
En todas las viejas películas de ciencia ficción, el futuro se describe invariablemente como un lugar lleno de robots atentos y trabajadores, enfrascados en las tareas del hogar mientras los humanos sorben cócteles y disfrutan. Curiosamente, parece que no ha resultado ser así sino todo lo contrario: ahora trabajamos más que nunca, atados a nuestros teléfonos inteligentes y al correo electrónico.
Por fin, eso sí, los progresos en inteligencia artificial son tan rápidos y significativos que los robots podrían acabar haciendo su aparición en la vida diaria. Por ejemplo, Google está trabajando en un coche autodirigido, Samsung ha lanzado el aspirador robotizado y otros robots y máquinas aprenden deprisa a realizar intervenciones quirúrgicas simples, procesar documentos legales sencillos, enseñar idiomas o incluso escribir artículos (aunque no tan bien como los humanos, debo añadir).
En su nuevo libro, "Robot futures", Illah Reza Nourbakhsh, profesor de robótica de la universidad Carnegie Mellon, se imagina un futuro próximo donde sectores enteros de trabajo tradicional serán acaparados por las máquinas. Un informe de este mes del Instituto Internacional McKinsey sostenía que la automación del trabajo intelectual y la robótica avanzada son algunas de las tecnologías más problemáticas que están transformando la economía mundial. "A medida que más tareas de trabajo intelectual puedan ser realizadas por máquinas, es posible que algunos empleos se vuelvan totalmente automatizados". Mientras, los avances en robótica "podrían hacer que fuese práctico sustituir mano de obra humana por robots en más tareas manufactureras, además de un número creciente de puestos de servicios".
Habrá que ver con qué rapidez ocurre. Las tecnologías no siempre avanzan a la velocidad que esperan sus defensores más acérrimos, aunque está claro que una de las razones de que los puestos manufactureros se hayan reducido tanto en las economías desarrolladas no es sólo la competencia de mano de obra barata china sino también que los robots han asumido muchas tareas que solían hacer los humanos en las fábricas (son más fiables, no piden aumentos de sueldo ni cuestionan las decisiones del jefe). Y, si puede ocurrir en la manufactura, sucederá también en el sector de servicios. Los robots aprenderán a conducir camiones y furgonetas mejor que las personas, y podrán enseñar, defender o escribir mejor también. No sorprende que a las personas les empiece a preocupar su situación profesional. Las máquinas inteligentes podrían aniquilar decenas de lo que hoy parecen puestos bastante seguros y bien pagados. ¿Puede uno protegerse del auge de los robots en el futuro?
Cinco claves
He aquí cinco puntos de partida. Uno, bastante obvio, es fabricar robots. Los ludistas de la revolución industrial inglesa destrozaban los telares mecánicos que les quitaban el trabajo. Les recordamos por su oposición a las nuevas tecnologías y tenían razón: se esforzaron mucho para aprender unas técnicas que de repente se habían vuelto inútiles. Les habría ido mejor si hubiesen aprendido a fabricar los nuevos telares. Se podía ganar mucho dinero ideando las máquinas que alimentaron la revolución industrial. Del mismo modo, habrá fortunas esperando a quienes diseñen robots, los reparen, distribuyan piezas nuevas o reciclen las viejas.
Dos, pasar a un mercado de alta gama. Si los robots persiguen nuestros trabajos y aprenderán enseguida a hacerlos por menos dinero, habrá que esperar mucho más hasta que los hagan mejor. El escáner automatizado del supermercado prepara el tique de la compra y, como clientes, seguramente apreciemos los precios más baratos que tenemos que pagar pero no es ni mucho menos preferible a la caja gestionada por un humano. Las personas pagarán por el servicio humano y, cuanto mejor sea, más tiempo estarán dispuestas a seguirlo haciendo.
Tres, ser creativo. Los ordenadores avanzados y robots mejoran sin cesar. No hay duda de que acabarán asumiendo grandes sectores profesionales como el derecho, la medicina, la ingeniería o la contabilidad, que requieren la capacidad de memorizar, procesar y aplicar mucha información compleja, pero tardarán mucho más en ser creativos de verdad. A los médicos informatizados tal vez les cueste descubrir enfermedades nuevas o prestar el apoyo adecuado a un enfermo de cáncer. Los abogados robots puede que no se fijen en nuevas sentencias o precedentes que puedan transformar un caso o no encuentren argumentos que conecten emocionalmente con el jurado. Cuanto más innovadora sea una profesión y más creatividad se emplee en ella, más fácil será defenderla.
Cuatro, pasar a nuevos sectores. La economía no es un juego de suma cero sino que cuando los viejos sectores mueren, surgen otros nuevos. ¿Quién pensó que necesitaríamos redes sociales o teléfonos para jugar con ellos, o páginas donde almacenar las fotos? Se trata de grandes industrias que hace una década no existían y dentro de otra habrá toda una serie de sectores nuevos. Es cierto que los robots nos alcanzarán con el tiempo pero si somos rápidos, conseguiremos adelantarnos a las tendencias.
Cinco, divertir a los robots. Cuando surja la verdadera inteligencia artificial y sin duda lo hará, habrá muchos R2D2 con tiempo y supuestamente dinero a mano. Si ellos pueden hacer cosas para nosotros, está claro que nosotros también podremos hacer cosas para ellos. Podríamos aprender a enseñarles, por ejemplo, o asesorarles profesionalmente. O simplemente contarles chistes: ¿qué dice un robot en la primera cita? Me conquistaste desde el inicio de sesión. Las ventas a robots serán un sector inmenso.
Lo importante que hay que recordar es que cuando las viejas profesiones cedan ante la tecnología, surgirán otras nuevas, aunque las personas que las aprovechen no serán necesariamente las mismas, sino aquellas que se esfuercen mucho y sean lo bastante inteligentes como para llevar la delantera a los demás.
Matthew Lynn. Director ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.