Evasión

Llega el legado de Bruce Springsteen: El Boss lanza el próximo viernes 'Tracks II: The Lost Albums'

En un cálido atardecer de abril, Bruce Springsteen se sentó en la antesala de Thrill Hill, su estudio casero en Nueva Jersey, rodeado por guitarras alineadas como centinelas silenciosos. Con 75 años recién cumplidos y una trayectoria artística que ha atravesado medio siglo, el Boss se prepara para abrir las puertas de su archivo musical más íntimo con el lanzamiento de Tracks II: The Lost Albums, una monumental colección de 83 canciones, 74 de ellas inéditas.

En un cálido atardecer de abril, Bruce Springsteen se sentó en la antesala de Thrill Hill, su estudio casero en Nueva Jersey, rodeado por guitarras alineadas como centinelas silenciosos. Con 75 años recién cumplidos y una trayectoria artística que ha atravesado medio siglo, el Boss se prepara para abrir las puertas de su archivo musical más íntimo con el lanzamiento de Tracks II: The Lost Albums, una monumental colección de 83 canciones, 74 de ellas inéditas.

"No hay día que el pasado no pese sobre mí", ha confesado Springsteen a el New York Times, envuelto en una camiseta caqui de manga larga y pantalones de camuflaje. "Nuestros pasados moldean quiénes somos y qué estamos buscando. Es un tema que siempre me vuelve. Lo reescribo una y otra vez, intentando darle forma, entenderlo".

La publicación, que verá la luz el próximo viernes, no es un simple baúl de descartes. A diferencia de la primera edición de "Tracks" en 1998 —una antología de demos y rarezas—, esta nueva entrega presenta siete álbumes completos y conceptualmente cohesionados, grabados en distintos momentos a lo largo de cuatro décadas. Se trata de caminos musicales explorados brevemente, obras completas abandonadas en el silencio de los servidores y cintas almacenadas bajo estrictas condiciones en Iron Mountain.

El álbum como arte mayor

Para un artista formado en la era del vinilo, la noción de "álbum" conserva una integridad que trasciende la lógica de las listas de reproducción actuales. "Un álbum es un conjunto cohesivo de canciones que, juntas, generan un significado mayor que la suma de sus partes", explicó Springsteen. "Resuenan entre sí. Dialogan. Un disco es un registro de lo que eras en ese momento, de lo que vivías, de cómo pensabas".

Ese sentido de unidad se refleja en los siete discos que componen "Tracks II". Algunos exploran territorios estilísticos como el country, la ranchera mexicana o el pop retro; otros vuelven al rock crudo que definió su carrera. Uno de los más potentes, "Perfect World", reúne temas grabados entre los años 90 y 2010, entre los que destaca "Rain in the River", una balada desgarradora que exhibe algunos de los registros vocales más viscerales de su catálogo.

Política y esperanza en tiempos convulsos

Mientras revisaba su archivo, Springsteen también ha estado activo en la escena internacional con una gira por Reino Unido y Europa. Durante los conciertos, pronunció discursos vehementes denunciando lo que él considera una deriva autoritaria del gobierno estadounidense. "Lo que estamos viviendo es una tragedia americana", afirmó. "La desindustrialización y el aumento brutal de la desigualdad dejaron a mucha gente atrás. Era el terreno perfecto para que surgiera un demagogo. Y aunque cuesta creer que haya sido este demagogo, encajó para algunos".

Sus palabras no pasaron desapercibidas. Donald Trump respondió en su red social Truth Social: "Nunca me gustó, nunca me gustó su música ni su política radical de izquierda". Sin embargo, Springsteen no pierde la esperanza: "Tenemos una larga historia democrática. No somos un país con raíces autocráticas. Confío en que eso va a resurgir. Y que volveremos al cauce".

De la oscuridad a la creación

A lo largo de su carrera, el músico ha experimentado largas sequías creativas, seguidas por explosiones repentinas de productividad. "Soy un minero del alma", se define. "Paso mucho tiempo cavando sin encontrar nada. Pero cuando golpeas una veta, ¡boom!, todo comienza a fluir. Oro musical. Y luego vuelve el silencio, y otra vez estás buscando".

Gran parte del trabajo en "Tracks II" fue realizado en solitario, como ya hizo con "Nebraska" en 1982. Ese álbum, grabado en una sencilla grabadora de cuatro pistas, se convirtió en un ícono: "Era un disco profundamente sentido", recuerda. "Se debatió mucho si debía salir así. Pero no había nada comparable. Y era auténtico".

