
Lo que se vio ayer en el Gran Premio de Brasil no tiene nombre. Fernando Alonso renovó el título de Campeón del Mundo de la F1 que ya había conseguido la temporada pasada en una impresionante carrera plagada de incidentes, llegando a la meta en segunda posición y por delante del siete veces campeón del mundo, Michael Schumacher.
Pero el káiser demostró una vez más que está hecho de otra pasta y, pese a empezar con las condiciones en contra (sufrió una avería en la jornada de clasificación y pinchó una rueda durante la carrera) consiguió remontar desde la última posición hasta el cuarto puesto en que atravesó la línea de meta.
¿Qué hubiera pasado si Schumacher no hubiera pinchado cerca de Fisichella y Alonso hubiera tenido al siete veces campéon encima? Lo cierto es que el asturiano demostró estar a la altura de su competidor y, las cifras son las cifras, llegó el segundo a la meta.
En cualquier caso, Michael Schumacher ha tenido bastante con 250 grandes premios de Fórmula Uno y más de tres lustros de carrera. El piloto alemán, admirado en su tierra y detestado por muchos fuera de ella, dijo ayer en Sao Paulo adiós al volante tras un carrerón impresionante y también tras acumular una no menos impresionante fortuna. Su retirada podría suponer un duro golpe para los patrocinadores, escuderías y medios de comunicación que se beneficiaron durante años del éxito.
Un campeón con fortuna
La revista económica Manager Magazin colocaba recientemente a "Schumi" en el puesto 161 de los más ricos de Alemania con un patrimonio estimado de 600 millones de euros. Otros cálculos más modestos cifran la fortuna en 250 millones, con unos ingresos brutos anuales de 40 millones.
Al piloto alemán no le faltarán recursos para mantener a su esposa Corinna, a la que llama "la mujer de mis sueños", a sus dos hijos y la lujosa mansión que ha mandado construir a orillas del Lago Ginebra, en Suiza. El campeón de la Fórmula Uno se trasladó al país helvético, tras una temporada en Montecarlo, para eludir el duro fisco alemán. Pero también, como aclaran sus condescendientes compatriotas, para alejarse de una fama que le costaba digerir.
Si Schumacher es conocido en todo el mundo por el juego sucio con el que ha bloqueado a contrincantes y ganado carreras, en el país que le vio nacer, en cambio, la admiración y el respeto han aumentado a medida que acumulaba títulos. Emana arrogancia, es cierto, pero los medios de comunicación germanos aceptan la excusa de que en realidad todo se debe a un carácter introvertido. Al fin y al cabo, no habría podido lograr siete títulos mundiales si hubiera sido accesible a la prensa y a sus fans, resumía recientemente el diario Die Welt.
Otro rotativo germano, el popular Bild, se preguntaba hace unos años si Schumacher era en realidad el último alemán verdadero. La eficiencia, la honestidad, la disciplina y la laboriosidad son, al parecer, cualidades en vías de extinción.
El futuro
La escudería Ferrari, a la que el corredor de 37 años seguirá unido ocupando una posición todavía no determinada, deberá buscar una nueva estrella para su uniforme rojo. La televisión alemana RTL ya reza para que surja otro piloto germano que ocupe su lugar. No es previsible que ni su hermano Ralf, ni ningún otro logre sentar a más de diez millones de espectadores ante el televisor como hizo el heptacampeón. Desde entonces el interés por la Fórmula Uno ha decaído en una Alemania empachada de carreras y, ahora, la retirada del gran Schumacher hace temer la debacle.