
Aunque la ambición y la retórica de las cumbres de Naciones Unidas permanecen intactas, nos preguntamos si será posible repetir el éxito de lo que fue la cita más importante de las acontecidas hasta la fecha a favor de la protección del planeta: la Cumbre sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río en 1992.
Definitivamente, el mundo no es el mismo hoy, pero mantiene con aquella época la analogía de ser dos momentos de gran incertidumbre. No debemos olvidar que en aquellos años, los equilibrios geoestratégicos se trastocaban tras la Guerra del Golfo (1990-91) y la desintegración final y colapso de la Unión Soviética servían de escenario a una crisis económica que oscureció el crecimiento global hasta finales del siglo pasado.
Por otro lado, hoy hay, increíblemente, un 29% más de habitantes en la Tierra de los que había en el año de la Expo y las Olimpiadas. Y aunque la necesidad de frenar el incremento de la degradación y la desigualdad es un imperativo todavía más evidente de lo que era en 1992, el sentido de urgencia en la sociedad global es ahora, al igual que lo era entonces, cercano a cero.
Sirva todo lo anterior para contextualizar una cumbre que llega en un momento tan malo como cualquier otro. Pero, como ocurrió hace veinte años, tratará de incomodar a aquéllos que se encuentran confortables defendiendo un modelo de desarrollo que ha llevado a nuestro planeta a disfrutar, desde el año de la última Cumbre en Río, de los dieciocho años más calurosos que se han registrado.
¿Qué debemos esperar de esta cita?
De este nuevo Río veinte años más tarde, debemos esperar principalmente dos avances. El primero en la definición de una hoja de ruta para activar un modelo de desarrollo que se ha venido a denominar "verde e inclusivo" y un segundo en el marco institucional, para hacerlo más robusto y efectivo en el impulso de la agenda. Algunos incluso esperan que en su transcurso se pueda fijar un nuevo set de objetivos globales que sustituyan a los del Milenio, que finalizan en 2015, pero esta vez de desarrollo sostenible.
La idea que inspira el proceso es que es posible impulsar un desarrollo distinto, precisamente ahora que el mundo está cambiando. Una oportunidad quizás irrepetible que permita situar el horizonte con un plazo mayor, promoviendo la prosperidad de las sociedades y no sólo su crecimiento. Capaz de lograr sacar de la pobreza a 2.500 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día, al mismo tiempo que se promueven empleos, la energía limpia y un uso más justo y sostenible de los recursos.
Sus promotores están convencidos de que la activación de este cambio necesita de instituciones fuertes y una coordinación más estrecha entre ellas. Esto sin duda afectará a la propia Naciones Unidas, que está viendo mermados sus recursos y duplicadas sus funciones en sus organizaciones sectoriales cuando se habla de sostenibilidad. El primer afectado en este movimiento podría ser el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente -PNUMA- que sería reformado para adaptarse a los actuales tiempos. Y con éste movimiento, absorber de paso otros organismos del sistema de Naciones Unidas con los que comparte agenda.
Aunque los previos son de optimismo ante la confirmación de más jefes de Estado y de gobierno de los que se esperaban en un principio, incluido el presidente del gobierno español, el resultado del proceso es hoy impredecible. El primer borrador filtrado a finales de año (zero draft) era un documento breve y bastante manejable para lo que nos tiene acostumbrado Naciones Unidas. El último borrador contiene ya más de ochenta páginas, y el texto se encuentra en más de sus dos tercios entre corchetes, es decir, pendiente de acordar.
Una cita importante, la de esta cumbre de Río, para calibrar la ambición en este campo de una clase política mundial, parcialmente renovada, que tiene en su mano redimir la situación creada en la Cumbre de Copenhague. Una generación de primeros ministros que tiene encima de su mesa la gran asignatura pendiente de la crisis, el diseño del paquete de estimulo que impulse el desarrollo global, especialmente en el Norte.
Espero que no sea excesivamente ingenuo pensar que esta cita pueda ser una oportunidad de inspiración para caras nuevas como Cameron, Hollande o Rajoy. Una oportunidad de volver a creer que podemos ser valientes, generosos y creativos encontrando soluciones. Una oportunidad de tomar conciencia de un momento histórico en el que la crisis nos brinda una ocasión perfecta para este cambio.
José Luis Blasco, socio responsable de Cambio Climático y Sostenibilidad de KPMG en España.