Agosto nos ha dado un susto con datos de julio. El PIB español del segundo trimestre disminuyó un 0,4%, confirmando la recesión, y el IPC anual armonizado subió hasta el 2,2%. Visto así, parecería que España está en estanflación -retroceso de la producción y desempleo alto con aumento de precios-. La peor situación económica.
Un análisis más profundo dulcifica la conclusión. El IPC sube, en parte por la aplicación del copago farmaceútico, que se digerirá en dos meses.
No será la última subida del año; subirá en septiembre por el aumento del IVA. Aun así, el IPC español está por debajo del IPC armonizado de la zona euro que, según el indicador adelantado, subió hasta el 2,4% anual en julio. España gana competitividad respecto a sus principales socios comerciales. La bajada del PIB se moderará en el tercer trimestre. El sector exterior seguirá creciendo.
Los dos datos confirman el cambio paulatino de modelo económico que están realizando las empresas españolas. Ya es un tópico que somos una mala economía trufada de espléndidas empresas. Con Inditex, Amancio Ortega es el tercer hombre más rico. Cinco bancos españoles figurarán entre los más saneados de la futura unión bancaria europea. Nuestras empresas de infraestructuras triunfan en el mundo...
Ojalá que Merkel y el Bundesbank se den cuenta de que la recesión española, la italiana, la inglesa y hasta cinco más de la UE, tarde o temprano, repercutirán en Alemania. De hecho, en junio la producción industrial en la eurozona, según Eurostat, bajó el 0,6% y en la UE el 0,9%. Los datos de julio pueden hacer recapacitar a los dirigentes alemanes y dejar que las autoridades comunitarias, BCE incluido, relancen la economía europea. Para ello tienen que inyectar liquidez, comprar bonos soberanos y lanzar un plan de inversión. Si ése fuera el resultado de los malos datos de julio, podría decirse que no hay mal que por bien no venga.
José Ramón Pin Arboledas. Profesor del IESE.
