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Mohamed A. El-Erian: ¿Cuántos y de qué nivel son los riesgos para la economía global?

Tres años después de que estallara la crisis financiera global, la economía mundial continua en un terreno incierto, y por buenas razones.

¿Deberíamos sentirnos tranquilos porque los países avanzados se recuperan poco a poco y las economías emergentes van teniendo un crecimiento sólido? ¿O deberíamos protegernos contra los altos precios del petróleo, las crisis geopolíticas en Oriente Medio y la continua situación de incertidumbre nuclear en Japón, la tercera economía del mundo? Muchos están eligiendo la primera opción, una visión más tranquilizadora. Una vez pasado lo peor de la crisis financiera global, incluido el gran riesgo de una depresión mundial, hay entusiasmo por el sentimiento ampliamente compartido de que la calma, si no la confianza, se ha restablecido.

Esta visión global se basa en una dinámica de crecimiento de múltiples velocidades en la que los segmentos de la economía global que están sanos o en recuperación están ayudando gradualmente a los rezagados. Como las compañías multinacionales altamente rentables, que ahora están invirtiendo y contratando trabajadores; los bancos rescatados de las economías avanzadas, que están pagando sus créditos de emergencia; las crecientes clases medias y altas en las economías emergentes, que están comprando más bienes y servicios; un sector privado más sano que paga más impuestos, lo que alivia la presión de los presupuestos gubernamentales; y el poder económico de Alemania y Europa, que están cosechando los frutos de años de reestructuración económica.

Muchos, aunque no todos los datos recientes, apoyan esta visión global. En efecto, el mundo ha entrado en la senda de la recuperación económica gradual, aunque desigual y mucho menos vibrante de lo que la historia hubiera sugerido. Si se mantiene esta dirección, la recuperación creará el impulso y ampliará su alcance e impacto.

Sin embargo, de no ser así, la visión será menos prometedora -una en la que hay preocupaciones por el bajo crecimiento y la elevada inflación-. Si bien los obstáculos no son todavía lo suficientemente serios como para que la actual recuperación pierda rumbo, sería muy poco inteligente que alguien les restará importancia. Pienso en cuatro asuntos principales -ordenados según su relevancia y urgencia para el bienestar de la economía global- que son cada vez más importantes y que conllevan un mayor riesgo.

Primero, el mundo aún tiene que lidiar con las consecuencias económicas de las revoluciones en Oriente Medio y las tragedias en Japón. Aunque han estado presentes durante semanas o meses, estos acontecimientos todavía no han producido todo su impacto dañino en la economía global. No es frecuente que el mundo se enfrente al riesgo de estanflación procedente tanto de una demanda como de una oferta menores. Y es menos habitual todavía tener dos niveles de desarrollo que conducen a tal resultado. Con todo, ésa es la actual situación.

Los alzamientos en Oriente Medio han empujado al alza los precios del petróleo, lo que ha acabado con el poder adquisitivo del consumidor, mientras aumentan los precios de los insumos para muchos productores. Al mismo tiempo, la trilogía de calamidades de Japón -el terremoto, el tsunami de efectos devastadores y el desastre nuclear que ha paralizado todo- ha destruido la confianza del consumidor y dañado las cadenas de producción internacionales (en especial, en los sectores de la tecnología y manufactura de automóviles).

El segundo gran riesgo para el mundo se origina en Europa, donde el sólido desempeño de Alemania está coincidiendo con una crisis de deuda en la periferia de la Unión Europea. Al igual que Grecia e Irlanda, Portugal solicitó un rescate oficial hace pocas semanas para evitar un impago que socavaría el sistema bancario europeo. A cambio de créditos de emergencia, los tres países han adoptado una austeridad descomunal. Con todo, a pesar de lo doloroso que ello resulta para la sociedad, este enfoque no cambiará significativamente su creciente y abrumadora deuda.

Mientras tanto, el sector de la vivienda en Estados Unidos se está debilitando de nuevo: es el tercer gran riesgo global. Aunque los precios de los inmuebles han caído drásticamente, no ha habido una recuperación significativa.

En efecto, en algunas áreas hay una presión a la baja de los precios, lo que podría empeorar si la financiación hipotecaria se hace más escasa y más cara, lo que puede suceder.

Visto que el sector de la vivienda es un motor fundamental de la conducta del consumidor, cualquier caída sustancial futura en los precios de los inmuebles socavaría la confianza y reduciría el gasto. También haría que la reubicación en determinados lugares del país resultara más complicada para los estadounidenses, lo que agravaría el problema de desempleo de larga duración.

Finalmente, en Estados Unidos, la economía más grande del mundo, existe un problema fiscal, cada vez más notorio, que tiene que ver con la oferta de bienes públicos globales, que son tan cruciales para el sano funcionamiento de la economía mundial. Después de utilizar el gasto fiscal de forma agresiva para evitar una depresión, ahora Washington debe emprender una consolidación fiscal creíble a medio plazo. Ello conllevará la adopción de decisiones difíciles, una delicada ejecución, y resultados inciertos para la Fed y el Gobierno.

Cuanto más posponga EEUU el día del ajuste, mayor será el riesgo de que el dólar se mantenga como la principal moneda de reserva del mundo, y de que sigan siendo atractivos los bonos del Gobierno estadounidense como referente financiero verdaderamente libre de riesgos.

El mundo ya cambió en el pasado su proveedor de bienes públicos globales. La última vez fue después de la Segunda Guerra Mundial. Unos Estados Unidos llenos de energía sustituyeron a una Gran Bretaña devastada. En contraste, ahora no hay ningún país que esté dispuesto a tomar el relevo si EEUU no logra arreglar las cosas.

Estos cuatro riesgos son potenciales y consecuentes, y están ganando importancia. Por suerte, ninguno tiene aún capacidad de transformar la economía global, y en conjunto todavía no constituyen una masa crítica dañina. Sin embargo, ello no quiere decir que la economía mundial esté en una zona segura. Al contrario, se encuentra en medio de un duelo entre la recuperación y las influencias perjudiciales que ya no podría seguir aguantando si éstas últimas se intensifican.


Mohamed A. El-Erian es el máximo responsable ejecutivo de Pimco, autor de When Markets Collide. © Project Syndicate, 2011.

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