
Estados Unidos ha recortado su tarifa postal básica dos centavos, hasta los 0,47 dólares. Aunque 49 centavos no parecían un precio demasiado gravoso por enviar una carta desde -por ejemplo- Alaska a Florida, el Congreso de los Estados Unidos decidió igualmente rebajar la tasa y ya es, junto con España, el país de todo el planeta en el que es más barato enviar correo postal.
En la oficina postal de la Estación Franklin D. Roosevelt, en Manhattan, pocos de los clientes se habían dado cuenta esta semana del cambio. Probablemente estaban más preocupados por el tiempo que tardarían en ser atendidos en el mostrador, que por ahorrarse dos centavos.
Mientras, en el consejo de administración de la USPS (siglas en inglés del Servicio Postal de los Estados Unidos), la bajada añade una piedra más en el camino de una de las pocas corporaciones públicas que quedan en el país, y que en 2015 perdió 5.000 millones de dólares. Y puede que dos centavos por carta no parezcan mucho, pero al multiplicarse por los millones de cartas que cada año se envían, van a añadir a las pérdidas del USPS otros 2.000 millones de dólares más.
Como es obvio, la reducción de precios no estaba destinada a animar a los norteamericanos a que usen más el servicio y mejorar la cuenta de resultados del USPS. Y a los usuarios del servicio les da exactamente igual. Entonces, ¿a qué venía la rebaja?
El cambio, completamente irracional en términos económicos, fue decidido por la Comisión Reguladora del sector Postal, que es quien controla las tarifas, y es una muestra más de la separación entre las decisiones políticas y las necesidades reales del servicio, que ha lastrado el funcionamiento del USPS en los últimos 240 años.
De poco sirvió que a finales de los 60 el presidente Lyndon Johnson designase una comisión en la que estaban entre otros directivos de AT&T, General Electric o Bank of America. En cuanto los expertos se pusieron a buscar soluciones se toparon, asombrados, con que el servicio postal sencillamente no podía determinar el precio de venta de sus productos y servicios.
Interferencia política
En un giro contrario a lo que es habitual en los monopolios, la empresa con la exclusiva del servicio público universal cobraba menos de lo que debería, sólo para que los congresistas pudiesen asegurar su reelección y no fuesen acusados de querer estrangular a los trabajadores.
En las últimas décadas, los intentos por hacer más rentable a la empresa se han visto lastrados no tanto por las inversiones en modernización (que sí han proporcionado retornos) como por la incapacidad para subir el precio de las cartas.
Sólo una brusca caída de un tercio en el volumen de cartas enviadas, tras la crisis de 2008, permitió que el Congreso abriese el grifo y autorizase una subida de 2 centavos, aunque tomándola como respuesta a una emergencia. Pasada la tormenta, la Comisión ha decidido que los americanos necesitan más dinero en sus bolsillos y que el USPS puede prescindir de él, así que ha retirado la subida.
El propio Congreso reconoce que una subida de 6 centavos serviría no sólo para poner de inmediato a la empresa en números negros, sino que además ayudaría a reemplazar la flota de camionetas de reparto, con una edad media de 25 años.
A 55 centavos por carta, los norteamericanos segurían disfrutando de uno de los envíos más baratos de todo el planeta. El Congreso, sin embargo, ha decidido que es preferible que se ahorren esos seis centavos. Y que sigan haciendo cola.