
En el ámbito económico se insiste en que nuestro futuro depende, en gran medida, de la política económica de la Eurozona. No deja de ser una forma de eludir responsabilidades, en un país con tasas de paro elevadísimas, un sistema productivo escasamente competitivo y un sector público necesitado de reformas urgentes, entre otros problemas.
El discurso es sencillo. Si la Eurozona no crece (y en el tercer trimestre ha crecido un 0,1%, según Eurostat) España no crecerá, y el paro seguirá aumentando. Así que, dada la actual fragilidad del crecimiento europeo, la recuperación, si se produce, será lenta e insuficiente. Razón por la que hay que solicitar a sus economías centrales, principalmente a Alemania, que hagan un esfuerzo por nosotros. En concreto, suavizar sus políticas presupuestarias, y así tendría lugar una reactivación de la demanda -los brotes verdes-. Dicho de otra forma: si en un país hay recortes (España) en otro se debe gastar más (Alemania).
El problema es que Alemania, aún traumatizada por pasadas hiperinflaciones, no desea tener inflación ni reducir su superávit comercial. Pensar que se le puede forzar a estimular su demanda es ilusorio. Menos aún si, como algunos piensan, se trata de ayudarnos a salir de una crisis causada por prácticas irresponsables. Piénsese en el excesivo endeudamiento o la escasa eficiencia del sistema productivo, resultado de una larga crisis interna. Esto coincide, además, con cierta crisis institucional en Europa.
Se puede estar de acuerdo en pertenecer a la UE y compartir sus objetivos (ver la ya fallida Estrategia de Lisboa, o la actual Estrategia 2020). No parece aconsejable ser mero receptor de ayudas. La Estrategia 2020 señala como objetivos prioritarios "crear valor basando el crecimiento en el conocimiento", subrayando la importancia de adoptar políticas que "contribuyan de forma decisiva a la cohesión social y aborden el desempleo".
¿La mayor operación solidaria de la historia?
España se ha beneficiado de recursos de la UE, hasta el punto de ser calificado este proceso como "la mayor operación de solidaridad de la historia" (González Vallvé, 2007). Es cuestionable que hayan contribuido a hacer la economía más competitiva, tecnológicamente avanzada y generadora de empleos sólidos, y así poder crecer sin tanta dependencia de la Eurozona.
Para una recuperación sostenible no basta esperar a tocar fondo y crecer el PIB unas décimas, como predicen los institutos de coyuntura. El crecimiento interno viene de la inversión productiva, las exportaciones y el consumo. Esas estrategias y ayudas habrán tenido efecto en países con instituciones sólidas y eficaces.
En España no es que estemos convergiendo con Europa, sino que se acentúan las diferencias. Hemos pasado de crear la mitad de los empleos de la UE en los años de la burbuja inmobiliaria a destruir también la mitad tras la crisis. De tener un ratio de deuda pública sobre el PIB de algo menos del 40% a más del 93%, mientras se alcanzan récords en morosidad, según los últimos datos del Banco de España, y el índice PMI manufacturero se sitúa en noviembre en niveles alarmantemente bajos (por debajo del nivel de 50).
Necesitamos motores para crecer, aunque no lo haga la Eurozona, y hay aspectos que exigen cambios profundos. Uno fundamental es contar con un modelo productivo más eficiente. Y existen importantes carencias. Una relevante es que el peso del sector industrial va reduciéndose, como señala repetidamente el Comisario Europeo de Industria, un lastre importante pues la industria genera crecimientos de mayor valor añadido y empleos estables. Temas como buscar fuentes mejores y baratas de energía, apostar por nuevas tecnologías o exportar con más valor añadido surgen de ese "motor de arrastre" que es la industria.
¿Quién lo puede hacer? Obviamente, los mejores empresarios con sus ideas, esfuerzo y dinero. Son sus empresas las que producen, innovan y exportan. Pero los responsables políticos deben impulsar e incentivar los procesos de cooperación e internacionalización que generen crecimiento e innovación, no entorpecerlos con regulaciones ineficientes o excesivas cargas administrativas.
El BCE nos ha prestado mucho dinero, pero no esperemos una financiación inflacionista, ni tampoco esperemos más de una política europea escasamente útil para una salida real de la crisis, que es fundamentalmente interna. Más aún cuando no está del todo claro lo que queremos que sea la Europa de las actuales asimetrías. No hay otra vía que realizar reformas, algunas aún sin abordar, pero siempre con una estrategia de crecimiento eficaz.
Juan Rubio Martín, profesor y doctor en Economía. Universidad Complutense. Experto en Economía de la Sociedad de la Información.