
Este año 2013 se han cumplido 20 años de la puesta en pleno funcionamiento del Mercado Único Europeo. Sin embargo, lejos de ser una meta agotada, el perfeccionamiento de este mercado puede ser una fuente para impulsar el crecimiento de la maltrecha economía europea, mejorar la competitividad de sus empresas y generar nuevas oportunidades de empleo.
Completar sus lagunas, desbloquear sus obstáculos y retrasos, así como adaptarlo a la nueva era de la economía digital puede desatar un potencial y una dinámica positiva de la que hoy estamos muy necesitados y por la que merece la pena seguir apostando.
La idea de un mercado común en el que hubiera libre circulación de mercancías, trabajadores, libre establecimiento de empresas, libre prestación de servicios y libre movimiento de capitales fue, desde los comienzos de la integración europea en los años 50, uno de los instrumentos claves para impulsar un crecimiento económico sostenible y crear empleo en Europa.
De hecho, se estima que de 1985 a 1992 generó un incremento adicional del 0,5% del PIB europeo cada año y un 2,13% adicional en el periodo de 1993 al año 2000, con una creación global de 2,7 millones de empleos. Además, se incrementó notablemente el comercio, se reestructuró la industria europea con un impulso a la especialización y a la innovación, convirtiéndola en más competitiva y ofreciendo ventajas al consumidor (precios más bajos, mayor calidad y variedad de productos y mejor acceso a ellos).
Todo ello se hizo incrementando a la vez la cohesión económica y social. En el marco de la construcción de una Europa unida, ha sido uno de los proyectos más ilusionantes y que más capacidad de generar consensos y movilizar apoyos han demostrado, y es uno de los grandes ejemplos -quizás el mejor hasta ahora- de las ventajas que aporta la unidad frente a la fragmentación. No es pues de extrañar que la creación de este mercado único, con sus 175 millones de empleos, sus 21 millones de empresas y 500 millones de consumidores, se conciba como un éxito incuestionable y uno de nuestros grandes activos. Es un modelo que otras áreas de integración regional han intentado conseguir pero que ninguna ha podido alcanzar.
Ahora bien, que el éxito de este Mercado Único Europeo sea, globalmente considerado, innegable, no significa que sea pleno. Hay ámbitos de actividad en los que la fragmentación sigue siendo la regla, el comercio entre Estados miembros es reducido y la competencia limitada.
Por ejemplo, llama poderosamente la atención que la prestación de servicios entre Estados miembros esté muy alejada del nivel de comercio intracomunitario de mercancías -y no olvidemos que el sector servicios constituye más del 70% de la economía europea-. Sorprende también el escasísimo número de empresas que consiguen ganar un concurso público más allá de sus fronteras nacionales. Esto es especialmente cierto para las pequeñas y medianas empresas, lo que induce a pensar que la apertura de los mercados de contratación pública -en torno al 15% del PIB europeo- es más teórica que real o por lo menos en la práctica se ha conseguido solo muy parcialmente.
Otros ejemplos serían los mercados de energía al igual que los de otras industrias de red (transporte, por ejemplo) que siguen estando lejos de funcionar como un mercado europeo. Además hay otras fragmentaciones muy llamativas como, entre otras, la del mercado de servicios financieros, las importantes disparidades en las normas laborales y fiscales de los diversos Estados miembros o las dificultades que todavía tienen las sociedades para trasladar su sede a otros Estados miembros.
Si a ello sumamos los nuevos desafíos que el mercado único ha de afrontar como consecuencia de la nueva economía digital así como la imperiosa necesidad de una mejor supervisión y gobernanza de los mercados y los retos que derivan de una competencia exterior cada vez más fuerte en un contexto de globalización, entenderemos que el Mercado Único Europeo, lejos de ser una tarea agotada, es todavía uno de nuestros grandes retos presentes y de futuro.
No es, desde luego, la panacea para todos nuestros problemas pero puede ser un factor decisivo para superar la crisis y construir un futuro mejor. La Comisión europea estima que puede aportar hasta 2020 un 4% adicional al PIB europeo y acaba de lanzar el mes del mercado único en toda Europa (23 de septiembre a 23 de octubre de 2013). Hay que reforzar la unidad del mercado único europeo, superar sus excesivas fragmentaciones y aprovechar una vez más su potencial como motor de crecimiento y empleo.
Jerónimo Maillo, Profesor de Derecho de la UE, Universidad CEU San Pablo.