Firmas

El disparate de Chipre

No se entiende que se rescate a los bancos para salvar los depósitos y también a la inversa.

No se sabe muy bien de dónde salió semejante ocurrencia ni cuál es su justificación, si salvar a los bancos chipriotas o meterlos en cintura en cuanto que se han convertido en el lavadero de dinero de dudosa procedencia, cuando no simple y llanamente del crimen organizado en sus diferentes acepciones.

Vamos a intentar poner en orden algunas ideas al respecto. Defiendo de forma razonada, y así lo he hecho constar en estas mismas páginas, la quiebra de los bancos cuando emprenden malas inversiones o toman riesgos excesivos que los conducen a la ruina, porque la quiebra es el castigo que reserva el mercado para los que hacen mal las cosas y es el método más eficiente para eliminar los tristemente famosos activos tóxicos, que inundaron las economías de Estados Unidos y Europa de la incertidumbre y falta de confianza que nos sigue impidiendo salir de la recesión.

La coartada para justificar los rescates ha sido la garantía de los depósitos. Siempre he defendido que la garantía de los depósitos es algo que tienen que solucionar los depositantes, el banco y las compañías de seguro. ¿Qué es lo que ha pasado ahora para que las autoridades comunitarias, políticas, económicas y monetarias, y las autoridades de Chipre entren a saco contra los depósitos para rescatar a los bancos? Pero ¿no habíamos quedado en que la garantía de depósitos era la piedra angular sobre la que se apoyaba la confianza del sistema bancario?

No se entiende muy bien que unas veces se rescate a los bancos para asegurar los depósitos, y ahora se utilicen (se roben) los depósitos para rescatar a los bancos, sin saber ni por qué ni para qué.

Si el sistema bancario de Chipre es un paraíso para lavar dinero negro procedente de ese crimen organizado en sus diversas acepciones, en el seno de la unión monetaria, parece que las autoridades europeas debieran disponer de los instrumentos suficientes para poner en orden este sistema financiero que además de corrupto parece que está quebrado.

El cariz que están tomando los acontecimientos aconseja no solamente dejar quebrar a los bancos, habría que dejar quebrar también a los países. Pero, además, al menos por lo que se refiere al procedimiento, los remedios propuestos se están mostrando bastante peores y peligrosos que la enfermedad. Sólo el anuncio de que la imposición sobre los depósitos de los bancos de Chipre debiera cooperar al rescate con cinco mil millones de euros ha hecho que las bolsas europeas se desplomen, el tipo de cambio del euro comenzara a temblar y la prima de riesgo española subiera en torno a veinte puntos.

Pero lo más llamativo es la contradicción que implica la organización del rescate, ya que siempre la garantía de los depósitos fue la coartada utilizada para justificar los rescates bancarios, sin pensar ni en los efectos desastrosos de los activos tóxicos que provocaron la quiebra, ni en el enorme problema de riesgo moral que implicaba el propio rescate. En el caso de Chipre se intenta robar los depósitos para rescatar los bancos.

Sólo la mediocridad de los dirigentes políticos y económicos a nivel internacional y el desconcierto de los economistas pueden explicar estos comportamientos tan erráticos y contradictorios, y, lo que es más grave, carentes de toda lógica económica. Pero de toda lógica económica carecen la mayoría de las disparatadas propuestas que han venido postulándose y que todavía hoy se siguen postulando.

Las políticas de estímulo, sin haber sentado las bases del crecimiento económico, la fundamental de todas es la garantía de las estabilidad macroeconómica, lo único que harán será agravar la distorsiones que nos metieron en la recesión. Los mayores enemigos de la estabilidad macroeconómica son la inflación alta o variable y el excesivo déficit público. Por lo que se refiere a la inflación la política monetaria protagonizada por los bancos centrales es absolutamente disparatada, que no se ha traducido ya en altas tasas de inflación por la incertidumbre y la falta de confianza que inundan todos los mercados, y la gente prefiere el dinero a otros tipos de activos o mercancías. Dicho de otra forma, la demanda de dinero es capaz de absorber todo el exceso de liquidez que están proporcionando los bancos centrales, de ahí la ineficacia de la política monetaria.

Es necesario lograr el equilibrio presupuestario, porque gran parte de los problemas que tenemos vienen provocados por el excesivo endeudamiento del sector público.

Pues bien, los estímulos en la actualidad sólo se pueden financiar con inflación o con déficit público y ello, como sigue sucediendo, lo que hace es distorsionar los precios que a su vez desalientan las inversiones productivas y desvían los esfuerzos hacia actividades improductivas e incentivan el uso ineficiente de los recursos.

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