Image hero
Image hero
Sergio Guinaldo

Copa Mundial de fútbol 2030: ¿puede España ser el primer anfitrión que genere beneficios?

La historia de los mundiales está repleta de emociones, de momentos únicos y de jugadas para el recuerdo. Pero tras de sí, estos eventos deportivos han dejado un reguero de pérdidas económicas. España, junto con otros cinco países, se encuentra ante el reto de ser prácticamente la primera candidatura en romper con esta tendencia. De hecho, puede que esta inusual y desconcertante asociación de naciones obedezca a un intento de salvar la cuenta de pérdidas y ganancias.

Todavía es pronto para saber qué ocurrirá en la Copa del Mundo 2030, la cual se celebrará principalmente en España, Marruecos y Portugal, y de forma testimonial e inaugural en Argentina, Uruguay y Paraguay. Desde el Consejo Superior de Deportes (CSD), en respuesta a este periódico, revelan que actualmente se está elaborando un estudio de impacto económico de cara a la futura cita mundialista, cuyas conclusiones se harán públicas "próximamente". Sin embargo, el Gobierno ya deslizó hace un año, cuando la candidatura únicamente concernía a España, Portugal y Ucrania (esta finalmente no incluida), algunas cifras sobre la repercusión que el evento podría provocar sobre el país.

Según recoge el Real Decreto 1034/2022, de 20 de diciembre, por el que se concedió una subvención a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) para desarrollar la candidatura, y de acuerdo con "estudios elaborados por las instituciones académicas universitarias", se preveía una inversión global de 1.433 millones de euros; 750 millones de euros estarían destinados a la construcción de infraestructuras deportivas, mientras que los 683,2 millones corresponderían a gastos de organización. Por cada euro invertido, se generarían 4,28 euros del PIB y 1,32 euros de ingresos fiscales, haciendo un total de 5.120 millones de euros del PIB, junto con la creación de 82.513 empleos equivalentes a tiempo completo y un gasto en turismo superior a los 5.500 millones. Todas ellas, sin duda, cifras que alientan el optimismo y la esperanza. Pero, dado que hasta el momento no se han publicado estos supuestos "estudios de instituciones académicas", ni ha transcendido quién los ha elaborado ni se conoce su contenido íntegro, ¿podemos fiarnos de ellas?

Salvo el de Rusia, cuyas cifras no son del todo claras, todos los mundiales han generado pérdidas.

A media que han pasado los años el coste asociado a un mundial ha ido aumentando.

En el caso de España, a pesar de los buenos pronósticos, los beneficios tampoco superaron los costes

Los países que más han sufrido los costes son aquellos que no contaban con una infraestructura (estadios deportivos) previa

Imagen 1 Imagen 2

Salvo el de Rusia, cuyas cifras no son del todo claras, todos los mundiales han generado pérdidas.

Imagen 3

A media que han pasado los años el coste asociado a un mundial ha ido aumentando.

Imagen 4

En el caso de España, a pesar de los buenos pronósticos, los beneficios tampoco superaron los costes

Imagen 5

Los países que más han sufrido los costes son aquellos que no contaban con una infraestructura (estadios deportivos) previa

"Déficits estructurales"

A falta de conocer tanto estos como los futuros estudios de impacto económico, resulta interesante repasar qué ha sucedido en estos cien años de copas mundiales. Un estudio publicado en 2022 en la revista Sage Journals - Environment and Planning analizó y comparó los ingresos y los gastos de las copas del mundo celebradas entre 1964 y 2018 a partir de bases de datos públicas. Según se puede apreciar en el gráfico, prácticamente todos los mundiales -a excepción de Rusia, cuyos datos pueden suscitar desconfianza- han generado pérdidas económicas. Dentro de este listado también se incluye el España 82, del que en primera instancia se esperaban ingresos millonarios pero que, años más tarde, se acreditaron importantes irregularidades, así como un déficit de 132.808.129 pesetas.

Y pese a que la última Copa del Mundo (2022), celebrada en Catar, no está incluida en el estudio, un informe de EY estimó que los gastos para preparar aquel mundial rondaron los 220 billones de dólares.

"Estos eventos sufren de lo que se puede llamar un 'déficit estructural', es decir, un déficit que es persistente y sistemático y, por lo tanto, no es el resultado de una mala toma de decisiones individuales o de condiciones específicas de acogida", indica el estudio en sus conclusiones.

