
El grafeno está considerado como uno de los materiales más disruptivos y valiosos que existen. Descubierto en 2004 por los científicos rusos Kostia Novoselov y Andre Geim, de la Universidad de Manchester, esta sustancia compuesta por carbono puro se caracteriza por su ligereza, flexibilidad y resistencia. Pero uno de sus grandes beneficios reside en su extraordinaria capacidad para conducir el calor y la electricidad.
Las propiedades del grafeno son tan revolucionarias y prometedoras que no se pueden equiparar a las de ningún otro material conocido hoy en día, lo que abre la puerta al desarrollo de nuevas soluciones respetuosas con el medio ambiente que hace tan sólo 20 años simplemente no eran viables.
Por ejemplo, tiene un gran potencial en multitud de aplicaciones relacionadas con la generación y el almacenamiento de energía, incluidos los supercondensadores, los sistemas de energía renovable o las baterías de vehículos eléctricos. Tanto es así que Elon Musk ha reconocido recientemente que Tesla podría utilizar el grafeno para llevar su rendimiento a un nuevo nivel.
También tiene capacidad para ayudar a impulsar la descarbonización de sectores críticos como el aeroespacial permitiendo crear aviones más ligeros, seguros, silenciosos y eficientes. Y ofrece infinitas posibilidades en ámbitos como la captura de CO2, la eliminación de contaminantes en el agua o el desarrollo de envases alternativos al plástico.
Ahora, el científico español Pablo Jarillo-Herrero ha realizado un descubrimiento que ha supuesto una revolución en las investigaciones que giran en torno a este material. Sus contribuciones han permitido avanzar en la compresión de las propiedades topológicas, matemáticas y superconductoras de los materiales biodimensionales como el grafeno y podrían suponer un punto de inflexión en el desarrollo de dispositivos electrónicos y equipos de almacenamiento energético. Tanto es así que su nombre suena en todas las quinielas para el Premio Nobel de Física.
Desde su laboratorio en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde trabaja como catedrático, el físico valenciano ha demostrado que el grafeno puede pasar de ser un aislante a convertirse en un superconductor cuando se colocan dos láminas superpuestas de este material y una de ellas gira sobre la otra con un ángulo de 1,1 grados. Si en vez de dos láminas se apilan varias, la conductividad se incrementa de forma exponencial. La técnica se denomina 'ángulo mágico' y abre la puerta a todo un universo de posibilidades para producir energía de forma mucho más rápida, eficiente y respetuosa con el medio ambiente, ya que los superconductores son capaces de transmitir electricidad sin pérdidas. Además, este hecho posiciona al grafeno como uno de los materiales con más proyección desde el punto de vista tecnológico, puesto que el popular silicio, principal componente de casi todos los dispositivos electrónicos modernos, está llegando a su límite.
A día de hoy, el equipo de Jarillo-Herrero continúa investigando para conseguir que esta superconductividad pueda producirse a temperatura ambiente, porque ahora únicamente se consigue en un entorno de frío extremo.
El grafeno de ángulo mágico ha sido considerado un hito para la Física. La revista Nature lo incluyó en 2018 en la lista de los diez descubrimientos más importantes del año y la Administración Obama le concedió una beca para impulsar su investigación. Desde entonces, Pablo Jarillo ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos el premio Wolf de Física, considerado la antesala del Nobel. Recientemente la Fundación Conexus Madrid-Comunitat Valenciana, en colaboración con CaixaBank, le ha otorgado su VIII Premio en reconocimiento a su trayectoria y resultados en la ciencia y también por promover la imagen de la región a nivel internacional.