Especial Formación

Nuevos tiempos en una era pos-covid

  • Hay que hacer virtud de la necesidad y aprovechar la crisis para repensar cómo y para qué formamos más allá de la educación obligatoria
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En paralelo al entusiasmo con el que muchas empresas han descubierto el teletrabajo, la proliferación en la oferta de universidades y escuelas de negocios de nuevas metodologías formativas que combinan la presencialidad con lo virtual (y con un branding más o menos afortunado) nos dan una imagen de un sistema de educación superior que ha respondido al reto del distanciamiento social mejor de lo que muchos detractores (y algunos de sus supuestos defensores) creían posible. Esta es una buena noticia, que demuestra la capacidad de adaptación e innovación en un sector que frecuentemente ha sido acusado de poco flexible.

No se trata de negar que para el alumno – tanto o más que para el docente y las propias instituciones – la transición acelerada a una nueva pedagogía que combínela presencia con una mayor parte de formación online necesariamente impondrá algún coste de transición. Entre otros, la experiencia social, parte inalienable de la vivencia universitaria, puede sufrir en intensidad, y son muy conocidas las dificultades económicas de muchas instituciones anglosajonas que dependen de precios de matrícula muy elevados.

"Hay que hacer virtud de la necesidad y aprovechar la crisis para repensar cómo y para qué formamos más allá de la educación obligatoria"

Aun así, como ya hace años nos descubrieron proveedores como Coursera o EdX, y nos ha recordado recientemente Google con sus "Career Certificates", más allá de las barreras regulatorias la formación de calidad no depende del canal sobre el que se entrega, sino de un buen diseño formativo sobre la base de competencias y objetivos de aprendizaje, así como una comprensión realista de las necesidades del alumno – que no son, en absoluto, las mismas en la distancia que in situ.

Hacer virtud de la necesidad y aprovechar la crisis para repensar cómo y para qué formamos más allá de la educación obligatoria debería, a medio plazo, dotarnos de un sistema universitario más ágil y flexible, más cercano a la realidad de un mundo profesional cada vez más digital, y – esperemos – menos ligado a cierta liturgia corporativista que aún arrastra el sector.

Elaborado por Ramón Noguera, Director académico de EADA Business School

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