
Dejando de lado aquello de que mal de muchos, consuelo de COVID-19 es la de pasar de un pronóstico de crecimiento económico en 2020 de 3,5%, a finales de enero, a uno de caída hasta -2,4%, ambos datos del fondo Monetario Internacional (FMI). Pero Fedesarrollo, uno de los principales centros de investigación económica del país, lo ve más dramático y no descarta una caída hasta de -7,9%.
Y, a pesar de estos oscuros pronósticos, no es el fin del mundo, ni mucho menos el de un país que si de algo conoce en su histórico trasegar es de crisis.
Si de algo le está sirviendo la actual crisis a este país suramericano que la última década ha logrado mantenerse entre las cinco economías más dinámicas de la región, es para entender que los buenos tiempos del petróleo, el café y las temporadas que permiten exportar una buena cantidad de flores comienzan a volverse recuerdos del pasado, y que la nueva normalidad exige la verdadera necesidad de construir una economía propia, como pilar de un auténtico desarrollo nacional.
Hace poco más de un par de décadas, durante una teleconferencia dedicada a empresarios y emprendedores colombianos, el profesor Peter Druker cuestionaba como el país, con tantos recursos naturales y personas con altísima vocación de emprendimiento, así como de trabajo, no había sido capaz de construir una economía propia más consistente, fundamentada en desarrollo de infraestructura dentro de las mismas regiones y hasta centros industriales complementarios a los que tradicionalmente se han mantenido.
Por más de tres décadas, entre modelos y circunstancias como apertura económica, globalización, tratados de libre comercio, auge de las tecnologías, crisis geopolíticas regionales y cambio climático, Colombia viene, por un lado, trabajando de macroproyectos de infraestructura, inteligencia de mercados y creación de nuevas fuentes de ingresos externos, como hasta hace pocos meses ocurría con el turismo proveniente del exterior, y por el otro, capoteando situaciones estructurales como el conflicto interno, el interminable narcotráfico y la intensificación de la polarización política.
La inversión extranjera creció un 25% en 2019, hasta los 13.300 millones de euros, el monto más alto en seis años
Hay que decir, eso sí, que se mantuvo muy activa la inversión extranjera, al punto que al cierre de 2019 se registró, con un aumento de 25%, un monto de 14.493 millones de dólares (unos 13.300 millones de euros), el más alto de los últimos seis años.
No obstante, en las tres décadas referidas, ni la inteligencia de mercados, ni los intentos de la diversificación exportadora, como tampoco la tan mentada ampliación de la frontera agrícola, surtieron los frutos que hoy pudieran permitir sortear de una mejor manera la inesperada crisis del coronavirus que afecta sin distinción alguna al mundo y cuyas secuelas en la economía colombiana todavía son muy difíciles de calcular.
A cambio, si se avanzó en desindustrialización, importación de alimentos que el país está en posibilidades de cultivar, incontenible corrupción, y últimamente en deterioro del empleo, que, si bien venía aumentando gradualmente, el COVID-19 lo ha llevado, apenas al inicio de las mediciones de su impacto en el país, a niveles altamente preocupantes.
Otro dato nada despreciable lo entrega el director de Fedesarrollo, al asegurar que en las actuales circunstancias cerca del 40% de la población colombiana se encuentra en una franja vulnerable por sus condiciones socioeconómicas, lo cual estaría ubicando unos 20 millones de personas en alto riesgo de llegar o regresar a la pobreza.
Los fundamentales
Ahora, al ocuparse de la situación y proyecciones de las variables fundamentales de la economía colombiana, la misma realidad de los números muestra, de una parte, realidades impensadas al inicio del año, y de otra, una descarnada radiografía que también le indica al Gobierno del presidente Iván Duque, a los Gobiernos regionales, empresarios, gremios, trabajadores y sociedad, los caminos a seguir, tanto para superar los efectos de la pandemia, como la realidad de 50 millones de almas de tener que convivir con esta, en un complejo ejercicio de equilibrismo entre el sobrevivir y la necesidad de tener con qué hacerlo.
El PIB. Después de haber crecido 3,3% en 2019 y 4,1% el primer bimestre de este año, las proyecciones por el impacto del COVID-19 están así: Banco de la República entre -2% y -7%. Banco Mundial y FMI coinciden en caída de -2,4%. Anif de 0% a -1,3% y Fedesarrollo desde -2,7%, pasando por -5% y hasta -7,9%, dependiendo de más cuarentenas.
