
Hoy vence el plazo para presentar alegaciones al Ministerio de Transición Ecológica sobre un Real Decreto que actualiza la regulación del acceso y la conexión a las redes eléctricas. Entre otras medidas, acata una sentencia del Supremo y reconoce los costes de las empresas al soterrar las líneas en núcleos urbanos -de cuatro a diez veces más elevados que los de los tendidos aéreos- repercutiéndolos sobre el sistema y los consumidores.
De acuerdo con los estándares de costes de la normativa de las redes eléctricas, un kilómetro de línea aérea a 123 kV exige invertir 160.000 euros, mientras que si va soterrado, la cantidad se incrementa hasta los 665.000 euros, cuatro veces más. No es un caso extremo -se llega a multiplicar por 10- y su mantenimiento exige un desembolso seis o siete veces mayor.
Los ayuntamientos pueden exigir que se entierren las líneas eléctricas, ya sean de transporte -alta tensión- o de distribución -baja tensión- cuando atraviesen sus suelos urbanizados, y las empresas están obligadas a correr con los costes extraordinarios que el soterramiento provoca, porque en la actualidad cobran esas infraestructuras como si fueran tendidos aéreos. Las compañías se quejaron, apelaron a la Justicia, y ganaron.
La Administración decide
Por eso, un borrador de decreto lanzado por el desaparecido Ministerio de Energía cambia la situación y permite al Estado o a las comunidaes autónomas -competentes en las redes de baja tensión- retribuir el soterramiento, de modo que se cargue sobre los peajes del sistema eléctrico, y lo abonen los consumidores en el recibo de la luz.
Esta repercusión sobre el conjunto de los consumidores del país tiene, no obstante, sus límites, para evitar la tentación a los políticos avispados de meter bajo el cemento todas las líneas de su territorio a costa de todos: hay rangos de distancias en las que se puede aplicar y, si se superan, paga la población local.
La medida, lógicamente, evitará conflictos entre los distintos niveles de la Administración y las empresas eléctricas, y aunque las líneas subterráneas no son habituales, el crecimiento de los núcleos urbanos y de las propias redes para absorber nuevas instalaciones de generación distribuida de pequeño tamaño auguran un incremento de su presencia.
Además, en Europa empiezan a enterrarse las redes para evitar el impacto ambiental y la oposición de la población cercana a los tendidos, como ya ocurrió con la última interconexión entre España y Francia. En Alemania, por ejemplo, para evitar los retrasos en nuevas infraestructuras que canalicen generación renovable, se están soterrando líneas con cientos de kilómetros.