
Si en algo se pone de acuerdo la totalidad de la industria tecnológica es en la necesidad de incentivar la presencia femenina en las carreras técnicas. Según datos del sector, esta participación, en todas las áreas y categorías profesionales de las TIC, rondaba el 37% en 2017 en España.
Ana Moliner compagina la batalla contra las desigualdades de género en el sector con la dirección de negocio de Nae, consultora que desde 15 años trabaja con telecos, grandes empresas y administraciones públicas para anticipar los retos de crecimiento y transformación del mercado para mejorar su estrategia de negocio y eficiencia operativa.
¿Qué aportará el programa 'Wisibilízalas' en favor de la presencia femenina en las carreras relacionadas con las nuevas tecnologías?
Sí, Wisibilízalas es un programa de la Universidad Pompeu Fabra que busca promover, en el ámbito escolar, referentes reales de mujeres que se dedican a la ciencia y la tecnología. Hay una desigualdad de género en estas carreras y se busca que desde edades tempranas conozcan modelos cercanos, como por ejemplo madres de alumnos, familiares o conocidas que se dediquen a estos campos. Los estudiantes, tanto chicas como chicos, deben entrevistar a la persona y crear una página web para dar a conocer estos perfiles. Los colegios que participan pueden optar a ganar diversos premios en metálico para invertirlos en material escolar. Independientemente del concurso, la actividad es muy valiosa para los chavales.
¿Cómo fue la experiencia en años anteriores?
En la última edición fui una de las mujeres que utilizaron como referente en la escuela Drassanes de Barcelona. Cuando fui al colegio, los alumnos de dos clases de primaria me esperaban preparados con cámaras de vídeo y micrófonos, expectantes y muy ilusionados con la experiencia. Les expliqué quién era, cómo era mi día a día y cómo había llegado hasta allí. Yo soy ingeniera de telecomunicaciones y trabajo en consultoría, pero me preguntaban si arreglaba televisores o móviles. Les puse ejemplos de nuestro trabajo con empresas de referencia que pudieran conocer. Fueron muy cariñosos y se implicaron mucho.
En otro de los centros participantes, un grupo de chicas mayores, que no sacaban muy buenas notas, hicieron un gran trabajo que les valió el reconocimiento de padres y profesores. Les sirvió como inspiración para superarse, ya que a partir de esta experiencia su rendimiento académico mejoró notablemente. Hay historias bonitas detrás. Esto no influye solo en los alumnos, también crea conciencia e impacto en padres y profesores.
¿Cuándo empieza a producirse el sesgo de género?
Desde muy temprano. Lo vivo con mi hija de 6 años cada día, a través de la publicidad, los medios de comunicación o con comentarios de familiares. No somos conscientes del impacto que esto tiene. Mi hijo es más pequeño y ya divide las cosas que son de chicas o de chicos. Lo ven en las películas, los cuentos y los dibujos, que siguen siendo muy sexistas: está la mamá en la cocina y llega el papá de trabajar. También lo perciben de los roles que ven en casa, con los abuelos, en el colegio...
La desigualdad de género es más evidente en el sector tecnológico...
En este caso empieza por un problema vocacional. Si las chicas, a los 8 o 9 años, empiezan a estar sesgadas y creen o les cuentas que las carreras de ciencias son difíciles, o lo que es peor, que son de chicos, se desmotivan. Aquí influye el profesorado, los padres, y los mensajes que dan a las hijas. Todos sabemos lo que hace un médico o un abogado, pero no un ingeniero de caminos o de telecomunicaciones. Este desconocimiento influye en las niñas. Si no tienen referentes no tomarán la decisión.
En el contexto actual, la demanda de estas carreras resulta especialmente necesaria.
El futuro es digital, y quien no esté implicado en ese futuro jugará en desventaja. Las mujeres son el 50% de la población y deben participar, ya sea creando y diseñando ese futuro, o en el caso de las mujeres que no son tan jóvenes, formándose continuamente para no quedarse atrás.
Por otro lado, tecnologías como la inteligencia artificial pueden trasladar sesgos de género a las nuevas soluciones.
En este caso, cuando se diseña un prototipo o un software, no es que haya una intención, sino que se trasladan los sesgos que tienen interiorizados los propios diseñadores. A menudo se trata de una falta de consciencia sobre esos sesgos, que no permite un análisis diverso del punto de vista y de los resultados.
¿Cómo rompemos con eso?
Por un lado, reeducando a hombres y mujeres; y por el otro, creando equipos diversos, no solo de género, sino de raza, edad o religión. Cuanto más dispar sea un equipo, más posibilidades hay de que se detecten esos sesgos y se cree consciencia desde el inicio.
¿Es un buen momento para impulsar la visibilidad de la mujer?
En el ámbito académico, la participación de las mujeres en las ingenierías ha bajado respecto a años anteriores, porque ahora estamos viendo los resultados de no haber hecho nada. El trabajo que hacemos ahora se verá reflejado, quizá, de aquí a diez años. Estamos dando el primer paso de una revolución, que es visibilizar, crear conciencias para que en el día a día se tomen decisiones en todos los ámbitos de la sociedad, en la empresa, en casa y en la escuela, alineados con este proyecto de integración. Es un mensaje colectivo, porque es la unión de todos la que hará que esto funcione. Es un bien común.