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Inclusión: Así se adaptan las universidades para que nadie se quede fuera

  • La tecnología abre un mundo de posibilidades a las personas con discapacidad

En el curso 2019-2020 había casi 20.000 estudiantes universitarios con discapacidad, lo que supone un 1,5% del total de estudiantes. Si bien no es una cifra muy elevada, ha ido mejorando a lo largo de los años, ya que en el curso 2011-2012 este porcentaje se situaba en el 1,1%. Son datos del V Estudio Universidad y Discapacidad, elaborado por la Fundación Universia.

Aunque aún queda mucho camino por recorrer en lo que a ofrecer una educación para todos se refiere, la tecnología se ha convertido en una de las mejores aliadas para promover la inclusión educativa, ya que a través de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) se puede facilitar la transmisión de los conocimientos adaptados a las necesidades del alumnado.

Es el caso de la tiflotecnología, es decir, tecnologías adaptadas a personas con dificultades visuales o ciegas. Como explica Juan Víctor Romero Romero, estudiante del Grado de Psicología en UNIR, gracias a esta tecnología "es posible el uso óptimo de dispositivos electrónicos tales como ordenadores, tablets y smartphones. En ellos, además de la utilización de lectores de pantalla, se puede leer y escribir en braille con programas informáticos por un lado y, por otro, con una línea braille que es un teclado que se conecta al ordenador y, en consecuencia, se escribe en braille".

Por su parte, Víctor Alberto Lorenzo Pérez, diplomado en Ciencias Empresariales y Graduado en Administración y Dirección de empresas por la UNED, explica que las herramientas tecnológicas que le son más útiles son "un lector de pantalla (el sistema realiza un barrido de la pantalla del ordenador o teléfono reproduciéndolo mediante voz), un escáner con OCR (donde introduzco documentos o artículos científicos y se convierten a voz), la línea braille, un anotador parlante (introducción de texto a través de teclado braille y se convierte en audio), un sistema de reproducción DAISY (sistema de reproducción en audio de material académico o cultural) y una calculadora científica parlante".

Como explica el director del Centro de Atención a Universitarios con Discapacidad (UNIDIS) de la UNED, Tiberio Feliz, en las soluciones tecnológicas existen dos enfoques. El más tradicional, "que llamamos ajustes razonables y que significa que se han diseñado unos recursos con carácter general y se adaptan a las necesidades de cada persona". El planteamiento más moderno, "hacia el que tenemos que evolucionar, es el diseño para todas las personas, es decir, que en el momento en el que se produce el recurso, ya sea un vídeo o un libro, por ejemplo, se prepara de tal manera que ya se pueda acceder a él sin necesidad de tener que adaptarlo posteriormente. Es el método más efectivo". Por tanto, añade, no se trata de hacer 20 modelos diferentes de un mismo recurso, sino de buscar formatos más flexibles y adaptativos de tal forma que es el propio individuo el que puede decidir cuál es el formato que le resulta más cómodo.

En este sentido, Pilar Rodríguez, responsable del Servicio de Atención a las Necesidades Especiales de UNIR, indica que "la tecnología ha abierto una puerta a un mundo enorme de posibilidades a las personas con discapacidad". Lectores de pantalla y líneas braille, aplicaciones de control por voz, realidad aumentada, aplicaciones de transcripción automática, aplicaciones de apoyo para la movilidad urbana de personas ciegas, aplicaciones móviles para la autonomía en transporte público... "La tecnología avanza y los proveedores de contenido deben armonizar estos avances con el diseño y desarrollo de los contenidos, plataformas de aprendizaje y desarrollos en general. Los desarrolladores y gestores de contenido deberían incluir las pautas de accesibilidad en sus procesos y productos".

Según el informe de la Fundación Universia, la mayoría de estudiantes matriculados en las universidades españolas presenta una discapacidad física u orgánica (30,4%), seguida de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo (11,8%), personas con discapacidad sensorial (10%) y, por último, personas con discapacidad psicosocial o relacionada con la salud mental (3,9%), si bien el número de estudiantes con una discapacidad no incluida en la clasificación anterior o que no consta, asciende a un 44% del total.

A este respecto, Tiberio Feliz, señala que "aunque un estudiante no tenga reconocida una discapacidad oficial nosotros igualmente la vamos a atender por un principio de sentido común. Todo lo que hacemos se basa en las características y en las necesidades de las personas".

Por su parte, Pilar Rodríguez, subraya que "aunque existen unos protocolos y guías base sobre las necesidades y medidas de apoyo adecuadas para distintos perfiles de discapacidad, ninguna persona es igual a otra y siempre intentamos alcanzar el mayor grado de ajuste posible entre las necesidades especiales individuales de cada persona y las exigencias de la calidad para una educación excelente". Algo más del 79% de los estudiantes con discapacidad entrevistados por la Fundación Universia declara no haberse sentido discriminado a lo largo de sus estudios universitarios.

