
Todos los que alguna vez se han interesado por el deporte español coincidirán en que los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 supusieron un punto de inflexión que explica el lugar que ocupa nuestro deporte en el contexto internacional actual.
Que un país con el nivel deportivo, económico y geoestratégico como España albergara unos Juegos Olímpicos se debió, en gran medida, a la labor del más ilustre de los dirigentes que ha dado España, Juan Antonio Samaranch, quien en sus 21 años al mando del Comité Olímpico Internacional logró llevar el Movimiento Olímpico a cotas absolutamente insospechadas.
Antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, España se caracterizaba en el ámbito deportivo por sus prestigiosísimas individualidades. Todos recordamos las gestas de Manolo Santana, Paco Fernández Ochoa, Severiano Ballesteros o Arancha Sánchez Vicario; y por su buen hacer en determinados deportes colectivos como el Fútbol, el Baloncesto o el Balonmano, especialmente a través de clubes de gran calado internacional.
En la actualidad, nuestro país continúa viviendo lo que se ha dado en llamar la "edad de oro" del deporte español, fruto de ella es la regularidad con la que la delegación española alcanza medallas en los Juegos Olímpicos, nuestro liderazgo en deportes "mediáticos" y la ingente cantidad de personas que llevan a cabo práctica deportiva regular y que tiene su refrendo en carreras populares de Atletismo, Ciclismo o Triatlón.
¿Cómo se explica todo lo sucedido?
Para que nuestros deportistas pudieran preparar adecuadamente los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 se acometieron la construcción de diferentes centros de alto rendimiento o tecnificación deportiva con los necesarios recursos disponibles. Sus máximos exponentes son los de Madrid, Sant Cugat en Barcelona o el situado en Sierra Nevada, que facilita el entrenamiento en altura.
Otro pivote capital sobre el que giró esta trasformación del deporte español fue la creación del Programa ADO (Asociación Deportes Olímpicos) que perdura hasta nuestros días. El fin último era facilitar a los deportistas y técnicos los recursos suficientes para llevar a cabo una preparación adecuada para los Juegos Olímpicos.
El programa ha sufrido trasformaciones con el tiempo, pero a los tres socios fundadores, Comité Olímpico Español, Consejo Superior de Deportes y Radio Televisión Española se incorporaron algunas de las empresas más prestigiosas de nuestro país que aportaban unas cantidades económicas a cambio de espacios publicitarios en televisión o desgravaciones fiscales. Hay compañías que mantienen su fidelidad al Programa desde sus inicios y a las que el deporte español les debe gratitud eterna.
Las federaciones deportivas españolas, a través de las cuales se canaliza el deporte de alto nivel, desarrollaron sus planificaciones con los equipos nacionales y el resultado fue sencillamente espectacular, de las 4 medallas de Seúl 1988 se pasaron a las 22 de Barcelona 1992. España había dado un salto que le llevaba a otra dimensión del deporte internacional.
A todo ello hay que sumar las infraestructuras construidas y el éxito organizativo de unos Juegos Olímpicos mágicos que situaron a la ciudad de Barcelona en el mapa mundial y que la convirtieron en un destino turístico de primer nivel.
Desde ese año, España se ha situado, en cada uno de los Juegos Olímpicos de Verano que se han celebrado y con ligeros altibajos, en el entorno de las 17 medallas, un magnífico resultado si tenemos en cuenta que los medios económicos no se han mantenido con el paso del tiempo y que para algunos ciclos olímpicos han retrocedido de manera notable.
El modelo da claros síntomas de agotamiento, y, aunque los resultados se mantienen, en gran parte por el enorme esfuerzo de iniciativas privadas como las puestas en marcha por el Comité Olímpico Español en estrecha colaboración con la compañía Telefónica y con la Universidad Católica San Antonio de Murcia, y por la implicación de los familiares y amigos de los deportistas, que se han convertido en una fuente de financiación muy importante, el deporte federado español necesita un nuevo impulso acorde con los tiempos.
Recientemente el Comité Olímpico Español y el Consejo Superior de Deportes han celebrado en las instalaciones del Instituto Nacional de Educación Física de Madrid el congreso Un nuevo marco jurídico para el Deporte en el que se ha abordado la situación, llegando a la conclusión de que el marco normativo vigente no ofrece soluciones adecuadas a los requerimientos actuales de nuestro deporte.
Se necesita una nueva Ley del Deporte y un posterior desarrollo normativo de la misma que facilite soluciones a los problemas con un enfoque diferente al que se tenía a inicios de los años 90 del siglo pasado.
Lo presupuestado para deporte tiene que ser visto como una inversión en salud, de carácter preventivo y que puede ahorrar muchos recursos a nuestro sistema público. El deporte debe ser un eje sobre el que pivoten políticas de carácter educativo, social y sanitario.
Las federaciones necesitan una regulación que les permita una reestructuración acorde con las necesidades actuales, pero, sobre todo, necesitan poder generar los recursos necesarios para desempañar adecuadamente todas las competencias que les son propias, tales como el desarrollo del deporte de Alto Nivel o la programación deportiva nacional, entre otras.
El deporte femenino español, que está experimentando un crecimiento imparable como demuestran los resultados de nuestras deportistas en las dos últimas ediciones de los Juegos Olímpicos, requiere de un impulso que facilite su práctica en igualdad de condiciones con los hombres.
El deportista es el verdadero protagonista, y por ello se le deben facilitar los recursos adecuados para su formación y para su incorporación al mercado laboral al final de su carrera. Un excelente ejemplo es la labor que está desarrollando la Universidad Católica San Antonio de Murcia y que resulta digna de todo elogio.
Las sociedades anónimas deportivas y el deporte profesional en general requieren un tratamiento diferente, de tal manera que mantengan su condición de referentes en sus respectivas especialidades en el ámbito europeo.
Los clubes deportivos, verdaderos viveros en los que se forman los deportistas que representarán a nuestro país el día de mañana, no tienen el reconocimiento ni las ayudas necesarias para continuar su excelente labor con los jóvenes.
Se debe fomentar que las compañías privadas inviertan en deporte, facilitando un retorno económico a esa inversión e incidiendo también en la mejora de su imagen y de la responsabilidad social corporativa.
El nivel deportivo de España es de primer orden, ahora es momento de que las herramientas y estructuras se renueven para mantener ese nivel y para seguir codeándonos con los países de nuestro entorno, que consideran la práctica deportiva una cuestión de carácter estratégico en sus políticas sociales y económicas.