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Fracaso democrático en Egipto

Imagen de las concentraciones en Egipto.

La polémica Constitución egipcia de corte islamista ha sido suspendida. El destituido expresidente, Mohamed Mursi, se encuentra arrestado tras la intervención militar. Es posible que los uniformados se hayan visto forzados a actuar y realmente no quieran asumir el poder. Sin embargo, desean mantener sus privilegios y sus inmensos intereses económicos. La duración e intensidad con la que ejercerán el control es a día de hoy una incógnita.

Los Hermanos Musulmanes (HM) denuncian un golpe de Estado contra el gobierno legítimo. Militares y opositores lo consideran una medida necesaria para salvar al país del caos. Lo que está claro es que lo ocurrido es una mala noticia para la democracia. Es de esperar que la intervención sea breve y sobre todo ponga coto a la violencia para no lamentar más muertes.

El exaliado de Mursi, Abdel Fattah al-Sisi, que dirige el ministerio de Defensa, es el nuevo hombre fuerte. Desde que fuera designado por el jefe del Estado en agosto, sus relaciones no han sido de sumisión. El 23 de junio, al-Sisi advertía que no permitiría la guerra civil ni el colapso de las instituciones. El ultimátum del lunes para "respetar la voluntad popular" vino acompañado, además, por otra señal enviada a los manifestantes de Tahrir: cinco helicópteros con la bandera nacional desplegada sobrevolaron la plaza, donde la multitud coreaba "el Ejército y el pueblo unidos".

El general al Sisi, hombre piadoso, aunque no pertenece a la Hermandad, tiene buenos y fuertes lazos con EEUU. Tanto a nivel diplomático como militar. Algo crucial en un momento delicado en que Norteamérica se replantea la asistencia de 1.600 millones de dólares anuales que brinda al Ejército de acuerdo con la nueva situación. Obama exige que el depuesto presidente y sus partidarios no sufran detenciones arbitrarias como parece está ocurriendo. Al mismo tiempo reclama que se reintegre tan pronto como sea posible el poder a un gobierno civil democráticamente electo.

Después de mantener una reunión con grupos opositores, líderes juveniles y jerarcas religiosos musulmanes y coptos, la cúpula castrense impone una hoja de ruta. En ella anuncia que el presidente del Tribunal Constitucional, Adly Mansur, administrará la etapa interina y convocará elecciones presidenciales anticipadas. El gobierno provisional estará integrado por tecnócratas. Según al Sisi, el presidente Mansur tendrá todo el poder para hacer declaraciones constitucionales y designar a un jefe de Gobierno con prerrogativas.

A diferencia de los principales líderes opositores -entre ellos el premio Nobel de la Paz Mohamed ElBaradei y el exjefe de la Liga Árabe, Amr Musa- Mansur es un desconocido. Una figura neutral que quizá convenga a los planes de las FFAA para tratar de limar asperezas en una transición que se presenta muy complicada.

Egipto seguirá dividido

Conviene recordar que cuando Mursi asumió el poder heredó un país sumido en la crisis dejada en gran parte por los militares tras 18 meses en el poder. Ese año y medio de desastrosa gestión hizo de la llegada de Mursi un momento de liberación y esperanza pese a los miedos suscitados por la elección de un islamista.

Nos guste o no los HM ganaron, aunque con escaso margen, las primeras elecciones democráticas en Egipto. Un hecho que no puede borrar su falta de experiencia y los graves errores de gobierno cometidos. Mursi careció de visión y estrategia. No consiguió aunar al país en torno a un proyecto nacional incluyente. Al contrario, lo dividió aun más. La Hermandad ni siquiera fue capaz de elaborar una fórmula que combinara su conservadurismo religioso y la gestión moderna de la economía. Siguió empeorando la bancarrota dejada por los militares. La catástrofe económica y social es completa.

Los HM asumirán a partir de ahora el papel de mártires. Mursi les ha pedido la protesta no violenta pero podrían pasar a la clandestinidad. Si lo hacen, existe el riesgo de que se un dé un escenario similar a la sangrienta confrontación civil de los 90 en Argelia.

No se vislumbra un Nelson Mandela capaz de reconciliar la sociedad. Egipto seguirá dividido a largo plazo. Incluso entre la oposición laica. Lo único que la mantenía unida era su rechazo a Mursi. Probablemente vuelvan a perder fuerza a partir de ahora. En las últimas fechas hasta los islamistas más radicales, los salafistas, exigían la renuncia de Mursi. En los próximos comicios, los HM, indefectiblemente y casi sin ninguna duda, volverán a ser una fuerza importante que no se puede excluir del proceso de transición. Entre los HM hay muchos moderados. Es con ellos -y no con los militares- con quienes hay que construir el futuro político de Egipto.

Marcos Suárez Sipmann, analista de Relaciones Internacionales. @mssipmann

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