
México se seca. Años de falta de precipitaciones y de temperaturas superiores a los parámetros normales han precipitado ya sobre más del 25% del país la situación de sequía extrema o excepcional, forzando el decreto de restricciones de mayor o menor intensidad para millones de sus habitantes.
Según el Servicio Meteorológico de la Comisión Nacional del Agua de México (Conagua), apenas la cuarta parte del país se mantiene ajena a la situación de emergencia pero, tras firmar en mayo un año completo viendo en sus termómetros cifras históricamente altas, los mexicanos empiezan a temer incluso que su gran motor económico, Ciudad de México, se quede sin parte de su abastecimiento antes de que termine junio. La fecha que se subraya como límite es el día 26, aunque Conagua ha procurado desdibujarla en los últimos días apuntando a un error de interpretación.
No obstante, la Comisión Nacional del Agua no desinflama las señales de alarma. La escasez de agua en el Valle de México se lee en los datos de reservas del Sistema de Cutzamala, situada entre los estados de Michoacán y Estado de México y fuente del 25% del agua que consume la capital del país y su zona metropolitana. Con apenas un 30% de su capacidad al cierre de abril, a pesar de las lluvias de los últimos días, las autoridades de Ciudad de México siguen actualizando protocolos de crisis y baterías de posibles restricciones para sus 22 millones habitantes.
La preocupación es patente. Los organismos reguladores han ido reduciendo progresivamente el volumen de agua que las presas que irrigan al Valle de México desde los 14,8 metros cúbicos de hace dos años a los apenas ocho actuales, precipitando así cortes puntuales de agua en zonas más que extensas de la capital y obligando a completar el servicio con agua embotellada.
No obstante, el estrés hídrico que arrastra el Sistema de Cutzamala no debe ser entendido como crítico para el servicio en Ciudad de México. El suministro se completa con el aporte de los ríos del Valle y con las aguas extraídas de los acuíferos. Aunque es precisamente este último el germen de la preocupación: los expertos señalan que esas extracciones, precisamente por la falta de lluvias, sí deben precipitar planes de urgencia a medio plazo.
Hasta abril, México ha registrado uno de los periodos más secos de su historia. Según el Servicio Meteorológico Nacional, el nivel de precipitaciones se ha situado en los 47,7 milímetros de lluvia, un 32% menos que el promedio histórico. Conagua sitúa el nivel de las 210 presas más importantes del país en el 43% de su capacidad. Y las previsiones no son halagüeñas: la Comisión del Agua anticipa tres olas de calor antes incluso del mes de julio.
Gran parte del agua se pierde en fugas
Todas estas problemáticas se alían, en el caso de Ciudad de México, con una red de tuberías, canales de distribución y colectores de redes de más de 50 años, salpicadas de fugas y de averías. La demanda de la ciudad crece, porque crece también su población, pero las autoridades capitalinas apenas son capaces de asumir décadas de falta de inversión en sus canalizaciones.
Y la historia se completa con una paradoja: durante siglos, el "problema" de Ciudad de México no fue la escasez de agua sino, precisamente, las inundaciones; la capital mexicana está enclavada sobre lo que un día fue una masa de agua de más de 2.000 kilómetros cuadrados, el Lago Texcoco, que fue objeto de un proceso de desecado inédito en el mundo llevado a cabo por los conquistadores españoles en el siglo XVI.