España

¡Es el déficit, estúpidos!

De Guindos

Los ministros de Hacienda y Empleo están convencidos de que se cumplirá la previsión de 2013.

La agencia de calificación S&P sorprendió el miércoles con una rebaja del rating español hasta casi bono basura. La colocó así al mismo nivel que Moody's y probablemente haga Fitch. ¿Se atreverá a degradarla un escalón más y enviarnos al infierno? Si lo hace, ¿qué pasará? Esta es la pregunta que ronda hoy a los gobernantes, que hasta ahora estaban confiados en que no se produjera una bajada de calificación como esta última.

Existen argumentos de todos los gustos y colores, pero en el mercado aún son mayoría los que creen que Moody's mantendrá su calificación, porque ello le obligaría a revisar otras, como la de EEUU. No se trata, sin embargo, de un pensamiento escrito en mármol, así que cualquier cosa puede suceder.

Una decisión así nos conduciría casi con toda seguridad al rescate, ya que la deuda española no podría ser adquirida por muchos de los fondos que la tienen hoy en su cartera, entre ellos los de pensiones. Otro efecto inmediato sería el encarecimiento de la financiación, lo que contribuiría a hundir más la economía. Por desgracia, no es un escenario hipotético o de ciencia ficción, sino más bien real, a la vuelta de la esquina.

En estas circunstancias, sería lógico que el Gobierno tomara medidas preventivas. Pero no es el caso del español. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, descartó el viernes la adopción de tal iniciativa. El Gobierno se encuentra, en realidad, entre la espada y la pared. Por un lado, el mercado le exige el rescate, mientras que por otro tanto Ángela Merkel como el instinto de supervivencia electoral de Rajoy se lo desaconsejan. El resultado es que el presidente está dispuesto a agotar los plazos hasta que el mercado aguante. Es decir, hasta que la prima de riesgo alcance los 700 puntos.

Para ser exactos, Merkel como su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, son partidarios de que España solicite una rescate a medias, que avalaría mediante el mecanismo europeo una pérdida de la deuda soberana española de hasta el 30 por ciento y no precisa el visto bueno del Parlamento germano. Rajoy se niega, y con razón, porque la polvareda mediática será la misma, al igual que los requisitos, y la protección mucho menor que si se solicita el rescate completo.

Los miembros del Ejecutivo declaran por doquier que éste estudia las condiciones. Pero es mentira. Lo único que hay es un pulso a muerte entre el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y Angela Merkel. El primero, aliado de la presidenta del FMI, Christine Lagarde, es partidario de una petición inmediata para evitar que tenga luego que extenderse a otros países como Italia. La canciller intenta retrasarlo todo lo posible, porque tiene en contra al Bundesbank, a una parte de su partido, la CDU, y de la opinión pública. La votación en el Bundestag, la Cámara Baja alemana, de los 100.000 millones de ayuda a la banca es aún reciente. Volver a pedir más dinero para España u otro país del sur se traduciría en un desgaste político.

Por este motivo, la Unión Europea, por orden de Merkel, comienza a sopesar la posibilidad de alargar los plazos sobre el déficit. El problema no es sólo español. Según el FMI, ni Francia, ni Italia, ni Portugal ni, por supuesto, Grecia lograrán la meta presupuestaria que se fijaron para el próximo año. La directora gerente del FMI se suma a la iniciativa. Lo contrario, obligaría a una especie de suicidio colectivo con un coste elevado. Sólo en estas circunstancias puedo entender que el Gobierno español haya renunciado a seguir con los recortes en la Administración y continúe defendiendo un alza de las pensiones, aunque sea moderada.

El poder debe de tener efectos oníricos sobre los que lo ejercen. Aproveché la recepción de la Casa Real celebrada ayer con motivo del Día de la Hispanidad para repasar estos asuntos con algunos ministros. Tanto el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, como la de Empleo, Fátima Báñez, defienden con vehemencia la previsión de crecimiento y de déficit, así como el descenso del desempleo para el próximo año. Lo hacen además con fe mahometana, lo cual me resulta reconfortante, porque confío en que tengan acceso a datos ocultos para los mortales. Ahora bien, el resto de la cristiandad, mejor que nos vayamos confesando, porque esto no pinta bien.

La presunción del Gobierno es falsa, desde mi punto de vista, porque está basada en que el crédito volverá a fluir con normalidad en los próximos meses, en cuanto se cree el banco malo y comience a comprar los activos inmobiliarios dañados a las entidades con problemas. Un supuesto del que casi nadie se fía, ya que hasta que la economía no se recupere será difícil desatascar el colapso inmobiliario. El otro elemento es una paulatina apertura del mercado financiero. Pero si Moody's degrada la deuda española a bono basura, el efecto puede ser el contrario, que se cierre aún más. La única vía es recortar más la administración y atajar el déficit, diga lo que diga Merkel, Lagarde o Mahoma.

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