Si bien los ingresos por derechos de emisión (TV) son cada vez mayores, los gastos que las infraestructuras han ocasionado en las últimas ediciones son claramente superiores. Por ello, otra de las conclusiones del estudio advierte a los próximos anfitriones: "es fundamental que los futuros anfitriones reutilicen los lugares existentes en la mayor medida posible, si quieren reducir el riesgo financiero asociado con este evento".

Parece, por lo tanto, que el desarrollo de las infraestructuras (principalmente, los estadios de fútbol) marcan la rentabilidad de un evento deportivo de tal magnitud. Y en ese aspecto, España parte con una gran ventaja.

La ventaja de los campos de LaLiga

Mientras que las últimas grandes citas mundialistas tuvieron que acometer obras faraónicas para crear los estadios o aumentar su capacidad, España cuenta con mucho terreno ganado. Por exponer algunos ejemplos, el Estadio Metropolitano, promesa de anteriores candidaturas olímpicas, es hoy una realidad; el Bernabéu cuenta los días para inaugurar el renovado templo madridista, mientras que en el Camp Nou se trabaja día y noche para volver a acoger a los blaugranas. Otros estadios , como La Rosaleda, El Molinón o La Romareda, están pensando en hacer sus deberes y aumentar su capacidad. No parece, por tanto, que se vayan a levantar nuevos campos para la ansiada competición.

El nuevo Bernabéu es el principal candidato para acoger la final de la Copa del Mundo 2030. / Real Madrid

El ministro de Cultura y Deporte en funciones, Miquel Iceta, admitió tras conocer la esperada noticia que España no puede hacer "seis o siete estadios nuevos", ya que "el país tiene otras necesidades y otras exigencias presupuestarias". "Tenemos que hacer las cosas en su justa medida precisamente para que el balance final de este acontecimiento deportivo sea positivo en todos los terrenos, y en el económico, también", señalo Victor Matheson, profesor de economía en el College of the Holy Cross en Massachusetts (Estados Unidos) y autor del estudio The Economics of the World Cup (La economía de la Copa del Mundo), incide sobre la idea de que el resultado final dependerá de las infraestructuras que acometamos. "La respuesta es depende. Si España no gasta demasiado dinero en nuevos estadios e infraestructuras turísticas, el país obtendrá un turismo adicional a bajo coste. Pero si España insiste (o es intimidada por la FIFA) en construir instalaciones de 70.000 asientos en lugares como Gijón o Coruña, entonces la Copa del Mundo será una pérdida de dinero", indica el profesor ante las preguntas de elEconomista.es.

REQUISITOS PARA SER SEDE MUNDIALISTA

Hasta finales de 2024 no conoceremos con exactitud qué campos albergarán los 101 partidos de la Copa del Mundo 2030. Sin embargo, los reglamentos de la FIFA criban a la mayoría de estadios del país. Estos deben contar con un mínimo de 40.000 localidades; las semifinales deben contar con 60.000 asientos y la final, con 80.000 butacas. Todos los estadios deben contar con techo y reunir diversos requisitos, como disponer de localidades VIP, de salas de prensa o estudios de televisión, o de un recinto considerable para acoger los equipos de retransmisión, entre otros.

Por el momento, España ha presentado quince posibles sedes: dos en Madrid (el Santiago Bernabéu y el Estadio Metropolitano), y Barcelona (el Camp Nou y el Stage Front Stadium), mientras que una en Valencia (Mestalla), en Vigo (Balaídos), en A Coruña (Riazor), en Gijón (El Molinón), en Bilbao (San Mamés), en San Sebastián (Reale Arena), en Zaragoza (La Romareda), en Murcia (La Nueva Condomina), en Sevilla (La Cartuja), en Málaga (La Rosaleda) y en Las Palmas (Estadio Gran Canaria). Por su parte, Portugal ha propuesto tres sedes (los estadios de Da Luz y José Alvarade, en Lisboa, y el Do Dragao, en Oporto), mientras que Marruecos, seis (Agadir, Marrakech, Rabat, Tánger, Fe y un campo por construir en Casablanca, con el que aspiran a acoger la final).

