
A principios de los setenta, una comitiva de Air France se trasladaba al Palacio de la Zarzuela. Su misión era entregar un sobre al por aquel entonces Príncipe de España. Don Juan Carlos recibía una entrañable fotografía de su madre, Doña María de las Mercedes, antes de que la esposa de Don Juan de Borbón subiera a un avión Caravelle de Air France en el aeropuerto francés de Niza. Ahora, tras sus años dorados, Air France se enfrenta a la concentración del sector con las mejores armas.
Esta anécdota contada por Cándido Ruiz, actual director de ventas y uno de los empleados más veteranos de la compañía en España que viajaba en esa comitiva, resume lo que ha sido Air France durante toda su historia: la aerolínea del glamour. Hubo una época, cuando la aviación era cuestión de un grupo de privilegiados, que todos los famosos querían fotografiarse al lado de un avión de Air France, la compañía con más savoire faire.
En sus cuarenta años de trayectoria profesional, Cándido Ruiz ha vivido los cambios de Air France y todavía se acuerda de "cuando un cliente llamaba por teléfono y pedía una reserva". Eran otros tiempos pero la sensibilidad que la aerolínea mostraba a sus pasajeros es la misma que le ha llevado a fusionarse con KLM en mayo de 2004 y a mantener las dos marcas.
La unión hace la fuerza
Ahora que British Airways e Iberia negocian su fusión, nada mejor como la experiencia de Air France para entender cómo se han podido integrar dos culturas diferentes al servicio de una compañía aérea. De hecho, la aerolínea gala se fundó el 7 de octubre de 1933, hace hoy 75 años, gracias a la unión de cuatro compañías aéreas. Air Orient, Air Union, Cidna y SGTA (esta última integraba en sus activos a la histórica Aérospostale).
La compañía fue inaugurada en Le Bourget con el apadrinamiento del ministro de Aviación, Pierre Cot. Francia conseguía así una aerolínea fuerte para equipararse a sus vecinos europeos, que ya contaban con Imperial Airways, en Reino Unido; Lufthansa, en Alemania; y KLM, en Holanda.
Cinco años después de su creación, Air France dominaba la ruta más emblemática de Europa y había conseguido transportar a 10.000 pasajeros entre París y Londres, las dos grandes capitales europeas. Fuera del Viejo Continente también se atrevía a unir Londres con Hong Kong. Todo un logro a pesar de que el viaje duraba seis días.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Air France toma una decisión sin precedentes en Europa: incluir mujeres en la tripulación de cabina, algo que sólo se hacía en las aerolíneas norteamericanas desde los años treinta. Las azafatas debían tener entre 21 y 30 años y muchas de ellas habían servido como ayudantes de los médicos durante el mayor conflicto bélico de la historia.
Con la llegada de los años cincuenta, Air France ya podía presumir de unir la ruta París-Tokio en menos de dos días, un récord para la época si se tiene en cuenta que la aerolínea gala tardaba 20 horas en unir París y Nueva York.
El potencial de las grandes estrellas
En 1954, la compañía se da cuenta del potencial que tiene su imagen y asocia su glamour con las grandes estrellas de cine. Air France encarga a seis fotógrafos de prestigio inmortalizar a 1.500 estrellas del momento. Charlie Chaplin, Sophia Loren... todos los grandes eran retratados subiendo o bajando las escalinatas del avión.
La era de los motores a reacción llega para Air France el 6 de mayo de 1959, cuando comienza a operar el Caravelle, un avión fabricado en Francia por Sud Aviation que competía con los ingenios norteamericanos de Boeing y que hasta ese momento sólo había sido disfrutado como jet personal por el General Charles de Gaulle.
A comienzos de los sesenta, el glamour invade -todavía más- la aerolínea. El célebre diseñador Christian Dior da su toque personal a los uniformes de las azafatas de Air France y abre el camino a otros artistas que colaboraron después con la aerolínea. Incluso el español Balenciaga puso su sello personal.
