta claros síntomas de envejecimiento. En segundo término, el flujo migratorio ha provocado un descenso de la población en edad de trabajar. Finalmente, se podrían aludir causas psicológicas, como el desánimo, ya que además del largo periodo que llevamos en esta situación se añade otro hecho descorazonador: actualmente, encontrar trabajo en nuestro país no equivale a salir de la pobreza.

En el mercado se observan, además, dos características preocupantes: la creación de empleo, apuntada en párrafos anteriores, es a tiempo parcial y con contratos temporales; y la baja tasa de actividad. El empleo a tiempo parcial, también observado en países de nuestro entorno, es una práctica habitual para paliar los efectos de la crisis. No obstante, lo que ya no es tan habitual es que dos terceras partes de las personas ocupadas a tiempo parcial manifiesten que querrían trabajar a tiempo completo. La explicación radica en la tipología de las personas. En Europa, son los estudiantes y los jubilados los que utilizan esta modalidad de contratación, no siendo así en nuestro país. La temporalidad nos debería alertar del efecto lampedusiano de la reforma laboral; se ha cambiado para que todo siguiera igual.

La tasa de actividad (gente dispuesta a trabajar del total de la población) ronda el sesenta por ciento (59,43%), o lo que es lo mismo, de cada diez personas sólo seis trabaja o está parada, y cuatro están inactivas. Además, tres cuartas partes de los parados llevan más de seis meses en dicha situación y más de la mitad lleva más de un año, lo que agrava profundamente su situación. En consecuencia, nuestra tasa de ocupación es relativamente baja (algo superior al 40%) por lo que debemos esperar, sino rogar, que cuando se recupere nuestra economía algunos inactivos desanimados se incorporen al mercado laboral.

En definitiva, y volviendo al resumen ejecutivo, los que tenemos trabajo debemos laborar (no nos sorprende en absoluto el aumento de la productividad registrado en los últimos tiempos) y seguir en la línea para que se creen trabajos dignos que permitan salir de la pobreza a nuestros conciudadanos; y todos, tengamos trabajo o no seamos creyentes o no, debemos orar puesto que, como dice el viejo aforismo, el tiempo de los hechos ya ha pasado y ahora es tiempo de milagros.

Por cierto, en el próximo artículo, hablaremos de cómo salir de la crisis...

Josep M. Sayeras, profesor titular del Departamento de Economía de ESADE.

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