
Todos los ministros de Trabajo han aprobado una reforma laboral, y todos los ministros de Educación han intentado una reforma educativa. El elevado paro juvenil pone de manifiesto la inadecuación entre formación y empleo y el problema debe ser abordado desde las dos vertientes. Pero conviene conocer de nuestro problema qué parte es compartida con el resto de Europa o de la OCDE y cuál es específica.
Nuestras tasas de escolarización son altas, la formación recibida por nuestros estudiantes no es mala en la muchas áreas de conocimiento (tal vez con la excepción de matemáticas y ciencia aplicada), y el porcentaje de alumnos que cursan con posteridad otros estudios es bastante amplio. Sin embargo, la elección de los estudios no guarda la consonancia debida con el mercado de trabajo, la tasa de abandono escolar es muy elevada y los estudios de formación profesional no acaban de despegar.
Peculiaridades del abandono
La tasa española de abandono escolar tiene algunas peculiaridades. Para empezar, no sólo es mucho más elevada, sino que lo es especialmente entre los alumnos respecto de las alumnas, siendo especialmente intenso el fenómeno en algunos territorios con presencia de sectores productivos que demandan mano de obra sin cualificar (turismo, construcción), como las dos comunidades autónomas insulares, la Comunidad Valenciana, Andalucía, etc, lo que sin duda explica en parte la mayor destrucción de puestos de trabajo entre varones que entre mujeres.
Los estudios aportan un valor distinto para los varones y las mujeres. Para los primeros, la entrada precoz en determinadas ocupaciones, es decir, el abandono escolar, ha sido paradójicamente una estrategia de éxito profesional (era más fácil ingresar y progresar en algunas ocupaciones pronto que tarde, aun con formación académica más débil). Para las segundas, los trabajos que requieren una mayor cualificación, el sector público destacadamente, permiten un mayor éxito profesional a la vez que una conciliación más fácil entre la vida laboral y la personal y familiar. La mayor maduración y capacidad expresiva de las mujeres en las edades en las que se cursa la enseñanza media también influye, al valorarse menos los comportamientos agentes, más fáciles de encontrar entre los varones (alguna vez he comentado que si el sistema educativo español quisiera examinar sobre el uso de una tostadora preguntaría por escrito el contenido de la página 7 del manual de instrucciones).
Esta concentración por razón de género y territorial del abandono escolar es una de las causas de otra particularidad española, y es la de que las personas que abandonan con cualificación débil el sistema educativo en la enseñanza media participan mucho menos en programas formativos que sus homólogos europeos, con lo que el hándicap inicial se traslada a buena parte de la vida laboral.
Ahora se nos plantea un nuevo contenedor, que intenta reforzar el acceso a los estudios de formación profesional y cualificar mejor a los futuros estudiantes universitarios en la enseñanza media. No son objetivos desdeñables, pero no abordan los aspectos fundamentales del problema.
Recualificar a parados sin formación
Necesitamos recualificar a centenares de miles de parados que abandonaron los estudios al calor de buenos sueldos en trabajos ahora desaparecidos. Los contenidos prácticos de nuestras enseñanzas todavía son insuficientes, y va a ser muy difícil que con la aceleración de los cambios productivos los centros de formación profesional puedan seguir el ritmo de las empresas. La flexibilidad, ésa que echamos tanto en falta en el mercado de trabajo, no requiere tanto nuevas taxonomías como diferentes rutas, adaptadas tanto a las necesidades de cada alumno como de los diferentes sectores productivos.
¿Por qué razón no pueden existir bachilleratos de dos o tres años, en función de los estudios que vayan a emprenderse después, como se han puesto en marcha en Alemania? ¿Por qué razón no pueden reconocerse créditos a los alumnos con mayores dificultades académicas a través de prácticas en empresas? Una reforma que permitiera a las comunidades, a los centros educativos y a los propios alumnos definir currículos adaptados, y que se concentrara en definir troncos comunes más potentes en los conocimientos auténticamente nucleares (expresión oral y escrita, matemáticas, inglés) sería más útil que la enésima modificación de los ciclos y los planes de estudios.
Se agradecería asimismo que la futura reforma partiera no sólo de los errores a corregir, sino también de buenas prácticas que no han merecido demasiada consideración. Por ejemplo, a alguien se le podría ocurrir recuperar uno de nuestros mejores bachilleratos, el bachillerato tecnológico, impartido en las universidades laborales, que cualificó tanto para el mercado de trabajo como para continuar estudios en las Escuelas Universitarias a centenares de miles de españoles con magníficos resultados.
Para conocer las soluciones que se aplican en Europa y no pensar sólo en que cualquier tiempo pasado fue mejor, www.euridyce.com.
Octavio Granado, exsecretario de Estado de la Seguridad Social.