
Los funcionarios están en pie de guerra. El sacrificio que se les impone, un 5% de reducción del salario en promedio y la congelación el año próximo, ha provocado una explosión de ira difícil de entender, y que se manifiesta tanto en forma de movilizaciones en proyecto -la huelga general del sector público, que se ha aplazado al día 8 de junio- cuanto en una actitud generalizada de protesta y displicencia, que bien podría derivar en una espontánea huelga de celo.
Significativamente -y hay que señalarlo en honor a la verdad- este malestar es mucho más intenso y perceptible en las dependencias burocráticas de las distintas administraciones que en el ámbito de los magníficos profesionales de los grandes servicios públicos- sanidad, educación, seguridad, etc.-, que, quizá porque están más en contacto con el cuerpo social, entienden mejor la coyuntura y han estrechado más lazos de solidaridad con la gente doliente.
El menguado subsidio de desempleo
La situación laboral de este país es fácil de describir: hay 4,6 millones de parados, que sobreviven gracias a un menguado subsidio que los salva de la miseria; unos cinco millones de trabajadores temporales, sin derechos laborales y que en su mayoría no son ni de lejos mileuristas; y unos diez millones de trabajadores con contrato, temerosos de que el paro les alcance en cualquier momento, y que en muchos casos han aceptado un recorte salarial y un endurecimiento de sus condiciones laborales para conservar el puesto de trabajo y contribuir a la supervivencia de sus empresas.
Y hay, además, unos tres millones de trabajadores públicos, con salarios discretos pero que tienen el puesto de trabajo rigurosamente asegurado.
El recorte a los funcionarios mermará levemente su nivel de vida, aunque por supuesto no descenderá significativamente su bienestar ni dejarán de pertenecer a la clase media. Y, por supuesto, nos les introducirá en el mundo zozobrante de quienes temen por su empleo, de quienes están al borde del abismo o se han precipitado en él. Se les demanda, en definitiva, una contribución solidaria a un doloroso ajuste que a todos nos depauperará un poco más.
Lesiones en sus intereses
Es ingenuo, a la vez que flagrantemente incierto, la afirmación de que los funcionarios están siendo los únicos en sufrir lesiones en sus intereses a causa de la crisis. Quien tenga ojos para ver, se percatará de que los trabajadores del sector privado están en una situación límite.
Pero el hecho es que hay una respuesta airada, especialmente en Internet, mientras que se está produciendo en el mismo medio una especie de 'contrarespuesta' -en los comentarios de esta noticia, por ejemplo- en la que los trabajadores del sector privado les reprochan su resistencia a apretarse el cinturón.
Se trata, eso sí, de una medida internacional: los funcionarios de los demás países atenazados por la crisis, desde Rumanía (con recortes del 25%) a Portugal, pasando por Grecia, Eslovenia, Irlanda... Italia y Francia están preparando asimismo sendos recortes de los salarios públicos.
Deberían pensar los funcionarios reticentes a este sacrificio que su posición ventajosa es el resultado de un consenso social que puede romperse. Hay voces que denuncian la irracionalidad de los puestos de trabajo vitalicios ?una condición que afecta a la productividad por falta de estímulo- y exigen otras fórmulas de contratación menos rígidas para la función pública.
Evidentemente, la protesta airada del colectivo cuando se le exige un sacrificio doloroso pero soportable no contribuye al prestigio del los funcionarios, ni es un buen aval para evitar que se discuta su estabilidad laboral en el futuro.
LAS CLAVES
17-5-2010: Los funcionarios se movilizan: "Hoy me he levantado con un 5% menos de ganas de ir a trabajar"
Encuesta: ¿Está de acuerdo con las protestas de los funcionarios por la bajada de su sueldo?