
"No sólo de los fundamentos de nuestro futuro económico sino de la solidez de nuestras instituciones democráticas depende la determinación de nuestro gobierno de conseguir empleo a gente ociosa", Franklin D. Roosevelt.
Esta semana he coincidido con Ricardo, carpintero con una mente lucidísima y con el que me gusta departir para oír sus afilados comentarios sobre todo tipo de temas. Nos estábamos poniendo al día y me comentó una de las novedades: los García (pseudónimo para preservar la intimidad de mis conocidos) "estaban embarazados" - odiosa expresión que utilizan los congéneres cuando la hembra ha sido preñada por un macho-. Movido por la curiosidad le pregunté qué sería. Ricardo me miró con su sorna habitual y respondió: "¿qué va a ser? ¡Un parado!".
En el momento, me reí de su ocurrencia pero esa idea no me abandonó. Al llegar a casa, las noticias incidían igualmente en el desempleo juvenil: la denominada lacra del mercado laboral español. En este tipo de situaciones, cuando todos los inputs insisten en llevarme hacia una determinada conclusión, surge un mecanismo de defensa automático consistente en releer a mis clásicos y observar el lado bueno de la razón. Así, supe que en España, el paro juvenil, entre 16 y 24 años, era de un escalofriante 43%... ¡en 1995!; que presentaba una media del 33% desde la democracia, y que actualmente, era sólo el doble que su tasa de paro; es decir, la media de la OCDE.
En resumen, España tiene ciertamente un problema: el paro y punto. ¿Y los jóvenes? Siguiendo con mis clásicos, ellos deberían ser objeto de dos clases de solidaridad, una afectiva y relacional, y otra objetiva y física; puesto que somos nosotros, los mayores, quienes tenemos las llaves de poder en nuestra sociedad y movemos los hilos de la economía y la política. Si se analiza el problema, se observará que por un lado, se encuentra un conjunto de personas (la oferta de trabajo) sobrecualificada; lo que implica una mala asignación de recursos y genera frustración entre los jóvenes. Y ello, a pesar de que los informes PISA muestren que los estudiantes españoles tienen un desempeño notablemente inferior al que les correspondería por el volumen de recursos que se invierte en educación. Otra cosa es si dichos recursos se utilizan de forma adecuada para prepararles para la actividad profesional. Además, en términos generales su predisposición a desplazarse de su lugar de residencia habitual es más bien bajo, tal y como refleja la última encuesta de la EPA.
Por otro lado, se encuentra un conjunto de puestos de trabajo (la demanda de trabajo), que mayoritariamente requieren una baja formación y, en consecuencia, ofrecen unos bajos salarios. En resumen, nuestra estructura productiva no es capaz de absorber la fuerza de trabajo y de esta manera se confirma la cita del presidente Calvin Coolidge ("cuando un gran número de hombres no puede encontrar trabajo el resultado es el desempleo").
Finalmente, debemos recordar que la formación genera externalidades positivas al resto de la sociedad. Recientemente tuvo lugar la Conferencia contra el Paro Juvenil en Berlín, que reunió a 28 ministros de Trabajo y varios jefes de gobierno con resultados más bien escasos: más dinero (aunque insuficiente) gracias a la aportación del Banco Europeo de Inversiones y vagas declaraciones, como "no se puede solucionar de un día para otro" (Herman van Rompuy) o "sólo el dinero no es suficiente" (Angela Merkel) o "no se trata de anunciar medidas para crear efectos" (François Hollande).
En resumen, se precisa una reforma educativa y otra de modelo productivo para solventar esta problema; y si bien es cierto que los agentes privados (estudiantes y profesores, trabajadores y empresarios,? y, en general, toda la comunidad) deben realizar su parte no lo es menos que se necesita la intervención política -en el buen sentido del término, si todavía queda alguno- para acometer dichos cambios. ¿Seremos capaces? La Conferencia de Berlín no es un buen augurio pero esperemos que estemos ante una de esas situaciones en que la raza humana por ignorancia y desconocimiento de sus posibilidades acaba logrando su objetivo.
Por cierto, en el próximo artículo, hablaremos de cómo salir de la crisis?
Josep M. Sayeras, profesor titular del Departamento de Economía de Esade.