El bachillerato suele marcar un punto de inflexión en muchos estudiantes con discapacidad, ya que optan por no continuar con sus estudios. Como destaca Tiberio Feliz, "necesitamos mejorar nuestras acciones positivas para favorecer y convencer a los estudiantes, sobre todo al final de bachillerato, donde se produce una caída importante, ya que cuando tienen que decidir si van a ir a la universidad por diversos factores, entre ellos la motivación y el convencimiento, deciden no ir a pesar de que serían buenos estudiantes. Por tanto, no es solo en la universidad donde tenemos que hacer hincapié. Tenemos que hacer un trabajo de empoderamiento hacia los estudiantes y un trabajo de motivación también en sus familias y en los docentes".

En esta línea, Víctor Alberto Lorenzo Pérez, que actualmente está matriculado en el Centro universitario de Idiomas a Distancia (CUID UNED) y en el programa de doctorado en economía y empresa de la Escuela Internacional de Doctorado de UNED, opina que "al finalizar el bachillerato las personas con discapacidad no continúan sus estudios por no conocer experiencias de universitarios con discapacidad. Creen que finalizar el bachillerato es un triunfo sin embargo, desconocen que al superar los estudios universitarios están haciendo camino al andar y está posibilitando su inclusión educativa y laboral y la del colectivo. Además, es un reconocimiento al gran trabajo que están llevando a cabo el personal docente e investigador y el personal de las universidades, las oficinas de atención, organizaciones, fundaciones y empresas en favor de la inclusión de los universitarios con discapacidad".

Juan Víctor Romero Romero "les diría a ellos y a su entorno que se pusieran en contacto con otras personas con diversidad funcional y sus respectivas asociaciones para que realicen un proceso de normalización o naturalización de lo que es tener diversidad funcional. Llegando a este punto, se darán cuenta que tener diversidad funcional no es una carga sino una forma de vivir y afrontar la vida con resiliencia, ilusión y motivación".

No es solo tecnología

Si bien la tecnología es una gran aliada para favorecer la inclusión educativa por sí sola no es suficiente. "La tecnología ha hecho posible que alumnos con retos psíquicos y físicos significativos puedan acceder a la información y por ello pienso que es un factor necesario, pero no suficiente", apunta Serena Durán Sela, ganadora del Premio al Compañero Mentor de UNED.

De este modo, su labor tiene que ver con resolver dudas, acompañar, explicar contenidos de la plataforma digital, compartir consejos, representar ante algunas entidades o en gestiones y en ocasiones acompañar al universitario durante los exámenes para leerle las preguntas y facilitar la comprensión del enunciado. "Realmente lo que hace falta es tener ganas de echar una mano y estar disponible. No debiera quedar sin respuesta ninguna petición de ayuda de un compañero universitario con discapacidad física o psíquica", explica Durán Sela, quien conoce el mundo de la discapacidad por su formación como médico, por haber hecho voluntariado en distintas entidades y desde la Psicología, grado que está a punto de terminar. "Por si estas no fueran suficientes razones, el mayor de mis tres maravillosos hijos, Sam, tiene síndrome de Down".

En este contexto, Serena se pregunta ¿cómo podemos conseguir que más personas con discapacidad estudien una carrera universitaria? "Muchas ya lo hacen, pero sin duda para algunas personas, una carrera universitaria resulta imposible por no contar con unos apoyos bien diseñados. Yo creo firmemente que todo el mundo puede aprender, pero no de cualquier manera. Las adaptaciones deben estar bien diseñadas, por personas con la formación adecuada en pedagogía y psicología; y aún diría más, por profesionales que crean en estos alumnos y sus posibilidades de éxito. Las profecías autocumplidas no surgen de los alumnos y creo que unas expectativas positivas deben informar todo el camino hacia la consecución de una carrera universitaria".

Cae un 30% la contratación en 2020

Durante el año pasado la contratación de personas con discapacidad sufrió una caída del 30%, según los datos del Informe 6 del Observatorio sobre Discapacidad y Mercado de Trabajo de la Fundación ONCE. En este sentido, solo una de cada cuatro personas con discapacidad tiene empleo.

Este informe también destaca que la contratación viene marcada por condiciones precarias e inestables. De los contratos realizados en 2019, solo el 9,9% tenían carácter indefinido. A ello se une un índice de rotación del 2,25, con un total de 1.629 personas que fueron contratadas hasta 15 veces en el mismo ejercicio. Además, el salario medio anual bruto de las personas con discapacidad se fija en 19.946,2 euros, un 17,3% menos que la población general.

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