Como embajador de la Argentina ante el Reino de España, tengo la satisfacción de ver normalizada y fortalecida la relación entre España y Argentina.
Las muestras de afecto de toda la sociedad, de la clase política y de todo el arco institucional y empresarial -tanto en la visita del presidente Mauricio Macri a España el año pasado como en la del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a la Argentina, en abril- así lo demuestran.
En España los argentinos siempre desciframos claves de nuestra historia; vemos reflejada una parte sustancial de nuestro ADN cultural. Creemos que a los españoles les sucede lo mismo con nuestro país. Podemos decir que tenemos un vínculo indisoluble. Pertenecer a la comunidad de naciones iberoamericanas es una gran oportunidad en un mundo de incertidumbre.
Las economías de nuestros países son complementarias. Mientras España creció y sofocó sus problemas gracias a empresas internacionalizadas con un enorme know-how en áreas estratégicas, nuestro país tiene un mercado y un recorrido enorme para atraer inversiones que generen empleo, desarrollo y logren una mayor reducción de la pobreza y justicia social. Y, en efecto, lo estamos haciendo.
España tiene, como ningún país europeo, la doble condición europea y americana, característica que, desde su ingreso a la Unión Europea (UE), la hace la principal interlocutora e impulsora de las relaciones entre Europa y sus socios iberoamericanos.
La lengua une entre sí a los países. Además de su importancia cultural y política, tiene un valor económico que muchas veces pasa inadvertido. La dimensión económica del español se traduce también en mercados importantes: industrias culturales y de la comunicación; tecnología; innovación y conocimiento; servicios académicos.
Todo esto se ha manifestado en el impulso a la negociación entre la UE y el Mercosur. Un espacio único de integración donde nuestros dos países pueden potenciar sus fortalezas.