
Los 14 expertos de la Comisión para la Transición Energética entregan hoy al ministro Álvaro Nadal el resultado de sus seis meses de trabajo: un estudio para orientar la Planificación energética a 2030 que exige la UE y que ya está preparando el Ministerio. Su análisis se suma al aluvión de comentarios que ha recogido el Gobierno para elaborar la Ley de cambio climático y a otras prospectivas energéticas más o menos interesadas que se han presentado en los últimos meses.
Los responsables del Ministerio, mientras esperaban el informe de los expertos y que la UE termine de aclarar los objetivos para 2030 -todavía en elevadas negociaciones-, han expurgado la ingente documentación a su disposición y han dibujado ya las cuatro líneas generales del futuro energético del país. Así lo exponen en sus intervenciones:
1) Mínimo coste y el máximo beneficio ambiental, sin grandes objetivos imposibles de alcanzar. Será una hoja de ruta economicista, que priorizará aquellas tecnologías con menor coste de reducción de las emisiones de CO2 durante su ciclo de vida.
2) Enfoque dinámico y neutro, para adaptarse al rápido cambio tecnológico y aprovechar desarrollos maduros, descartando expectativas inciertas que pueden provocar caros errores.
3) Evitar la reversión de actuaciones consideradas exitosas desde una perspectiva climática, con referencia explícita a la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares.
4) Cuidar la vertiente industrial de la transición energética, tanto para no perder competitividad como para fomentar tecnologías propias.
Guiándose por esos cuatro vectores, y reclamando el esfuerzo del sector privado, el Ministerio cree que alcanzar los vigentes objetivos de 2020 es "muy factible", y los que haya para 2030 "muy razonable".
La gran mayoría de los estudios presentados así lo avalan, pero no está de más recordar una cita de Fernado Ferrando, presidente de la Fundación Renovables: "La bondad de los modelos la defiende quien los construye; la maldad de los modelos la consigue quien los contrata".