
¿Debe un Gobierno rescatar a un banco? ¿Debe el Estado español nacionalizar Bankia? ¿De dónde saldrá el dinero que no ha logrado encontrar para sanidad y educación?
Un veterano profesor solía decirme que no se puede decir todo a la vez y que por algo hay que empezar. Este artículo es el primero de una serie que tiene como objetivo analizar la realidad a través de un determinado prisma. En nuestro caso, serán unas gafas que nos permitirán visualizar los hechos cotidianos desde una postura crítica ante el neoliberalismo imperante que asume que, por medio del mercado libre, se pueden resolver todos los problemas socioeconómicos de nuestro tiempo.
Mi maestro, Luis de Sebastián, escribió una vez que el "neoliberalismo no es un cuerpo de doctrinas homogéneo (?) sino que más bien implica una tendencia intelectual u política a primar las actuaciones económicas de los agentes individuales, personas y empresas privadas, sobre las acciones de la sociedad organizada en grupos informales, en asociaciones políticas y Gobiernos". Así, el neoliberalismo propugna que el Estado intervenga lo menos posible en el funcionamiento de la economía.
El ejemplo de Bankia
Cualquier ideología o proyecto que se precie ha de tener unos principios. Por esta razón, se utilizará la crisis de Bankia como el primer ejemplo para estos escritos puesto que aúna las dos características específicas del mismo: un evento de la coyuntura económica comentado desde una visión particular.
Sin embargo, antes de analizar la situación, veamos cómo se ha llegado a ella, aunque sea de manera muy simplificada. Los bajos tipos de interés relativos en España, su peculiar legislación urbanística y ciertos intereses políticos permitieron que más de 400.000 millones de euros se canalizaran a través de su sistema bancario hacia el sector inmobiliario. La -mala- praxis empresarial de apalancar excesivamente las empresas, al igual que bancos y cajas, provocó que al primer escollo un poderosísimo efecto dominó arremetiera contra las empresas promotoras, inmobiliarias, constructoras y amenazara con arrastrar a las empresas financieras bancarias.
La solución fue una regulación que colocaba el énfasis en el fortalecimiento del capital con el propósito de solidificar a los bancos y que culminó con una fiebre fusionista, puesto que subyacía la filosofía de que la crisis bancaria se solucionaría si las organizaciones adquirían la suficiente dimensión.
Sin embargo, el problema era la gestión y ésta no se arregla meramente con la concentración del mercado. La crisis de Bankia empieza cuando la firma auditora Deloitte -por cierto, otro día hablaremos del papel de las firmas de auditoría y de las agencias de calificación- establece una enorme diferencia entre la realidad (del mercado) y las anotaciones en libros del Banco Financiero y de Ahorros (sí, han leído bien, ahorros) y su filial, Bankia. Si se dejan de lado las acusaciones de culpabilidad de unos y de otros, existen distintas opciones para solventar dicha situación, pero todas requieren la inyección inmediata de capital en la organización? y ahí es donde empieza la tergiversación de los principios.
El neoliberalismo pone el acento en todo lo que garantice la libertad de actuación de los agentes individuales en la economía puesto que dicha libertad es una condición para el crecimiento personal en responsabilidad. De ahí que 'el Estado no es la solución, el Estado es el problema' pueda constituir un eslogan que resuma esa ideología en este aspecto. Pues bien, la solución más plausible apuntada, aunque no es todavía una realidad cuando se escriben estas líneas, es que el Estado se convierta en el accionista único de la entidad.
Pero, ¿no es malo socializar las pérdidas? Un argumento poderoso es el de evitar un mal mayor -la supuesta caída del sistema bancario-. Sin embargo, la respuesta más utilizada en economía es "depende". En nuestro caso, para poder responder afirmativamente, dependería de la cantidad de activos, de su calidad, del vencimiento y, por supuesto, de su precio. ¿O no adquiriríamos un (único) piso en el barrio de Salamanca (sin cargas económicas), a pesar de que tuviéramos que mantenerlo un par de años, por 15.000 euros?
Por cierto, en el próximo artículo, hablaremos de cómo salir de la crisis?
Josep M. Sayeras, profesor del Departamento de Economía de ESADE.