Más allá del coste económico

A falta de conocer las obras que acometerán los diferentes estadios, así como en otros ámbitos, como el transporte, la hostelería o el turismo, muchos expertos resaltan que la organización de un evento de este calado no solamente responde a intereses económicos. Carles Murillo, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y presidente de la Sociedad Española de Economía del Deporte (SEED) explica a elEconomista.es que los grandes eventos deportivos dejan una huella o legado en el territorio en el que se celebran. Este legado, explica el catedrático, es de tipo poliédrico, puesto que combina elementos económicos y empresariales, pero también otros de tipo social, cultural, de fomento de la práctica deportiva y del voluntariado, comercial, turístico o medioambiental.

"Si los organizadores toman decisiones razonables sobre las inversiones en instalaciones deportivas (mejorando las ya existentes y no haciendo recintos que luego no vayan a utilizarse a pleno rendimiento), en los gastos corrientes y además procuran que la seguridad en los recintos y en sus aledaños esté garantizada para todos, que haya una plena ocupación de los estadios con gran afluencia de espectadores (turistas deportivos) en un clima de respeto por el entorno con la máxima reducción posible de las emisiones de CO2 y ahorro energético, entonces me parece que un evento deportivo puede acabar teniendo una repercusión social positiva", considera Murillo.

La capacidad turística, por su parte, probablemente haya sido uno de los factores que más peso haya tenido en la elección de España como principal país anfitrión, dado que el turismo es uno de los pilares sobre los que se sustenta la economía española. "Para evaluar bien un mundial se debe tratar de valorar sus impactos sociales positivos, como la imagen que proyecta, o negativos, como los impactos medioambientales. Centrándome en 2030, creo que si puede tener un impacto positivo es ese [el impacto social]. Prácticamente no se tiene que realizar ninguna inversión (se habla de pequeños ajustes y sólo Mestalla parece que sí tendría que cambiar bastante) y podemos atraer a visitantes de países que no nos visitan tan habitualmente (el 75% de nuestro turismo procede de Francia, Italia, Alemania y Reino Unido)", añade Josep Maria Raya, también Catedrático de Economía Aplicada en el Tecnocampus de la UPF.

Las cuentas para 2018

Probablemente muchos no lo recuerden, pero en 2010 rozamos el sueño que sí se ha conseguido en esta ocasión. Aquel año, España pujó con fuerza también junto con Portugal (en una Candidatura Ibérica) por ser la sede de la Copa del Mundo del año 2018. El entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, nombró como ganador a Rusia, por delante de otras candidaturas como la formada por Países Bajos y Bélgica, o la de Inglaterra, capitaneada por David Beckham.

Para defender aquella candidatura, la RFEF encargó en 2009 a la Fundación Observatorio Económico del Deporte (FOED) la elaboración de un informe de impactos económicos. Este informe, a pesar de tener ya casi quince años, tiene hoy un interés renovado, a falta de la publicación de un informe actualizado. José Francisco Baños y Plácido Rodríguez, dos de sus autores, resumieron en el libro Economía del deporte en el siglo XXI: Una visión plural (2011) algunas de sus conclusiones.

"La principal conclusión es que la Candidatura España-Portugal presenta más fortalezas que debilidades para ser elegida sede de la Copa del Mundo [...] se considera que el evento es una gran oportunidad para mejorar la imagen del país y difundir la 'marca España'". Se pensó entonces que esta competición podría generar un valor añadido de 2.473 millones de euros, así como la creación de 54.899 empleos. Pero, ¿de dónde procedían tales cantidades?

Por exponer algunos ejemplos de aquel documento, acoger la copa requeriría invertir unos 1.000 millones en infraestructuras, otros 500 millones en estadios y otros 100 en acomodar las ciudades y las sedes. La RFEF debería gastar unos 830 millones en organización, transporte o comunicaciones, mientras que otros gastos, como en personal de Fuerzas y Seguridad del Estado, requerirían unos 80 millones.

Por contra, el evento atraería a 570.000 visitantes, de los cuales 420.000 acudirían con entradas para ver los partidos. La duración media de la estancia sería de 8 días, con un gasto diario comprendido entre los 220 y los 320 euros. Con todo ello, el gasto turístico se valoró entonces en 767 millones de euros. El impacto mediático de cobijar el evento futbolístico más importante del mundo generaría (en 2009, de cara a 2018) un valor estimado de 8.000 millones de euros, gracias en gran parte a los derechos televisivos.