El desempleo. Aquí el punto de partida para el análisis es una tasa de 10,5% al terminar 2019, con un salto a 13% al finalizar enero y cediendo a 12,6% al corte de marzo de 2020. Desde luego, con el frenazo económico en seco de dos meses que generó la pandemia, para el cierre de este año, mientras el departamento de investigaciones del BBVA lo estima en 17%, Fedesarrollo lo ubica en 16,3%.
La tasa de cambio. En 2019, la devaluación del peso colombiano con respecto al dólar fue de 0,84% y la divisa cerró en 3.277,14 pesos. En enero de 2020 inició en 3.258 pesos y en mayo por cuenta del COVID-19 llegó hasta 3.881 para certificar una devaluación cercana al 19%, claro, después de haber estado en los momentos más críticos hasta por encima de los 4.500 pesos. Ahora los analistas de Fedesarrollo pronostican un dólar cerrando año en Colombia sobre los 3.750 pesos, es decir, para una devaluación estimada de 15,1%.
La inflación. Sobre el costo de vida vale señalar que por cuenta del confinamiento y las repercusiones de la pandemia en la economía, el consumo privado pudiera caer hasta en 5% durante el año, algo que implicaría una inflación entre 3%, que es la meta oficial del Gobierno y el Banco de la República y hasta de 3,4%, de acuerdo con las proyecciones del BBVA Colombia.
El comercio exterior. En cuando a los datos de intercambio comercial, el país había alcanzado en 2019 exportaciones por 39.501 millones de dólares, pero ahora por las circunstancias mundiales esos números pudieran descender hasta 32.000 millones, según lo ha previsto Javier Díaz, presidente de Analdex, la asociación que agrupa a los exportadores. En cuando a las importaciones, con una caída de 0,4% el mes de febrero, el déficit comercial acumulado del país ascendía a 1.450 millones de dólares.
Inyección de billones
Y mientras llega la noticia esperada en todo el mundo, la de una vacuna contra el COVID-19, el equipo económico del Gobierno y distintos sectores económicos han tenido que acudir a inyecciones con alta dosis en billones de pesos, que se reflejan en algunos datos como los siguientes:
Al corte de abril por la emergencia se entregaron desde el Gobierno nacional apoyos a empresas y personas del orden de 14,1 billones de pesos, es decir, unos 3.344 millones de euros. El Banco Central debió inyectar liquidez a la economía por 6,3 billones de pesos, equivalentes a 1.494 millones de euros.
A comienzos de mayo, en el marco de una segunda emergencia económica, se determinaron subsidios directos a la nómina de las empresas por 6 billones de pesos, es decir, 1.423 millones de euros, que cubrirán por tres meses el 40% del valor del sueldo mensual de las personas que ganan un sueldo mínimo, obviamente, hasta donde alcanza la plata.
Si de algo está sirviendo la crisis a Colombia es para entender la verdadera necesidad de construir una economía propia como pilar de un auténtico desarrollo nacional
Los bancos comerciales han refinanciado préstamos a empresas y de consumo por unos 150 billones de pesos, el nada despreciable equivalente a 35.570 millones de euros.
Todo esto para reseñar que estos últimos números reales que suman en pesos colombianos 176,4 billones, en euros 41.830 millones, y que en finanzas simples se pudieran apuntar como gastos imprevistos, tendrán un peso sustancial sobre una economía débil y, sin duda, parte de ese valor en una nueva deuda pública que en algún momento habrá que pagar, pese a que en estos momentos la expresión reforma tributaria está terminantemente prohibida por el presidente Iván Duque.
A manera de conclusión, el estado del arte en la economía colombiana, como consecuencia del COVID-19, se compone de dos variables: una, datos reales que indican que como consecuencia de la pandemia hasta el 53% de personas encuestadas ha perdido su trabajo, 38% de los comercios (con más de 80% de caída en sus ventas) dudan que puedan reabrir y que las ventas de vehículos y motocicletas cayeron un 99% y un 98% respectivamente hasta abril. Y dos, la fe de que toda crisis trae y su oportunidad, justo para un país que tradicionalmente deposita sus esperanzas, y ahora más que nunca, su futuro, en el Sagrado Corazón, la Virgen de Chiquinquirá y el Divino Niño.