Desde el punto de vista de la producción agraria, la importancia económica del olivar en España y su protagonismo a nivel mundial es incuestionable: representa más del 22% de la superficie mundial de olivar y más del 42% de la producción de aceite de oliva en el mundo. En la campaña 2017/2018, la producción final ascendió a 1.209.727 toneladas, con un valor de mercado superior a los 4.000 millones de euros. Aproximadamente el 62% de la citada producción española de aceite de oliva se destina a la exportación.
La superficie dedicada a olivar crece en nuestro país, aumentando más que proporcionalmente la producción de aceite de oliva, que se ha duplicado entre 1990 y 2016, debido fundamentalmente al incremento de la superficie de este cultivo en regadío y a la expansión de plantaciones de olivar de alta densidad.
España cuenta actualmente con 2,65 millones de hectáreas de olivar, de las que 1,86 millones son de secano y 784.859 hectáreas de regadío. El olivar ya es el cultivo con más superficie de hectáreas regadas en España y ha crecido en más de 100.000 nuevas hectáreas en la última década.
El más extendido, el tradicional
Los cambios productivos observados en los últimos años en el olivar español no nos permiten hablar de un sector homogéneo. El olivar tradicional es el más extendido en España, distinguiendo el olivar tradicional mecanizable del no mecanizable, en suelos con más del 20% de pendiente. Los problemas de rentabilidad para este tipo de olivar son claros, siendo el apoyo recibido por parte de la PAC lo que les permite poder alcanzar un mínimo de viabilidad, aunque no en todos los casos.
Más del 20% del olivar tradicional no mecanizable español, unas 500.000 hectáreas, está atravesando dificultades que ponen en riesgo un sistema productivo esencial por las funciones económicas, sociales y medioambientales que realiza. Por su parte, los sistemas de producción intensivos y superintensivos aumentan año a año su presencia.
La elevada productividad y los bajos costes garantizan la viabilidad técnica y económica de este tipo de explotaciones, que difieren sustancialmente de las preexistentes, situándose muchas de ellas en zonas no tradicionales dedicadas a la olivicultura.
A la importancia económica del sector del olivar hay que añadir su repercusión social, ambiental y territorial. En lo que a la dimensión social se refiere, a los más de 350.000 agricultores que se dedican al cultivo del olivar en España hay que añadir que este cultivo mantiene 15.000 empleos en la industria y genera más de 50 millones de jornales por campaña. Por tanto, además del cultivo en sí, es destacable la decisiva importancia, tanto social como económica, de los procesos de transformación y distribución de sus producciones, incluidos subproductos, que constituyen la principal actividad de numerosos municipios. En este sentido, la industria asociada al olivar vertebra y cohesiona en muchos casos el medio rural donde se asienta, apoyándose en un fuerte movimiento asociativo de base.
Biodiversidad
La importancia ambiental del olivar es también relevante, fundamentalmente en términos de biodiversidad, secuestro de carbono, conservación del suelo y generación de paisajes agrarios de gran valor. Por otro lado, la superficie española dedicada al cultivo de olivar ecológico registró un incremento del 2,5% en 2018, hasta situarse en 200.128 hectáreas, siendo uno de los principales cultivos de este tipo de agricultura. Esta función ambiental desempeñada por el olivar es altamente demandada por la sociedad, sobre todo en algunos tipos de olivar como es el olivar de montaña, donde la provisión de estos servicios y la remuneración de los mismos resulta determinante no solo para el mantenimiento del olivar sino también para la viabilidad de los espacios rurales en los que se asienta.
Así, desde un punto de vista territorial, existen numerosas comarcas en España (muchas de ellas andaluzas) donde el cultivo y la producción del aceite de oliva conforman una filière agroalimentaria que en determinados territorios condicionan el sistema de organización social, el modelo de desarrollo territorial y la gestión de los recursos naturales. Desde esta perspectiva territorial, se observan en el sector estrategias que buscan incrementar la generación de valor añadido y el bienestar social mediante el desarrollo de nuevos productos y servicios asociados al olivar, que van más alláì de la elaboración y venta de aceites de oliva, y que se ha denominado "diversificación concéntrica": biomasa, industria de alimentación, cosmética y farmacéutica, oleoturismo, o gastronomía. Así, en los últimos años, están proliferando "actividades emergentes" en torno al sector del olivar que están contribuyendo a generar nuevas formas de valor. El sector del olivar se está diversificando con nuevos actores que, atraídos por el incremento en la demanda de productos relacionados con el uso de los aceites de oliva, están generando nuevas cadenas de valor.
Redes de valor
Este tipo de estrategias permiten identificar en estos territorios lo que pueden denominarse "redes de valor" en torno al olivar y el aceite de oliva, que se identifican con un territorio más que con un sistema productivo, reforzando así la dimensión territorial del olivar y su protagonismo en los procesos de desarrollo de las zonas rurales en las que se asienta.
Cabe destacar también otro instrumento que refleja el vínculo entre el aceite de oliva y el territorio en el que se produce, las Denominaciones de Origen Protegidas, de las que encontramos 28 de aceite de oliva en nuestro país. Según el último informe publicado por el Ministerio de Agricultura, para al año 2018, en España hay 710.109 hectáreas acogidas a alguna DOP, agrupando a 375 almazaras y 378 envasadoras y comercializadoras. Entre todas ellas se produjeron un total de 214.904 toneladas de aceite de oliva virgen extra, cantidad sobre la que se certificaron 78.163 toneladas.
Volatilidad de los precios
A pesar de la importancia que representa el cultivo del olivar a través de los procesos de transformación y distribución de sus producciones, y las implicaciones sociales, económicas, ambientales y territoriales que de este se derivan, el sector oleícola español sigue presentando en la actualidad problemas importantes a los que debe hacer frente para asegurar su sostenibilidad en el medio y largo plazo: la pequeña dimensión de las explotaciones dedicadas a este cultivo, la escasa capacidad de vertebración del sector, la volatilidad de los precios principalmente en origen o el desplazamiento de las fuerzas económicas a lo largo de toda la cadena de valor.
La apuesta real por la calidad, la profesionalización, la internacionalización del sector, la economía circular, la eficiencia en el uso de recursos y el impulso a la transformación digital del sector del olivar y el aceite, son elementos que permitirían avanzar en la respuesta a las citadas dificultades. La viabilidad futura del olivar es posible, pero requiere del compromiso de todos: olivicultores, industria agroalimentaria, distribución, consumidores, investigadores y Administración. Y de esta viabilidad dependerá el futuro de parte del mundo rural español.