
La tortilla de patatas es uno de los platos españoles más populares y reconocidos en todo el mundo, pero no todos tienen la mano para que les quede lo suficientemente jugosa por dentro y bien hecha por fuera: a la mayoría, aunque traten de cocinarla así, suele quedarle muy hecha, tanto por dentro, como por fuera.
Esto tiene una explicación mucho más sencilla de lo que parece, y la clave, entre otros posibles motivos, se podría encontrar en el huevo y en las temperaturas que se manejan para cocinar la tortilla de patatas.
La clave: el huevo
Los cocineros coinciden en que la clave es encuentra justo en el momento en el que mezclamos las patatas con el huevo, para posteriormente poner en la sartén la mezcla y terminar este delicioso plato.
Si juntamos el huevo con las patatas cuando éstas aún están muy calientes (es decir, recién sacadas de la sartén), lo que pasará es que el huevo empezará a hacerse incluso antes de pasar por la sartén.
Por así decirlo, si juntamos ambos ingredientes demasiado rápido, la tortilla empezará a solidificarse antes de lo que pensamos, provocando que el interior quede demasiado hecho.
Por ello, la recomendación es mucho más sencilla de lo que parece, puesto que lo óptimo sería que, tras freír las patatas en la sartén, las apartemos del fuego y dejemos que se enfríen unos 5 minutos.
Pasado ese tiempo, ya podremos juntarlas con el huevo, ya que no estarán tan calientes, y por tanto, no comenzará ese proceso de solidificación hasta que no entre en contacto con la sartén.
Después, tan solo quedará cocinar en la sartén hasta que adquiera su mítico color dorado, y tendremos la tortilla perfecta: hecha por fuera y jugosa por dentro.