
"Si el PP pierde un millón de votos en unas generales se va a la oposición, y el Partido Popular es muy malo en la oposición", afirma el sociólogo y experto en Comunicación Política, José Luis Sanchís.
Estos días, las dos principales formaciones políticas andan, una con más catarsis, otra con una reflexión peculiar, analizando las razones de su desplome el pasado domingo en las urnas. Para los primeros, el Partido Socialista, con el peor resultado de su historia, la derrota ha sido clara. Los socialistas no han sido capaces de escuchar el mensaje que manda el ciudadano, un votante cansado y desconfiado de la receta del PSOE para salir de la crisis.
En la casa popular, la complacencia se ha apoderado de la mayor parte de las voces oficiales. Salvo honrosas excepciones, no hay otro mantra genovino que el de la victoria. Un taciturno Miguel Arias Cañete remarcaba en la noche de autos su éxito, olvidando que ganar por 500.000 votos de diferencia a su adversaria Elena Valenciano, habiéndose dejado entre los dos partidos 5 millones de papeletas en la gatera, no es algo de lo que sentirse muy orgulloso.
El Partido Popular y el Partido Socialista no han sido los únicos en llevarse el batacazo del electorado. Izquierda Unida, con un crecimiento respetable, o UPyD, multiplicando por cuatro sus resultados, no han restado el porcentaje que vaticinaban las encuestas.
Despreciar al enemigo
El 25-M el voto ha basculado hacia una izquierda nueva en representación. El electorado ha respaldado a los partidos nacionalistas, y por último, y en menor medida, a unas formaciones que podrían hacerle competencia al PP, como son Vox y Ciudadanos.
Estos resultados, en efecto, no son extrapolables a unas generales. Nuestro sistema electoral limitado por la Ley D'Hont y por el tamaño de algunas de nuestras circunscripciones no dará espacio a todas las fuerzas políticas que hoy han obtenido representación. Sin embargo, despreciar al enemigo es ingenuo y denota falta de reflejos.
Un día después de las elecciones, el hombre pensante de Mariano Rajoy, Pedro Arriola, se despachaba tachando de frikis a Podemos, el triunfador sin paliativos de las últimas elecciones europeas. El pasado lunes, el cocinero sociológico de los populares minusvaloraba a Pablo Iglesias, como si este joven profesor, antiguo afiliado de Izquierda Unida, se hubiera caído de una nave y por eso de la fortuna hubiera tenido una tarde de suerte, como dicen los taurinos. Craso error. También por ahí pasó una tarde José Luis Rodríguez Zapatero y se hizo con un Congreso, con un partido y hasta con un Gobierno.
Focalizar las críticas en Podemos no se antoja el mejor camino de discernir el porqué del varapalo del 25-M y de recuperar el voto perdido. El Partido Popular, en su caso, tiene que descubrir sin dogmas sectarios cuáles son las razones de su debacle. Aclarar de dónde viene su abstención. Un ejercicio que también ha de hacer el PSOE si quiere seguir siendo opción de Gobierno, una vez que ponga paz en su casa y encuentre al líder que cambie el truncado destino de los socialistas. Pero ojo, la izquierda en su conjunto ha recogido unos resultados magníficos. La suma de votos y la experiencia de generar tripartitos más allá del gasto político colocan paradójicamente en mejor posición hoy al Partido Socialista que al PP.
España no es Francia. Nuestros vecinos arreglan las mayorías estables con una segunda vuelta. Jacques Chirac logró la presidencia de la República teniendo en el bando contrario a Jean Marie Le Pen -padre del Frente Nacional-, gracias al apoyo a última hora de Socialistas y Los Verdes. Corría el año 2002.
Pero los pactos de este tipo no se llevan en España. Con los resultados del 25-M, la Comunidad de Madrid podría pasar a manos de Tomás Gómez en unas elecciones autonómicas. Un pacto con Izquierda Unida y Podemos encumbraría al exalcalde de Parla a la Casa de Correos. En Valencia pasaría otro tanto de lo mismo.
El PP, un partido antipático
Atrincherados en la abstención, el Partido Popular ha descubierto ahora su problema de comunicación. Un suspenso eterno que a día de hoy le coloca como el partido antipático por excelencia, una variable muy americana, cuya buena o mala gestión ayuda a subir o bajar en las encuestas.
La política comunicativa no es flor de un día. No consiste en tener un rosario de medios favoritos a los que conceder entrevistas o premiar con alguna que otra filtración. Dirigirse a los ciudadanos a través de una pantalla, de un plasma, no ayuda. Resta... y mucho. Ofrecer ruedas de prensa sin preguntas no da votos, los quita. La actuación del candidato popular, Miguel Arias Cañete, un hombre forjado en las políticas de Bruselas, experimentado, el mejor de los ministros de Rajoy, según las encuestas, ha resultado una pesadilla. La comunicación del PP no ha beneficiado en nada su liderazgo. Ya lo decía Marco Tulio Cicerón: "Debemos aprender mientras estemos vivos".
El crecimiento de la izquierda
José Luis Sanchís, sociólogo y experto en Comunicación Política, advierte al PP de los peligros que se avecinan. "La estrategia del Partido Popular les impide el fracaso. Me explico, aunque lo ven tienen que disimular. El PP necesita mayorías absolutas para gobernar y, con este escenario, en cuanto pierdan un millón de votos en unas elecciones generales se van a la oposición. Y el Partido Popular es muy malo en la oposición", subraya el politólogo a El Economista.
El Partido Popular, explica Sanchís, "ha obtenido un mal resultado. Se veía venir. Han perdido millones de votos desde las generales. Por eso Arriola creo que debería pensar que cuando se preparan unas elecciones se pone un objetivo donde se mira la realidad de lo que ha pasado y de lo que va a pasar. Y si cuando de 36 millones de personas sólo te responden cuatro millones -continúa- es que hay algo que está mal, que no funciona para un partido que es el primer partido del país. De veras da igual el tipo de elecciones que sea, eso no importa".
La izquierda, razona el sociólogo, "ha crecido espectacularmente. Su voto solo representae un 20 por ciento, pero eso es mucho. Es un porcentaje que condiciona. Además, aunque cuando sube la nueva izquierda, es verdad que a quien le quita votos es al Partido Socialista, pero a quien de verdad perjudica en número de escaños es al Partido Popular, por una cuestión de marginalidad".
El PP, finaliza Sanchís, "no se equivoca al afirmar que su votante se ha quedado en casa en estas elecciones. Pero el PP debe tener cuidado. Ahora se juegan mucho. Y en estas elecciones se ha producido un cambio en las características. Se ha pasado del voto de siempre, el que nunca cambia, al voto independiente".