Pero no sólo se cuidaba el aspecto de los tripulantes de cabina. En 1969, Pierre Gautier-Delaye diseña el interior de los Boeing 707, creando tres líneas cromáticas diferentes para las tres clases en las que se organizaba el interior de la cabina. Ahora, más de treinta años después, son las grandes aerolíneas asiáticas las que han cogido el relevo a Air France en los diseños espectaculares del interior de sus aviones.
A la vanguardia del diseño
Air France no sólo ha apostado por estar a la vanguardia del diseño. También ha querido ser pionero en los avances tecnológicos. Si a cualquier empleado de Air France se le pregunta cuál es el momento más importante en la historia de la aerolínea, la mayoría contestarán la llegada del Concorde.
El primer avión supersónico para pasaje comercial unió desde el 22 de noviembre de 1977 París y Nueva York en tres horas y 30 minutos, fulminando el tiempo de 7 horas y 45 minutos de un avión normal. El servicio duró hasta el 24 de octubre de 2003, cuando se retiró el Concorde tras el accidente del aeropuerto Charles de Gaulle.
Fue uno de los momentos más amargos de la historia de Air France, pero hubo un hecho el 5 de mayo de 2004 que ayudó a olvidar la catástrofe del Concorde. El gigante aéreo galo y el grupo holandés KLM firmaban un acuerdo de intenciones para poner en marcha su proyecto de fusión, que matenía las dos marcas independientes y los dos hubs (centros de distribución) de París y Ámsterdam.
El siguiente hito en la historia de Air France llegará el próximo año. Si no hay nuevos retrasos, se convertirá en la primera aerolínea europea en recibir en verano de 2009 el A380, el avión comercial más grande del mundo con capacidad para 555 pasajeros y con el que cubrirá sus destinos más lejanos.
Su vuelo en España
La historia de Air France en España se remonta al mismo año de su creación ya que retoma en 1933 su línea Marsella-Barcelona, ruta que hacía Aeropostal en 1929 con hidroaviones. Hay que mirar diez años atrás para tomar nota del primer vuelo que unió una ciudad francesa y otra española.
Fue el día de Navidad de 1918, cuando a los mandos de un mono motor Salmson, el piloto René Cornemond unió Toulouse y Barcelona con un pasajero ilustre en el mundo de la industria aeronáutica: Pierre-Georges Latécoère.
Antes de que estallara la Guerra Civil española, en julio de 1936, Air France explotaba cuatro líneas que pasaban por España pero decidió suspender las rutas que sobrevolaban el territorio en conflicto.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, la aerolínea gala decide poner una ruta que une París y Madrid dos veces por semana. Era el comienzo de una red de vuelos que ha ido creciendo hasta hoy. Air France y sus filiales conectan las principales ciudades francesas con cinco aeropuertos españoles (Madrid, Barcelona, Bilbao, Valladolid y Vigo) y el próximo 10 noviembre abrirá su ruta entre Oviedo y París.
Nadie está a salvo
Además, cuenta con un socio local: Air Europa. La aerolínea española propiedad de Juan José Hidalgo opera en código compartido junto a Air France vuelos directos a París desde Málaga, Valencia, Palma de Mallorca y Alicante.
Su historia en el mercado español podría haber cambiado hace poco más de un año si hubiera prosperado una oferta por Iberia en la que participaban, además de la propia Air France, el fondo de capital riesgo Apax Partners y los inversores españoles José Manuel Lara y Juan Abelló. De haberse cerrado la operación, Air France e Iberia hubieran copado el mercado de vuelos europeos con Latinoamérica. Pero al final Iberia se ha comprometido con British Airways, su novia de toda la vida.
Es probable que cuando Air France cumpla 100 años se encuentre de regalo con un panorama aéreo en Europa totalmente diferente. Los expertos hablan de tres grandes grupos de aerolíneas tradicionales (Air France-KLM, Lufthansa, y British Airways-Iberia) y un gigante de los vuelos baratos (Ryanair es la mejor situada a día de hoy). Pero en 25 años puede pasar de todo y la amenaza de los gigantes asiáticos se puede cernir sobre el Viejo Continente y nadie, ni siquiera Air France, está a salvo.