
La situación española es muy delicada, pero nuestro principal objetivo sigue siendo, haciendo honor a nuestras raíces culturales, descargar la culpa. El principal animal doméstico de los españoles no es el perro ni el gato, es el chivo expiatorio. Y en el tema de la crisis financiera, ya lo hemos encontrado en el gobernador del Banco de España.
Hace algunos años compartí con el ahora ministro Montoro un acto con los delegados sindicales de la Banca de Comisiones Obreras, en la sede del Consejo Económico y Social. En ella, no puedo olvidarlo, Montoro se refirió sarcásticamente a lo que señalábamos como exceso de capacidad del sistema financiero (lo que gustó mucho a una asamblea de trabajadores), y defendió una solución para la banca calcada de la que motivaría la intervención de Irlanda.
También hablamos en aquel momento de Caja Madrid, en la que la presidenta de la Comunidad insistía en prescindir de Blesa y colocar a su vicepresidente. Ante tamaño despropósito de politización, el Gobierno y el PP acudimos a Rodrigo Rato como una solución, y el PP/Génova vendió aquella operación señalando que había impuesto su criterio tanto a la presidenta díscola como al Gobierno.
Después, Caja Madrid se convertiría en el buque insignia que aglutinaría todas las cajas que buscaban fusiones alternativas. En el caso de Bancaja, fue el Gobierno de la Generalidad Valenciana el que insistió en que la entidad no pasara a depender ni de un banco ni de una caja catalana, y, así las cosas, verde y con asas. No olvidemos que estamos transitando por la crisis financiera con unos estatutos de autonomía que no distinguen -a la hora de reconocer competencias exclusivas a las comunidades- si hay situación de emergencia o no la hay, lo que obliga a deslindar los problemas políticos en cada operación. Y para conocer qué idea tenían los presidentes autonómicos del PP de las competencias del Banco de España, consulten la Ley de Galicia.
Pero, ahora, los que vociferaban contra el Gobierno porque regalaba dinero a la banca y recortaban competencias a su autonomía han descubierto que la culpa de que no se hiciera una reforma financiera era del gobernador del Banco de España. Convendría en este sentido utilizar la memoria, porque las cosas por sabidas no son conocidas:
- El problema no es Bankia ni Caja Madrid. Ha sido antes la CAM, Bancaja, la fusión de las cajas gallegas, Banca Cívica... Todos los pronósticos de evolución de la economía española han empeorado notablemente en los últimos tres años. No es sólo la interrelación entre el riesgo financiero y el de la deuda soberana, es la interrelación entre nuestras entidades financieras y el crecimiento de la economía española. Si no hay crecimiento, nuestras entidades no superarán la prueba sin durísimo quebranto.
- El valor real del stock inmobiliario cada vez está más alejado del balance, sube la morosidad, el nuevo negocio es inexistente, los beneficios caen en picado y no hay liquidez para las provisiones que crecen y crecen sobre todo el riesgo inmobiliario. Hasta ahora, el remedio era una fusión o una absorción. Pero Bankia es demasiado grande; su riesgo se traslada al sistema. Por eso ha sido necesaria la intervención del Gobierno. No es un problema de tiempos, sino de tamaño. Lo que se hizo en anteriores situaciones aquí no puede repetirse.
- Rodrigo Rato no es una víctima. Ni del PSOE, ni del PP, ni del gobernador, ni siquiera de Olivas. Hasta ahora, todos los gestores que demandaban la intervención pública por no ser capaces de asegurar el funcionamiento de su entidad han sido sustituidos. Todos. Y por tanto nadie hubiera entendido que él era una excepción. Y dejemos de buscar explicaciones conspiranoicas si la sencilla es también la general.
- Debemos dar la impresión de que sabemos lo que hay que hacer y de que lo estamos haciendo. Echar la culpa a alguien es la forma más extendida de buscar excusas. Y quien se excusa se acusa.
Estamos, sin paliativos, en el alambre. Nunca he visto un funámbulo que se sostenga mejor repartiendo mandobles que guardando el equilibrio. El espectáculo de ver a portavoces sin conocimientos, periodistas y economistas correligionarios, ministros, etc., denostando la figura del gobernador del Banco de España es demoledor. ¿Alguien puede decir sin ruborizarse que esto ahora ayuda a España?
Necesitamos resolver un problema muy complejo, el del riesgo inmobiliario de la banca. Probablemente debamos involucrar a comunidades autónomas, ayuntamientos, a todas las fuerzas políticas y a quien se ponga a tiro, porque elevar las provisiones puede ser necesario en este momento, pero hasta ahora no ha dado mucho resultado precisamente. Tampoco la reposición de la deducción fiscal a la compra de vivienda. Y necesitamos generar un territorio compartido no sé si de consenso, pero al menos de no agresión.
El problema de los griegos es, entre otras cosas, que no alcanzan un mínimo acuerdo. Y eso genera desconfianza. La misma que generamos nosotros cuando quien debe construir el consenso se afana en la caza del chivo.
Octavio Granado, exsecretario de Estado de la Seguridad Social.