
Cada año se producen unos 6,5 millones de muertes relacionadas con la contaminación del aire pero este número puede aumentar significativamente si en las próximas décadas el sector de la energía no logra reducir las emisiones, tal y como se desprende del informe que acaba de presentar la Agencia Internacional de la Energía.
La contaminación del aire es un problema general pero afecta de modo particular a los países más pobres ya que el 80% de la población vive en ciudades que no cumplen con los estándares de calidad del aire establecidos por la Organización Mundial de la Salud.
Se prevé que las muertes prematuras por contaminación del aire exterior suban de los 3 millones actuales a 4,5 millones en 2040, principalmente, por el desarrollo de Asia. Mientras tanto, las muertes prematuras por contaminación del aire en los hogares se reducirán desde 3.500.000 hasta 3.000.000 en el mismo período, aunque siguen estando fuertemente ligadas a la pobreza y la imposibilidad de acceder a la energía moderna.
En su primer análisis en profundidad de la calidad del aire, la Agencia identifica las contribuciones que el sector energético puede hacer para frenar la mala calidad del aire, la cuarta mayor amenaza para la salud humana, después de la presión arterial alta, la mala alimentación y el tabaquismo.
Entre las recomendaciones del organismo figura una configuración de un ambicioso objetivo de calidad del aire a largo plazo, a la que todos los interesados puedan sumarse y que pueden ser evaluados.
Asimismo, la Agencia recomienda poner en marcha un conjunto de políticas de aire limpio para el sector de la energía para lograr el objetivo a largo plazo, a partir de una mezcla rentable de control de las emisiones directas, regulación y otras medidas, dando la debida importancia a los beneficios colaterales para conseguir otra política energética.
Y, por último, se reclama que se garantice un seguimiento eficaz, aplicación, evaluación y comunicación. Para lograrlo, resulta esencial, mantener una estrategia en curso lo que requiere datos fiables, un enfoque continuo en el cumplimiento y en la mejora de la política, y la información pública oportuna y transparente.
La producción de energía y el uso -en su mayoría procedentes de la combustión de combustible no regulada, mal regulado o ineficiente- son las más importantes fuentes artificiales de las emisiones de los principales contaminantes del aire: el 85% de partículas y la casi totalidad de los óxidos de azufre y óxidos de nitrógeno. Millones de toneladas de estos contaminantes se liberan a la atmósfera cada año.