
Fue la gran promesa sanitaria de principios de siglo. Elizabeth Holmes abandonó la universidad con la intención de cambiar el mundo y "democratizar la sanidad". O eso decía. Porque la compañía que fundó, Theranos, que llegó a estar valorada en 9.000 millones de dólares, no fue más que un fraude a gran escala. Pero Holmes no parece rendirse: busca inversores que vuelvan a confiar en ella.
Así lo asegura el periodista de investigación John Carreyrou, ganador del Premio Pulitzer en dos ocasiones, en una entrevista a Vanity Fair con motivo de su libro sobre el caso Theranos Bad Blood: Secrets and Lies in a Silicon Valley Startup (Mala sangre: secretos y mentiras en una start-up de Silicon Valley).
Carreyrou afirma que Holmes está recorriéndose Silicon Valley para mantener reuniones con inversores que financien su próximo proyecto, aunque no ha especificado en qué consiste. Y no le será fácil volver a conseguir la confianza de las grandes carteras.
A la que fuera una de las mujeres más ricas de América en 2015 con una fortuna valorada en 4.500 millones de dólares no sólo se le esfumó buena parte de ese valor con la quiebra de Theranos, sino que se vio obligada a admitir un acuerdo con la SEC, que la acusaba de fraude masivo. En marzo de 2018 aceptó pagar 500.000 dólares de multa, renunciar a 19 millones de acciones de la compañía y no poder liderar ninguna compañía durante los próximos diez años.
En origen, Theranos, fundada en 2003, prometía unas analíticas de sangre revolucionarias que se realizarían con una pequeña máquina - el Edison - y apenas un par de gotas de sangre. Pero los dispositivos nunca obtuvieron el visto bueno de las autoridades sanitarias, mientras que los análisis de sangre que se realizaban en la empresa se hacían manualmente, como en cualquier laboratorio tradicional.