
Puede parecer una perogrullada empezar diciendo que es importante adaptarse a los cambios, pero es que lo es. Y a veces se nos olvida. Yo pensaba que lo más cambiante en el mundo eran los discursos políticos, pero luego conocí la legislación fiscal y, sin duda alguna, gana por goleada en cuanto a capacidad de mutación, y además súbita.
Quería añadir ahora una definición del término "mutación", que ilustrara bien a lo que me refiero, pero hay demasiados tipos de mutaciones definidos y, por tanto, quedarme con una definición podría causar el efecto contrario al deseado desconcertando al lector. Lo que sí puedo decirle es que la mutación tributaria es la más peligrosa de todas.
Llegados a este punto, como tenemos por costumbre en este país, tengo que darle una mala noticia y una buena. ¿Cuál quiere primero? ¿La mala? La mala: no hay médicos capaces de curar esta mutación. Si la enfermedad devenga tendrá que hacer frente a la misma hasta sus últimas consecuencias.
La buena: existe una vacuna, la planificación fiscal continuada. No sana pero aminora los efectos adversos de la enfermedad. Por cierto, es una vacuna que requiere una dosis de "recuerdo anual".
La reciente crisis económica ha puesto de manifiesto que el axioma "baja los impuestos y recaudarás más" es válido solamente en señalados preceptos: cuando hay un debate en televisión, cuando se aproxima una cita electoral, etc. La realidad es que durante los últimos ejercicios la presión fiscal ha subido en muchos bares y prácticamente ha afectado a todas las maneras de tributación: directas, indirectas, circunstanciales...
Los dos ejemplos más claros, además de la subida del IRPF, vienen de la mano de tributos cedidos a las CCAA: el Impuesto sobre el Patrimonio y el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones. Tributos que de alguna manera hace pocos meses en Valencia estudiábamos en manuales de historia y que, desgraciadamente -por qué no decirlo- hoy están de nuevo absolutamente en boga.
"Es necesario hacer una planificación correcta de ambos impuestos. Créame que es mucho el dinero que se puede ahorrar". En el IP simplemente con hacer una buena planificación se puede conseguir un ahorro a veces cercano al 100% del tributo. Simplemente hay que conocer cómo obtener determinados rendimientos, qué vehículos pone la ley a mi disposición para diferir o rebajar la tributación, y qué productos financieros son los apropiados en cada momento.
Asesórese bien, cada punto de rebaja fiscal es un punto de rentabilidad adicional, es decir, de dinero en su bolsillo. Terminamos la semana pasada de estudiar el caso de un cliente que hizo lo correcto, vino a asesorase y planificó de manera correcta su sucesión estando él en vida. No solo evitó problemas entre los herederos -cuestión nada baladí- porque todo estaba perfectamente organizado. Quisimos hacer el ejercicio de comparar lo que hubiera pasado si los movimientos propuestos no se hubieran llevado a cabo.
Nada, simplemente hubiera pagado doscientas veces más... Los impuestos indirectos sólo se pueden controlar evitando o minorando el hecho imponible, aquí el consejo es fácil: gasta menos agua, ponte bombillas led... para esto no hace falta un asesor especialista. Sin embargo, para los impuestos directos, especialmente por su camaleónica capacidad de mutación merece la pena anticiparse o "adaptarse al medio".
Para terminar insistirle: lleve cuidado con la mutación tributaria, es contagiosa y peligrosa, provoca mal humor, pérdida de capacidad adquisitiva, irritabilidad, incluso episodios de ira descontrolada en pacientes, digo contribuyentes. Es importante ir a un asesor fiscal y pedirle la vacuna. Lo ideal es hacerlo a principios de año para planificar cada ejercicio. Si este año no lo hizo en enero, mejor hágalo ahora.
José María de Hevia Ivars, Socio director de EFE&ENE Multifamily Office.