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Fagor y los contagios

Mondragón debe realizar auditorías rigurosas para evitar el efecto contagio en el grupo.

El hundimiento de Fagor Electrodomésticos, inesperado para gran parte de la opinión pública aunque intuido por los circuitos económicos del sector industrial, representa un duro golpe, de efectos impredecibles en gran medida, sobre el movimiento cooperativista del País Vasco. Conviene recordar que la Cooperativa Mondragón, fundada en los años cincuenta del pasado siglo por el sacerdote José María Arizmendarrieta, es hoy un grupo multinacional extendido por los cinco continentes que da trabajo a más de 80.000 personas. Es la mayor cooperativa del mundo, formada por 289 entidades -de las que 110 son cooperativas y 147 sociedades filiales- de áreas muy diversas, y representa por volumen de negocio el primer grupo empresarial del País Vasco -produce el 7 por ciento del PIB de la comunidad autónoma- y el séptimo de España.

La crisis de Fagor Electrodomésticos, una compañía que participaba de la cultura empresarial de la matriz y cuyo cierre no sólo representa la pérdida del trabajo de sus trabajadores cesantes, sino también de su inversión patrimonial en la compañía -gran parte de su ahorro ha sido empleado en inversiones voluntarias y préstamos a la cooperativa-, debe tener orígenes complejos, pero se ha debido sobre todo al estallido de la burbuja inmobiliaria, que ha hundido en España la demanda de equipos de línea blanca. En mayo pasado, la Cooperativa Mondragón tuvo que auxiliar a Fagor con 70 millones de euros, lo que representó renunciar a los beneficios; ahora "la solidaridad ha llegado al límite", afirman los representantes de los cooperativistas.

El problema para cualquier operación de salvamento ha sido la dimensión. Y una vez constatado que la compañía no tiene condiciones para ser rescatada, la principal preocupación de la Corporación y del entorno político -el Gobierno vasco y el Ministerio de Industria- debe ser impedir el contagio. Sensatamente, el lehendakari Urkullu ha manifestado que su preocupación como Gobierno "en estos momentos" es que el cierre de Fagor Electrodomésticos "tenga un impacto mínimo en la economía vasca" [?] "En ese esfuerzo estamos como Gobierno vasco, en ese esfuerzo seguiremos", ha dicho, y ha mostrado además su intención además de "ayudar a Mondragón Corporación en lo que el impacto que Fagor Electrodomésticos pueda suponer para la propia corporación".

Como es lógico, Fagor ha esgrimido su importancia en los momentos de agonía para tratar de buscar apoyos, y no hay exageración en sus planteamientos testamentarios. Además de ir al paro los más de 5.600 trabajadores en todo el mundo, unos dos mil en Euskadi, su cierre arrastrará sólo en el País Vasco a unos 4.000 trabajadores más por la vía de proveedores, contratas y comercios, entre otros; también se hará notar en las empresas y cooperativas del entorno que podrían entrar en crisis.

El director general de Fagor Electrodomésticos, Sergio Treviño, ha asegurado que la caída de la compañía tendrá un "efecto sistémico"; y de hecho la empresa realiza compras a proveedores vascos por valor de 135 millones anuales, de los cuales 50 millones corresponden a otras cooperativas de Mondragón. Además, en el conjunto de España tiene subcontratados los servicios de asistencia técnica de sus electrodomésticos con 108 empresas, en las que trabajan alrededor de mil personas.

El riesgo indirecto para Mondragón Corporación es inocultable. Caja Laboral, financiera de la cooperativa, podría ver afectada la confianza de los clientes. La distribuidora Eroski, con una deuda exorbitante de 2.500 millones de euros -en gran medida a causa de la compra en 2006 del Grupo Caprabo- y unas pérdidas acumuladas en los últimos años de 435 millones, podría encontrar dificultades para seguir financiándose; la refinanciación conseguida en enero pasado hasta 2017 halló ya muchas dificultades. Y la aseguradora Lagun Aro deberá hacerse cargo de los seguros de desempleo de los más de 1.600 cooperativistas en paro.

El último informe presentado por Mondragón Corporación reconoce una caída del empleo del 4 por ciento en 2012 hasta los 80.321 trabajadores, una reducción del 1,4 por ciento en los recursos propios hasta 3.943 millones de euros y una contracción de los ingresos en un 5,1 por ciento hasta 14.081 millones. Pero no se obtiene una visión cabal de un entramado heterogéneo en el que hay empresas modélicas y otras que sufren dificultades graves. El drama de Fagor Electrodomésticos debería servir para que la Cooperativa, con ayuda del Ejecutivo vasco, realizara unas auditorías rigurosas para contener cualquier conato de contagio y emprendiera la tarea de modernizar unas estructuras que a todas luces requieren, tras la crisis, un contraste eficaz con la realidad.

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