
Hacer unas patatas fritas excelentes no requiere grandes recursos, pero sí exige cuidado, técnica y buen juicio. Desde cómo se cortan hasta cuándo se les pone sal, cada detalle importa. Y es que detrás de este clásico de la cocina, se esconde un pequeño arte que transforma lo cotidiano en algo memorable.
Las patatas fritas no son solo un complemento habitual en platos de carne o pescado. Para muchos, se han convertido en una pasión casi irresistible, ya vengan en bolsa o recién hechas en casa. Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto es que el éxito de unas buenas patatas no depende solo del aceite o del punto de cocción, sino de algo mucho más básico: el corte.
Lejos de ser un detalle menor, la forma en la que se cortan las patatas influye de forma directa en su textura, sabor y capacidad para dorarse de manera uniforme. Aquí es donde surge una disyuntiva interesante: ¿optar por el corte mecánico, rápido y eficiente, o por el manual, más laborioso pero también más preciso? Quienes prefieren una textura crujiente por fuera y suave por dentro saben bien que el corte a mano permite controlar el grosor exacto y lograr una cocción equilibrada, lo que convierte esta tarea en una especie de ritual casi artesanal.
Pero el corte no lo es todo. La elección del tipo de patata es otro factor clave. Las más indicadas para freír son aquellas recolectadas en una fase tardía del cultivo, con bajo contenido en agua y azúcares. Estas características evitan que se quemen fácilmente y favorecen una fritura uniforme. Aun así, conviene reducir el exceso de almidón dejándolas en remojo al menos media hora antes de freírlas y secándolas bien después.
Cada vez más locales apuestan por esta filosofía más cuidadosa. Algunos han abandonado las máquinas cortadoras y optan por preparar las patatas a mano con cuchillos bien afilados, respetando un grosor ideal de unos cinco milímetros. El resultado: una textura insuperable y un sabor mucho más auténtico.
Para quienes quieran probar suerte en casa, hay varias claves que marcan la diferencia:
• Sumergir en agua fría durante unos minutos tras cortarlas y secarlas bien elimina el exceso de almidón.
• Freírlas con piel, aunque menos habitual, no solo mejora su perfil nutricional al conservar más fibra, sino que también ayuda a que resulten más saciantes.
• Usar un buen aceite, preferiblemente de oliva virgen extra de sabor suave, y calentar bien antes de echar las patatas.
• Añadir la sal al final, una vez estén escurridas, para conservar la textura crujiente.
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