Empresas y finanzas

El BCE tiene en sus manos una solución reposada o urgente de Popular

El consejero delegado del Popular, Ignacio Sánchez Asiaín, lo dejó muy claro en la presentación de los resultados trimestrales. Al final la suerte del Popular, el camino estratégico que deberá seguir, dependerá sobre todo de las exigencias regulatorias. Bankia parte como favorita en el proceso para comprar el Popular.

Los nuevos gestores, también el presidente Saracho lo recalcó en la junta de accionistas, subrayan que sólo por pasar la hoja del calendario del 31 de diciembre de 2016 al 1 de enero de 2017, el banco tenía unos requerimientos de capital adicionales de 1.000 millones de euros.

De esta forma el capital regulatorio pasó de una hucha de 7.808 a 6.819 millones. Lo peor es que no es el final del proceso. A medida que avanza el calendario los reguladores exigen un mayor nivel de solvencia, a medida que se adecúa la estructura de activos a las normas de Basilea III. De esta forma, el Popular, que tras las modificaciones a las cuentas de 2016 tiene un ratio de CET 1 fully loaded de 7,3%, sabe a ciencia cierta que necesita una inyección de capital para cumplir cuando se estrene 2018.

Antes, también tiene que explicar al Banco Central Europeo cuales son sus planes para desinvertir en activos tóxicos, al igual que el resto de la banca. Es uno de los focos que más preocupa al supervisor europeo y el Popular concentra el 20% de los existentes en los balances de los bancos españoles.

Por si fuera poco, Europa espera las cuentas del segundo trimestre del Popular con especial interés. En función de la evolución de los activos improductivos, de la generación orgánica de capital, de la marcha de su negocio puramente bancaria y de que no se produzca ningún sobresalto adicional, podría ser flexible con los planes del equipo gestor o, por el contrario, a urgir una solución rápida.

Por otro lado, si el ruido mediático fue una de las puntillas que forzaron la salida de Ángel Ron, la entidad vuelve a estar ahora en el ojo del huracán, de tal modo que se ha visto forzada a desmentir, durante dos días consecutivos, informaciones alarmantes sobre su liquidez y su futuro inmediato.

No ha logrado vender WiZink y Totalbank

A pesar de estas alarmas la situación del banco no ha empeorado un ápice a lo largo de este ejercicio. En las únicas cuentas responsabilidad del actual equipo gestor se ha producido, aunque de forma muy moderada, el primer avance en la desinversión de activos improductivos. Algo que no es relevante desde el punto de vista numérico, pero que si da esperanzas de que se haya iniciado un cambio de tendencia en el balance de la entidad financiera.

En cuanto a la desinversión de negocios no estratégicos, el banco no ha culminado las dos operaciones que se esperan con más expectación, por su mayor capacidad recaudatoria, como son la filial de Estados Unidos, Totalbank, y la unidad de tarjetas, WiZink, si bien las negociaciones, aseguran en la entidad, siguen en marcha a la espera de recibir un precio que consideren adecuado. En todo caso, a medida que las eventuales ofertas de compra del Popular cojan fuerza, estas negociaciones para desinvertir deberán tener el visto bueno del posible comprador, ya que los ingresos que generan estas filiales forman parte del precio global por el Popular.

Pero volvemos al principio. Ni el descomunal volumen de inmuebles y dudosos, de más de 35.000 millones de euros, ni los ajustados niveles de capital actuales, ni la falta de cierre de operaciones de venta de negocios son los que van a marcar la estrategia final del Popular.

La suerte del banco o buena parte de ella, depende de las exigencias del supervisor y de una flexibilidad que todavía no ha llegado. Por ello, por la inexorable necesidad de capital en 2018 los gestores deben ahora mirar, y de una forma abreviada, cuales son las soluciones para cumplir con el BCE. Sin bajar los brazos, es decir, sin dejar el banco en manos de Bruselas, sólo queda una improbable ampliación de capital o una fusión con otra entidad.

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