Precariedad o paro. Ésta es la opción que plantea en el último programa de 'Salvados' el catedrático de Economía y asesor del Gobierno alemán Juergen Donges. Los comentaristas, en algunos programas de opinión y en bastantes sectores de la sociedad española, han recibido con airadas protestas el rotundo dilema del profesor.
Sin embargo, el señor Donges ha tenido la valentía y la honestidad de decir lo que saben gobernantes, economistas oficiales y los que no aceptamos -precisamente por eso- el sistema. No es una cuestión pasajera; es el meollo mismo del problema que conocemos como crisis. El desenvolvimiento de la economía bajo los parámetros de mercado, competitividad y crecimiento sostenido es incompatible -por esencia- con todos aquellos documentos, textos o acuerdos que, informando constituciones o tratados, han planteado como inalienable y consustancial con la dignidad humana el derecho a un trabajo digno y suficientemente remunerado. Por eso nos encontramos con un discurso oficial que niega el hecho y con una práctica que lo avala y lo desarrolla.
Resulta trágico, y a la vez esperpéntico, oír cada día a cualquier ministro señalar el fin futuro del desempleo ligándolo al también futuro crecimiento de la economía. Esta mentira ha sido durante cierto tiempo un síntoma de indigencia intelectual, pero hoy lo es de indigencia moral. Las bases sobre las que se asienta nuestro mundo económico entran en contradicción permanente con las que sustentan las legislaciones en materias dimanantes de la Declaración de Derechos Humanos de 1948 y Tratados Vinculantes de 1966. El sistema seduce con sus promesas de sofisticación, pero, en seguida, se ve obligado a abortar los deseos suscitados y, lo que es peor, los anhelos basados en la justicia y en la lucha centenaria de trabajadores y dominados. Hasta que los perjudicados no asuman otro paradigma económico y sus consecuencias en la cotidianidad, las palabras de Juergen Donges son incontestables.
Julio Anguita, excoordinador general de IU.
