
Visa encomendó a Carmen Alonso el timón del negocio en España en el otoño de 2014 cuando al ecosistema de los medios de pago se le avecinaba un acelerón de su revolución vía regulación, innovación, políticas de comisiones... En 2016 se pagó por vez primera más con tarjeta en comercios que el dinero sacado en cajeros. Su visión es muy optimista sobre lo que entiende un triunfo para el consumidor -pagar cómo y dónde quiera-.
Clara y directa, insta al Gobierno a dar un paso más e incentivar los abonos electrónicos para combatir las "bolsas de economía sumergida" que se amparan en el efectivo.
¿Qué balance realiza de la etapa al frente de Visa en España?
Han sido años movidos, pero positivamente, principalmente porque creo que el consumidor está cambiando y España está viviendo una expansión económica. Es muy agradable, porque hay muchas oportunidades de seguir trabajando y avanzando. En nuestra propia compañía, la venta de Visa Europa a Visa Inc sólo puede traer beneficios, sobre todo, en relación a la innovación. Nuestra escala y aproximación a las diferentes oportunidades es más potente.
¿De qué manera le beneficia?
Lo que notamos es un alineamiento con el resto del mundo, tenemos mucha nueva información para convertir en oportunidad. Un acceso más rápido y fácil a otras regiones, a otras formas de trabajar. Lo notamos en la escala: por ejemplo, te pones a trabajar con grandes redes sociales y estás un poco de tú a tú con grandes gigantes digitales. También en la innovación y en cómo abordamos los proyectos con los clientes. Visa hace un trabajo de cocreación. Tenemos centros de innovación en Londres, Berlín, Tel Aviv, San Francisco, Dubai, Singapur y Miami donde Visa se sienta con el cliente que tiene que resolver un problema determinado, sea banco o sea comercio, para abordar y resolver ese proyecto juntos.
En su fábrica innovan para pagar con el dedo, con las gafas... ¿Cuándo estará todo esto en la calle?
Lo sentimos muy cercano porque lo estamos viendo en nuestra casa al día. Te doy algunos datos que ilustran cómo de rápido está cambiando este mundo. En Europa se han lanzado los pagos por teléfono móvil hace relativamente poco tiempo y se utilizan en más de 91 países. España siempre ha ido a la cabeza y hemos sido pioneros en el contacless -pago sin PIN- en toda Europa. Lo introdujimos en 2007 y hoy está metido en nuestra vida diaria. Creo que lo mismo va a pasar con los móviles o con la revolución del Internet de las Cosas y las cosas conectadas: llegarán mucho más deprisa de lo que pensamos. Fíjate que, según algunos estudios, el 54 por ciento de los comercios españoles cree que los teléfonos móviles van a ser un factor fundamental a la hora de pagar en su establecimiento. Yo tengo un anillo que paga y hay entidades que ya comercializan wereables, normalmente pulseras, pero también gafas.
Se habla de pagar a través de los electrodomésticos, coches...
Nosotros hemos llegado a un acuerdo con IBM para el Internet de las Cosas, donde IBM calcula que en el año 2020, 20.000 millones de dispositivos estarán conectados a la Red. Nuestro reto es que estemos en esos dispositivos donde tenga sentido hacer un pago fácil, cómodo y seguro.
El pago con tarjeta ha superado a la extracción en cajeros, ¿en qué medida ha influido el cobro de comisiones en los terminales?
Creo que es una combinación de varios factores. Primero, hay mucho terreno que ganar al efectivo, luego toda la tecnología que ponemos en la calle hace que cada vez sea más fácil pagar. La legislación y algunas políticas comerciales hacen que sea más fácil la aceptación de la tarjeta en todo tipo de comercios, y además está el mayor consumo, al estar saliendo de una crisis donde el consumo estaba retraído. Al final, el efectivo no es que vaya a desaparecer, pero la tendencia es que sea más y más residual. Creo que la Administración y los gobiernos deberían, con su labor legislativa, fomentar el pago electrónico, te hablo de todos en general, para eliminar el efectivo, que tiene mucho coste, no es trazable y genera bolsas de economía sumergida.
¿Se refiere a iniciativas como las existentes en países que incentivan o subvencionan el pago electrónico?
Sí, de hecho es una de las conversaciones institucionales que más tenemos. No todo es importable, pero hay iniciativas en otros países donde se fomenta, se subvencionan ciertos tipos de aceptación o de terminales en los comercios que pueden ser estudiadas. Todavía hay mucho cash en diversos sectores como el transporte público y que en otros países se han abordado con éxito para eliminar el efectivo. Y, luego, en general, abordar medidas de fomento donde la sociedad vea que los pagos electrónicos traen por sí mismos un beneficio para todos, porque todo es transparente, es trazable, hay una garantía de pago y una garantía cobro.
Según la banca, la drástica rebaja, por ley, de sus tarifas limita las inversiones y convierte en deficitario parte del negocio de medios de pagos...
La regulación, española y europea, ha tenido impacto en la reducción de ingresos por tasas de intercambio en tarjetas, pero está favoreciendo que el incremento de la aceptación haya sido muy grande. Está ayudando a que tú puedas entrar en un taxi y pagar, en un bar y pagar, y el importe medio ha bajado. Antes te planteabas sacar la tarjeta a partir de 25-30 euros, hoy se ha desplomado a 10. Yo estoy pagando con tarjeta hasta el café: un euro y medio y nadie me está poniendo ningún problema.
Pero, ¿frena la inversión?
Es cierto que ésta es una industria que necesita avanzar hacia nuevas tecnologías y eso requiere una inversión fuerte. Cuando los ingresos caen de golpe tienes que levantarte, echar a andar y recuperarte. Pero, al final, los medios de pago hoy están poniendo al consumidor en el centro y si en algunas transacciones no se gana como antes, se está ganando por otro lado. Se adopta la visión de si el consumidor está conmigo, está vinculado y es activo, estoy trabajando con él para que el tema avance.