
Empresas centenarias, cuando nos topamos con una de ellas es hacerlo con una rara avis tanto en el mundo como de forma aún más marcada en el caso español. Estas empresas, su éxito, su longevidad, lo que supone contienen un atractivo especial para los que nos dedicamos al estudio económico y empresarial.
Puedo aseverar que estas empresas nos atraen potentemente. No es casual que estas firmas sean analizadas y estudiadas en las escuelas de negocio que sus presidentes, directores y fundadores constantemente sean invitados a foros de debate para conocer las causas que han motivado un periplo tan longevo.
Puede que algunos le extrañe esa admiración por parte de economistas y estudiosos hacia este tipo de sociedades de larga constitución y funcionamiento, sin embargo no debería ser así. Tengamos en cuenta que la vida de una empresa suele ser bastante efímera, veamos algunos datos sobre este aspecto. Según el Instituto Nacional de Estadística sus datos nos indican que el 60% de las empresas que se fundan, en un plazo de cinco años han desaparecido. Si se prefiere la tasa de supervivencia de nuevas empresas que siguen en activo después de un lustro es de tan solo el 40%. Es evidente que los porcentajes siempre relativizan, nos ayudan tener una visión relativa insisto pero no absoluta, para ello necesitamos ver cuantas empresas se destruyen, el número desnudo. Pues bien de acuerdo con los datos proporcionados por el colegio de registradores, en el año 2017, tan solo hace dos años, se registró el pico histórico de destrucción de empresas más alta de la historia, fueron 29.760 firmas las que desaparecieron. La cifra no deja indiferente, muestra lo efímero de la vida empresarial, debe tenerse presente que el año pasado sin ir más lejos, 2018, la ratio que mide el número de sociedades extinguidas sobre las existentes se situaba en 30% aproximadamente.

Comprenderán ante estas cifras que denominar como rara avis a empresas centenarias no es una adjetivación descabellada, más bien todo lo contrario. Pasado el asombro viene el análisis, desde luego la primera pregunta que uno se hace viendo la abultadísima mortalidad empresarial es buscar o intentar entender la razón de la supervivencia. Para ello es evidente que hay que buscar un punto donde comenzar a estudiar la empresa, el punto está claro: el nacimiento.
El nacimiento de todas estas empresas, en una proporción aplastantemente mayoritaria es una familia. Sí así es, estas empresas fueron creadas por una familia hace ya más de cien años. En algunos casos la propiedad continúa dentro de ese círculo familiar, en otras el accionariado ha cambiado y ya no queda ni rastro del apellido o apellidos fundadores, en otros se han lanzado a cotizar en los mercados financieros por lo que la base de su accionariado es muy amplia, en muchos casos rozando el anonimato de los accionistas, salvo en el caso de participaciones relevantes que deben ser comunicadas a la CNMV.
Pero regresemos al momento de su nacimiento, el fundador tuvo una visión un sueño, detectó la posibilidad de embarcarse en algo titánico. Nacen de una idea como decía pero tiene un dinamizador importante la ilusión, la tenacidad, el esfuerzo, la paciencia de la persona fundadora. Pero no queda aquí ese motor dinamizador, el motor se refuerza con el círculo familiar. Comienzan a entrar en la empresa miembros de la familia: hijos, nietos, hermanos y más miembros del grupo familiar la empresa se interioriza como algo familiar, dentro de ese valor de protección, cohesión y desarrollo. Pues bien aquí, a mi juicio está probablemente una de las claves: la empresa no es una entidad anónima, algo sin apellido, la empresa es la familia. Como dice José Ramón Sanz, Fundación Numa: "La familia inspira a la estrategia y orienta las decisiones de la empresa".
Pero es evidente que no solo vale esa clave: empresa y familia. Aquella visión, materializada en la compañía, va ganando tamaño según avanza el tiempo, comienzan a entrar nuevas generaciones familiares. Los nuevos miembros tienen en sus genes la empresa, pero han sustituido la visión del fundador por la preparación para hacerse cargo de ella. Conjuntamente con ellos y en los puestos de máximas rentabilidad van incorporando personal altamente cualificado, en muchos casos termina incluso en lazos familiares. Aquí está la otra clave, después de la ilusión, después de sentir a la empresa como parte de la familia, comienza la superación de los retos del crecimiento.
Con esa profesionalización, es sintomático que en unos casos la idea sea centrarse exclusivamente en la actividad tradicional con la que surgieron, en otros aparece la diversificación. Es lo que conoceríamos como la estructuración. Es este un aspecto fundamental donde en muchas ocasiones reside el propio éxito: estructurar y armar orgánicamente, como un ser vivo independiente la empresa. La estructuración permite la consolidación, dentro de lo que un entorno tan cambiante como es el económico permite.
La importancia de las decisiones
A mi juicio tenemos claves principales: visión de negocio, empresa como un valor familiar, profesionalización del entorno familiar con llegada de miembros ajenos a la familia, estructuración del negocio como consolidación. Pero no podemos dejar atrás otras claves como son las decisiones. Decisiones tomadas en diferentes momento: unas por el fundador, otras por la familia, las más recientes por órganos profesionalizados donde ya se mezclan familiares y profesionales ajenos al apellido del fundador. Efectivamente se han tenido que tomar decisiones unas habrán sido exitosas, otras no tanto; pero estas últimas como cualquier emprendedor sabe son las que dan el background diferencial. No olvidemos que el fracaso es tan solo el precio del aprendizaje, del auto aprendizaje.
Desde el primer momento se han venido tomando decisiones del perfil o la vocación comercial, el perfil comercial es algo fundamental para esa empresa centenaria, surgió desde la figura del fundador y ha estado siempre presente.
La empresa además ha estado innovando permanentemente. Una innovación que va más allá de tecnología, en algunos casos desarrollada por ellos mismos. No la innovación alcanza todas las áreas en que la empresa se ha ido estructurando: recursos humanos, marketing, producción, distribución, aliados claves, finanzas, innovación en definitiva en todo el ámbito global y particular de la empresa familiar.
No hay ningún camino marcado, ninguna explicación única a su supervivencia, pero siempre aparece en todas el amor y la dedicación al trabajo, al duro trabajo.
Hay otra característica común a estas longevas firmas, se da insisto en todas la empresas centenarias, fruto de la tecnología puntera que la empresa ha adquirido o ha creado por si misma: diferencia y calidad de producto. Los bienes o servicios que la empresa produce son diferentes, originales, exclusivos, han creado su propio nicho de mercado. En algunos casos la marca del producto es la que la opinión pública utiliza para denominarlo. ¡Una María Fontaneda! Fontaneda empresa creada en 1911, por tanto con más de 100 años, lo que quiere decir centenaria.
Los que algunos nos hemos acercado con admiración y gran respeto siempre hacia estas empresas, sabemos que no hay un patrón común, no hay fórmula mágica que se aplique y nos dé el camino a seguir. Sabemos por la historia que allá por el medievo, los alquimistas nunca alcanzaron a descubrir la piedra filosofal. Como bien saben los hoy llamados emprendedores, como detectamos en cada momento de las historias propia de cada una de estas empresas centenarias no solo vale una visión, una idea sino se le acompaña de unos valores. Valores como la persistencia, el esfuerzo, la dedicación y una sin el cual no es posible la consecución de nada: el trabajo. Ese amor al trabajo que nació en el fundador, que impregno entre las familias, que extendió entre ajenos a la familia pero que entraron en el circulo empresarial.
No, no hay ningún camino marcado, ninguna explicación única a su supervivencia, pero siempre aparece en todas el amor y la dedicación al trabajo, al duro trabajo.