Álbumes perdidos, historias rescatadas

Los siete discos que componen "Tracks II" revelan proyectos completos que nunca vieron la luz. Entre ellos, destaca el que nació de las sesiones de "Streets of Philadelphia", canción que le valió un Oscar. El álbum, de sonoridad sombría y letras introspectivas, fue grabado entre 1993 y 1994. Aunque llegó a estar mezclado y con fecha tentativa de salida en 1995, fue archivado. "Habría sido mi cuarto disco consecutivo sobre relaciones", escribe Springsteen en sus memorias. "Sentí que ya era suficiente".

Otro caso curioso es el de "Somewhere North of Nashville", grabado durante las sesiones del sombrío "The Ghost of Tom Joad". Mientras de noche abordaban temas sociales a la luz de las velas, durante el día Springsteen y su banda se entregaban a grabaciones alegres, con tintes de country y humor.

"Inyo", por su parte, es un homenaje folclórico a las culturas migrantes de California. "Creo que ese es el futuro de Estados Unidos", dice. Crecí cerca de campamentos de trabajadores migrantes del sur. Ahora son mexicanos, y han revitalizado lugares como Freehold. Lo que está ocurriendo ahora con los inmigrantes es repugnante, una tragedia terrible".

Fe, soledad y redención

Uno de los discos más insólitos es "Faithless", concebido como la banda sonora de un proyecto cinematográfico nunca concretado. Inspirado en su educación católica —"una hora diaria de religión entre los 6 y los 12 años"—, Springsteen exploró de manera íntima los temas de la fe, la redención y la condena. "Muchas de esas imágenes religiosas nutren mis canciones. Me afectaron profundamente, para bien y para mal".

Otro álbum, "Twilight Hours", grabado durante las sesiones de "Western Stars" en 2019, introduce elementos armónicos inéditos en su obra: acordes de séptima mayor, modulaciones, transiciones. "Siempre decíamos en broma que la E Street Band nunca tocaba acordes de séptima mayor. Pero luego descubrí a Jimmy Webb, a Burt Bacharach, y todo cambió".

En esos temas, el protagonista suele ser un hombre solo, marcado por el aislamiento. "Eso tiene que ver con mi historia personal. Mi padre padeció una enfermedad mental severa. Y hay una línea directa entre la depresión, la soledad y la música que hago. Muchos de mis personajes son solitarios. Y eso también soy yo".

La sombra del pasado y el presente que no perdona

"Tracks II" está impregnado por una constante: la imposibilidad de escapar al pasado. Desde "Richfield Whistle", grabado en 1983, hasta "High Sierra", una pieza orquestal reciente, la figura de Freehold —su ciudad natal— reaparece como ancla emocional. "Vivo a 10 minutos del pueblo. Conozco al cura, al alcalde, al tipo del diner. Me siento muy vinculado todavía". Y añade, con un dejo de melancolía: "Hay una cierta culpa del sobreviviente. Uno se pregunta por qué tuvo éxito, por qué pudo irse. Eso siempre cuelga de ti".

En 2021, Springsteen vendió su catálogo musical a Sony por 550 millones de dólares. Lejos de significar un retiro, la transacción le ha permitido redoblar su compromiso creativo. "Siguen consultándome sobre el uso de mi música. Han sido muy respetuosos. Y sigo trabajando". De hecho, adelantó que ya tiene listo "Tracks III", una nueva entrega que incluirá material desde su primer álbum en 1973 hasta grabaciones recientes. "Son cinco discos más", reveló.

El trabajo como motor de vida

Lejos de pensar en el retiro, Springsteen sigue componiendo. "Soy mejor persona cuando estoy trabajando. Me mantiene vivo. Me quedan muchas canciones por escribir. Y la banda está en gran forma. Vamos a continuar". Y aunque el tiempo avance y los nombres de amigos ausentes se acumulen en sus reuniones con viejos músicos de Freehold, Springsteen mantiene la esencia que lo convirtió en una de las voces más sinceras y complejas del rock estadounidense. "Ese es el trabajo del artista", concluyó. "Ayudar a las personas a dar sentido a su mundo, a su experiencia, y, si es posible, darles una buena canción para bailar mientras lo hacen".

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