La portada de elEconomista del miércoles pasado fue realmente impactante: "Alemania ofrece a España un rescate de 300.000 millones". Y no lo eran menos los subtítulos: "Schäuble y Guindos eluden la compra de deuda por el BCE"; "Los cinco motivos por los que Berlín se niega a que Draghi intervenga en los mercados"; y "El Tesoro cumple, pero el bono y la prima de riesgo baten máximos". No se puede presentar con más claridad la situación económica de España, sobre todo cuando este diario no da puntada sin hilo, y a buen seguro detrás de los encabezados había información de buena tinta. A lo que se une el hecho de que la realidad es tozuda, y lo que venimos viendo desde el pasado marzo lo atestigua: el BCE ha congelado las compras de bonos, y salir al mercado secundario para financiarse es cada vez más difícil y más caro. De ahí el nivel de la prima de riesgo y sus efectos colaterales, como es el comportamiento del Ibex.
Las razones por las que, al parecer, Alemania se niega a seguir comprando bonos españoles rotan alrededor de una misma idea: Berlín no se fía de España. La flexibilidad que se dio entre agosto de 2010 y enero de este año en la compra de bonos españoles no ha salido como ellos esperaban y, en consecuencia, han cortado el grifo. Entienden que ya han consentido demasiado y que se necesitan acciones más contundentes: no bastan los ajustes hechos hasta la fecha y, según dicen, ha llegado el momento de que España se retrate.
Se vuelve así al eterno problema de la política económica española de los últimos tiempos: los mercados apuestan por un default español dado que hasta los socios europeos no tienen confianza en sus gestores políticos y en las medidas que aplican, que siempre les parecen cortas. Y esto no es nuevo: vivimos con ello desde que se inició la crisis en 2008 y España empezó a sufrir sus efectos con crudeza en 2009. Ya en mayo de 2010, como se recordará, saltaron todas las alarmas, con llamada de Obama a Zapatero incluida. Es decir, han pasado dos años y medio y estamos, al parecer, en las mismas. O peor, porque el tiempo se acaba.
¿Por qué no se fían de España?
Y aquí surge el gran interrogante: ¿qué es lo que hace o, mejor, no hace el Gobierno español para que los socios europeos que manejan la caja no se fíen de él? No caben sino dos opciones: o no se comunica bien, o no se acometen las reformas que se esperan. O las dos a la vez. De ahí que Alemania haya perdido la confianza en España como decíamos arriba.
Y todo esto es comprensible porque el galimatías político español es difícil de entender desde fuera y también desde dentro. El déficit de las comunidades autónomas no se controla, y los responsables más emblemáticos de las mismas muestran a las claras que van a la contra, lo que da una enorme fragilidad a las medidas que lanza el Ejecutivo. Y el evidente resultado es la débil posición internacional española ante aquéllos que tienen que seguir soportando económicamente el peso de nuestras ineficiencias.
Y aquí andamos, con el grifo de la compra de bonos del mercado primario cerrado y con el panorama de la intervención. ¿Bastarán entonces los 300.000 millones en este caso? A mi modo de ver, bastarán para dar algo de aire a la economía, pero a buen seguro no son la solución definitiva. Ya que, aparte de lo que genera la propia economía, España necesita anualmente unos 120.000 millones extra para cubrir su déficit. Por lo que tal cantidad sería suficiente para continuar sin tanto agobio durante un año y medio aproximadamente. ¿Y después? De aquí a 2014 estaremos, según todas las previsiones, en recesión, y será en ese año cuando se supone que empezaremos a levantar cabeza. Momento en que se habrán acabado dichos fondos y deberemos los españoles enfrentarnos a nuestro propio futuro sin nuevas ayudas. Una situación que, si no se abordan con determinación todas las reformas que necesita nuestra economía, volverá a enfrentarnos con los peores augurios, dejando a las generaciones futuras un panorama no ya incierto sino dramático.
Y las reformas ya no pasan por seguir exprimiendo más a la clase media española con más impuestos: esto lleva a su destrucción. Las reformas pasan por embridar definitivamente el gasto del Estado haciendo más racional todo el entramado. No se trata de centralizar el Estado, se trata de hacerlo eficaz reduciendo ese enorme monstruo de empresas, fundaciones, televisiones, asesores, y el largo etcétera de capítulos de gasto público que no aporta nada a la modernización y crecimiento de nuestra economía, sino que la lastra de manera dramática. Y es ahí donde la clase política tiene que esforzarse para que de manera consensuada lleve al país fuera de la incertidumbre actual.
El futuro no pasa por ahogar a la clase media española, que es fundamental para sacar a España de esta encrucijada; pasa por su sostenimiento, por parar la destrucción masiva de empresas, y por la generación de empleo y de riqueza. Los conflictos por mantener los privilegios políticos actuales meterán a España en un camino imposible. Y de no cambiar el actual rumbo asistiremos a una nueva bancarrota histórica.
Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España.